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Reportaje:Atenas 2004 | BALONCESTO: ESTADOS UNIDOS, FUERA DE LA FINAL

El país se abraza a 'los leones'

El equipo cumple dos própositos: la revancha ante Serbia y la medalla ante el más poderoso

Huevos y corazón. Después de la histórica victoria de Argentina frente a Estados Unidos, los jugadores se saludaban entre sí llevando sus dos manos al pecho y formando un círculo con los índices y los pulgares. Huevos y corazón. Ésa había sido, en síntesis, la estrategia que se dieron en la intimidad para hacer funcionar la táctica. Argentina, que perdió la final del Mundial hace dos años en Indianápolis frente a Yugoslavia, no alcanzaba la final olímpica de baloncesto desde 1952, en Helsinski.

El equipo, los jugadores, el entrenador, los aficionados, querían medalla y revancha, en ese orden, antes de comenzar el torneo. La revancha contra el campeón, que representa ahora Serbia y Montenegro, la tuvieron de inmediato, en la primera jornada, cuando Ginobili convirtió una canasta en el último segundo del juego. Ahora ya consiguieron la medalla. El partido se siguió por las retransmisiones de radio y televisión como si fuera uno de fútbol. Las lágrimas de Oberto, el coraje de Ginobili, el carácter de Nocioni, las canastas de Herrmann, conmovían a los relatores, a los oyentes y a los espectadores. "¡El país se abraza con ellos!", decía un comentarista, ahogado por la emoción.

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Hasta ayer, el equipo nacional de baloncesto de Argentina no era reconocido con un sobrenombre animal, costumbre iniciada con Los Pumas tras una histórica gira del equipo de rugby por Suráfrica y seguida luego con Las Leonas del hockey hierba. Pero anoche, en las calles, aún antes de que los periódicos confirmaran el bautismo, los jugadores de baloncesto ya eran para siempre Los Leones.

Había corazón y coraje en la bronca de Oberto cuando se lesionó la mano izquierda y tuvo que salir del campo. El estado de tensión y la concentración se advertía en las reacciones, la fuerza en la disputa de cada bola, el festejo de todos después de cada canasta. Hace dos años, en Indianápolis, cuando Argentina fue el primer equipo en derrotar a un EE UU profesional en un Mundial, el triunfo fue considerado como la victoria de los sueños. Ayer, en Grecia, cuando Argentina venció nuevamente y dejó fuera de la final olímpica por primera vez a un equipo formado por jugadores de la NBA, ya no quedan dudas de que es el resultado de una realidad basada en años de trabajo.

Ahora que Los leones ya entraron en la leyenda del deporte argentino, es el momento de recordar al primero de todos, León Najnudel. Un entrenador que hace veinte años atravesó las arenas del desierto baloncesto argentino promoviendo la organización de una Liga Nacional que abriera la competición del círculo cerrado de Buenos Aires a todo el país. León se revolvía, gritaba, proponía, luchaba para que en ese deporte se hiciera la revolución reclamada y demorada en el fútbol. Y allí está hoy la Liga en acción, promoviendo jugadores de calidad que, alcanzan el máximo grado de rendimiento cuando terminan de formarse en la competición europea.

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