El mensaje del islam francés
Ayer miércoles creímos y quisimos creer hasta el último momento en la liberación de los dos periodistas franceses secuestrados en Irak. Seguía abierta la cuestión fundamental de saber si estos secuestradores estaban sobre todo motivados por la lucha contra la ocupación estadounidense de Irak, y de ahí surgía una negociación posible para Francia. O si querían realmente imponer su ley religiosa a una nación no musulmana. Empezamos a decirnos que, si los secuestrados eran liberados, sería una victoria de los musulmanes árabes sobre sí mismos; una prueba patente de la repercusión que tiene Francia en esta región del mundo; y por último, un éxito indudable de la unidad francesa y de la responsabilidad de los musulmanes de Francia.
Es un hecho que Francia es la única nación donde el chantaje ejercido por los terroristas no ha provocado divisiones. Sin duda nuestro mérito es relativo. Hay que recordar que todas las demás naciones que se han visto en este mismo caso (Italia, España, Japón y Filipinas) habían enviado contingentes en la coalición aliada de la guerra de Irak. Por lo tanto, con razón o sin ella, se podía reprochar a los gobiernos de estos países el ser el origen de las amenazas ejercidas sobre los pueblos. En Francia, debido a las posiciones mantenidas por Jacques Chirac y Dominique de Villepin, es un reproche que la opinión pública no podía hacer.
En cambio, el imprevisible arranque republicano de los franceses musulmanes tiene un mérito más evidente y un significado más claro. En primer lugar, ha quedado de manifiesto que, ante esta prueba, la integración de los musulmanes en la República francesa es más profunda de lo que se pensaba. Los franceses musulmanes se han ganado aquí con brillantez su diploma de republicanismo, es decir, también de laicismo. En segundo lugar, las instituciones legales encarnadas por el Consejo Francés del Culto Musulmán, que fueron tan discutidas por el radicalismo de algunos de sus representantes, ya tienen una legitimidad. Por último, y sobre todo, los representantes de los musulmanes de Francia no se han referido ni a la posición de Francia en la guerra de Irak ni a la calidad de los periodistas secuestrados para exigir la liberación de estos últimos. Han condenado con solemnidad y precisión el principio mismo de la toma de rehenes.
Es muy posible que Jacques Chirac haya mencionado las posiciones de Francia en la guerra de Irak para invitar al mundo árabe e islámico a presionar a los secuestradores y a las organizaciones políticas que están detrás. Era algo oportuno en la medida en que podía contribuir a la liberación de nuestros colegas. Pero Yasir Arafat ha cometido un error, muy típico en él, al reclamar la liberación de los periodistas porque eran "amigos de Irak y de Palestina". Dicho de otro modo, ¡si hubiesen sido reporteros hostiles o neutrales, entendemos que pagarían el precio por ello! Por otra parte, Tarik Ramadán ha considerado "todas las tomas de rehenes", sean cuales sean, como "inaceptables". Evidentemente, comprometían su estrategia de "entrismo", pero la regla republicana no ha dejado de ser respetada. No han sido los intelectuales, sino Dalil Bubakar, rector de la mezquita de París, quien ha encontrado las palabras más claras e inspiradas para condenar a los secuestradores.
Esto es todavía más importante porque, por un motivo que preferimos olvidar, en el islamismo rampante en todos los medios en los que Bin Laden sigue siendo un héroe, la indulgencia de los jóvenes musulmanes hacia los secuestros es corriente y las condenas del "terrorismo" inexistentes. Esto es verdad tanto en Francia y en Europa como en el Magreb. A partir de cierto grado de odio y de rebelión contra Estados Unidos -y contra Israel-, en el fondo, todos los golpes contra sus aliados parecen deseables, incluso permitidos. Así pues, esta actitud ha sido condenada por el islam oficial de Francia.
Había dos errores de análisis que no había que cometer. El primero consistía en subrayar, como han hecho los periódicos proclives a Bush, Berlusconi y Aznar, que los franceses, que se sentían tan orgullosos de estar a salvo de las represalias de los terroristas debido a su rechazo a la intervención en Irak, habían quedado en ridículo: Francia era realmente considerada un objetivo como los demás. Y bastaba una ley sobre el velo o el incumplimiento de las disposiciones de la ley coránica para que de inmediato los islamistas se acordasen de que no es más que la heredera del Occidente colonial y de los cruzados.
En primer lugar, es falso: los franceses siguen siendo objeto de una consideración especial entre los iraquíes politizados. Pero, en el caso contrario, ¿había pese a ello que precipitar, como hizo George Bush, una guerra entre civilizaciones? Nada, absolutamente nada en la situación actual permite discutir la legitimidad de las posiciones francesa y alemana contra la intervención militar unilateral y "preventiva" en Irak. Es todo lo contrario. El mundo entero, incluido uno de cada dos estadounidenses, deplora hoy el verdadero desastre que la diplomacia y los ejércitos de George Bush han provocado en todos los planos.
El segundo error del que también hay que guardarse sería pensar que Irak, caja de Pandora abierta por los estadounidenses y de la que escapan todos los demonios, ha producido por sí solo el terrorismo religioso y el islamismo nihilista con su cortejo de toma de rehenes y de atentados suicidas. Este error conduciría a cerrar los ojos ante todos los nuevos problemas que el futuro nos reserva. En efecto, la intervención militar estadounidense, por desastrosa que haya sido y siga siendo, sólo ha agravado el caos en un desorden alarmante y que le precedía. En Afganistán, sobre las ruinas de la retirada de las fuerzas soviéticas, en Pakistán y en Argelia al igual que en Chechenia y en Indonesia, el islamismo como ideología fanatizada se ha extendido como la pólvora para desembocar, cuando ha sido organizado estratégicamente, en los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Sin duda, se podría decir que, debido a las vicisitudes de la experiencia iraní, el islamismo estaba entonces en declive, pero sólo como organización política y como instrumento de poder. En realidad, estaba ya en total y contagiosa efervescencia en todas las organizaciones rivales y suicidas que han enumerado los diferentes servicios de información, en especial el británico. Van desde los pequeños y múltiples "ejércitos islámicos" hasta las células manipuladas por exégetas disidentes de la ley coránica, los cuales pueden muy bien referirse a los ulemas o a los Hermanos Musulmanes. En estas so-ciedades del antioccidentalismo ciego, el hecho de que Francia haya podido encontrar un interés provisional en oponerse a EE UU es considerado a la vez como algo muy interesante, sin duda, pero muy insuficiente. Por ejemplo, mucho antes de la guerra de Irak, en los círculos del integrismo islamista ya se empezaba a soñar con una "Reconquista" al revés para volver a poner el pie en Andalucía.
Dicho de otro modo, si por suerte -¡y menuda suerte sería!- los secuestradores se decidiesen a liberar a nuestros compañeros, entonces podríamos decentemente encontrar en esta trágica aventura muchos efectos claramente positivos. Porque -y es algo muy nuevo (incluso sin precedentes)- los musulmanes de Francia han dirigido de forma clara al mundo un mensaje que define su concepción libre y republicana de un "islam francés". Por otro lado, en lo que concierne, por ejemplo, a la cuestión del velo y a las dificultades que plantea en esta vuelta a clase, se comprende bien que en adelante sería aberrante que alguien se mostrase menos legalista que aquellos franceses musulmanes que, aunque opuestos a la ley, se someten a ella por civismo republicano. Toda disposición dirigida en estos momentos a modificar esta ley o simplemente a suavizarla sería una desautorización de aquellos que tienen el valor de tomar partido en su favor pese a su convicción íntima. Sería nada menos que una recompensa para los secuestradores. Más tarde, mucho más tarde, tal vez nos podremos preguntar cómo profundizar los intercambios con todos aquellos para quienes esta ley supone una ofensa, incluso para su civismo. En todo caso, es lo que se merece esta admirable joven musulmana que se ofrecía a tomar el lugar de los rehenes para, decía, no dejar que su velo fuese manchado por su sangre.
Una grave cuestión de fondo se plantea en una nueva situación en la que la toma de rehenes no es sólo un incidente detestable y trágico. Recientemente, el nuevo presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, rogó a los europeos y a todos los occidentales que contribuyeran al restablecimiento del orden en Irak al lado de EE UU. Hay que evitar la política de lo peor, ha dicho en esencia; nuestro interés, al igual que el de los iraquíes, es ver desembocar la transmisión progresiva del poder a manos de un gobierno que en Bagdad estará legitimado por unas próximas elecciones. En principio, es de sentido común y me he inclinado por ello y así lo he escrito. Pero este asunto de la toma de rehenes, condenada por casi todos en el propio Irak, muestra a las claras que el orden no reina en ninguna parte, en todo caso un orden que sea nacional y para el conjunto del país. Los suníes, los chiíes y los kurdos controlan su territorio o casi, pero únicamente en la medida en que los estadounidenses se parapetan en sus bases. No es el actual Gobierno iraquí, aunque esté compuesto de algunos elementos, hombres y mujeres, valientes e íntegros, el que ha obtenido una tregua en Nayaf y el que puede obtener un compromiso en Faluya. ¿Puede la situación ser peor si los estadounidenses abandonan Irak? Es posible y, a decir verdad, no sabemos nada. Pero si la cuestión se plantea en unos términos nuevos es que se prevé que, de todos modos, los estadounidenses abandonarán Irak en un plazo más o menos calculable.
Traducción de News Clips.
Jean Daniel es director de Le Nouvel Observateur.
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