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Columna
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Cierre en falso

¿Cómo es posible que después de la participación tan destacada del Gobierno de José María Aznar en el desencadenamiento de la invasión de Irak no se previera la posibilidad de que se produjeran atentados terroristas en España como el del pasado 11-M? ¿Cómo es posible que no se encendieran todas las luces de alarma tras el atentado en la Casa de España en Casablanca? Es posible que el atentado del 11-M u otro similar no se hubiera podido evitar, aunque se hubieran adoptado todas las medidas apropiadas para intentar evitarlo, pero ¿se tomaron esas medidas?

Éste es el interrogante de mayor calado al que la comisión parlamentaria de investigación debería intentar dar una respuesta, entre otras cosas porque lo que más le interesa a la sociedad española es prepararse para que no vuelva a ocurrir lo que ocurrió el 11-M. Qué es lo que falló que no debería haber fallado y qué es lo que tendríamos que hacer para que el mecanismo de prevención de atentados terroristas de esta naturaleza no falle en el futuro, es lo que debería haber centrado el trabajo de la comisión. Si la policía española fue tan eficaz a posteriori, localizando en un brevísimo plazo a la mayor parte de los terroristas, ¿por qué no fue eficaz a priori? ¿Se hizo institucionalmente todo lo posible para evitar que pasara lo que pasó?

Me parece que esto es lo que le interesa saber a la sociedad española. Mucho más que saber lo que hizo el Gobierno entre la mañana del 11-M y la apertura de los colegios electorales el pasado 14 de marzo. La conducta del Gobierno de entonces fue valorada en esos tres días de una manera que quedó claramente reflejada en el resultado electoral.

Como se puso de manifiesto en la mayor parte de los comentarios que se hicieron en los medios de comunicación extranjeros en aquellos días, no fue tanto el atentado como la gestión del atentado por el Gobierno lo que influyó en el resultado electoral. La "mentira de Estado", como la calificó Le Monde, fue percibida por la sociedad española y de ahí la retirada de la confianza al partido que ocupaba el Gobierno de la nación.

Documentar esa mentira mediante la comparecencia de los mandos policiales y de los responsables de los servicios secretos, así como de los que eran ministros y de algunos parlamentarios, está bien. Pero ése no era el objetivo principal de la comisión. O al menos, no debería haberlo sido. El objetivo tendría que haber sido cómo mejorar la preparación de la sociedad española para enfrentarse a una amenaza terrorista que sigue estando presente. Y de esto se ha hablado algo, pero poco. Y no parece que haya mucho interés en investigar en esta dirección. Parece que se quiera poner fin al trabajo de la comisión dejando sin abordar el punto central de la investigación.

Tengo la impresión de que el trabajo de la comisión ha sido un caso claro de los árboles que no dejan ver el bosque. Hemos conocido muchos detalles sobre lo que se supo entre la mañana del 11-M y la tarde del sábado 13 en que se producen las primeras detenciones, pero no sabemos apenas nada de por qué la sociedad española estaba tan extraordinariamente mal preparada para enfrentarse a una amenaza terrorista que no proviniera de ETA, especialmente tras las intervenciones de España en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la foto de las Azores y el aviso de Casablanca.

La comisión ha empezado el trabajo por el final y no por el principio, y parece haberse quedado atascada en ese final, sin ser capaz de remontarse al origen del problema. No ha sido una comisión sobre el 11-M sino sobre la gestión más o menos electoralista del 11-M por el Gobierno. Si se cierra en estas próximas semanas, como parece que se va a cerrar, lo habrá hecho en falso.

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