Metáforas
El matemático francés Henry Poincaré hizo uno de sus grandes descubrimientos cuando se disponía a subir a un autobús parisino. Así lo contó él mismo en 1908: "En el momento en que puse el pie en el peldaño tuve la idea, sin que nada en mis pensamientos previos hubiera allanado el camino para ello, de que las transformaciones que había usado para definir las funciones fuchsianas eran idénticas a las de la geometría no euclídea". A mí también me pasó una vez: en el mismísimo momento en que me subí al metro, me di cuenta de que me había olvidado las llaves en casa. Sin embargo, es la anécdota de Poincaré la que suele citarse en las investigaciones sobre la creatividad humana. ¿De dónde había salido esa idea? ¿Cómo puede una mente concebir en un instante una verdad tan inesperada y profunda, y sin siquiera estar reflexionando previamente sobre ese problema?
"Gran parte de la creatividad es inconsciente", afirma el neurobiólogo Christof Koch en su libro The quest for consciousness (Roberts & Company, 2004). "El matemático francés Jacques Hadamard interrogó a científicos y matemáticos famosos sobre el origen de sus ideas más innovadoras. Respondieron que un largo periodo de inmersión en el problema, una especie de incubación, seguida de una buena noche de sueño o unos días de distracción precedieron a la idea crucial, que saltó de repente en sus cabezas".
Una de las peculiaridades de Poincaré era su profunda comprensión de áreas muy dispares de las matematicas, que le permitía atacar cada problema simultáneamente desde todos los ángulos, y sus descubrimientos consistieron a menudo en establecer nexos profundos entre disciplinas que hasta entonces habían permanecido aisladas. Poincaré había trabajado duro para comprender A (las funciones fuchsianas) y también para comprender B (la geometría no euclídea). Pero, de algún modo, los zombis de su cerebro hicieron por cuenta propia el trabajo de asociar A y B.
Si hay un mecanismo general que subyace a toda creatividad es ese trazado de nexos entre distintos dominios del conocimiento. Crear es descubrir nuevas metáforas. Según Mark Runco (Annual Review of Psychology, 2004), los destellos de clarividencia de la mente creativa "resultan de la integración espontánea de respuestas aprendidas previamente". Robert Epstein, fundador del Centro Cambridge de Estudios del Comportamiento, en Massachusetts, ha presentado pruebas experimentales de esa naturaleza combinatoria o asociativa de la creatividad. Conocer a fondo los componentes de un problema no garantiza un destello creativo, pero aumenta mucho su probabilidad.
Hans Eysenck, un científico alemán huido al Reino Unido en 1934, documentó que las personas psicóticas tienden a ser creativas, y la razón es que a menudo se saltan las fronteras entre conceptos. Ello les conduce a perder pie con la realidad, pero también a establecer asociaciones novedosas e insólitas.
En contra de lo que suele pensarse, las tormentas de cerebros no son muy útiles para encontrar ideas innovadoras. La creatividad se fundamenta en el establecimiento de nexos entre conceptos alejados, pero esos nexos tienen que estar dentro de la misma cabeza para ser útiles. Un poeta puede crear 12 metáforas en media hora, pero 12 poetas no escribirán ni una en todo el día. Las áreas del cerebro se comunican mejor que las personas.
Los especialistas ya no creen en una creatividad multiuso. Creen que hay diez tipos distintos de creatividad, y que no suelen coincidir en la misma persona. He aquí la lista: creatividad musical, matemática, verbal, corporal, espacial, interpersonal, intrapersonal, naturalista, moral y cotidiana. La última, al menos, nos interesa a todos, y no sólo para encontrar las llaves de casa. Y el truco para estimularla es bastante simple: descomponer el problema en sus elementos, empollarse bien cada elemento y salir a tomar unas cañas. Los zombis harán el resto mientras cogemos el autobús de vuelta.
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