La caída de Semíramis
Degas la pinta erguida, rubia y pálida como una modelo prerrafaelita, supervisando desde un alto la construcción de Babilonia. Según una leyenda, la reina asiria Shammuramat, llamada Semíramis por los griegos, nació de una ninfa violada, que mató al violador y murió en el parto. Fue alimentada por palomas, con leche que traían en sus picos, casó con el rey Nino y, a su muerte, ganó Egipto y Etiopía para un imperio que iba del Nilo a la frontera de la India. Esta historia era muy conocida en la España del Siglo de Oro: Pedro Mexía la detalló en Silva de varia lección, Cristóbal de Virués, tantas veces elogiado por Cervantes, la reconstruyó dramáticamente en La gran Semíramis, y también Calderón, medio siglo más tarde, en La hija del aire I y II, dos obras homónimas que se pueden representar por separado o de un tirón (la segunda se publicó firmada por Antonio Enríquez y Gómez en 1650, y todavía hay quien sostiene su autoría). La hija del aire es una de las obras mayores de su autor, y Semíramis, una heroína cuya suerte corre inicialmente paralela a la de Segismundo, pues vive confinada en una gruta desde su nacimiento. En la parte I, Calderón cuenta su liberación y su imparable ascenso al poder. El tema de la II, que Jorge Lavelli se estrenó ayer en el Teatro General San Martín, de Buenos Aires, con Blanca Portillo como protagonista, es la lucha por mantenerse en el poder a no importa qué precio, y la caída, más dura cuanto desde más alto.
"Esta obra debía haberla es
trenado en España durante el cuarto centenario del nacimiento de Calderón", dice Jorge Lavelli desde Buenos Aires, aludiendo a un encargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. "Rafael Pérez Sierra, su director entonces, me propuso que hiciera un espectáculo: estuve un año leyendo, y redescubrí La hija del aire, una joya, una obra ejemplar del barroco español, que para mí es sinónimo de variedad, de libertad y de triunfo de la inspiración sobre la forma. Pero el proyecto con la CNTC se frustró por razones políticas. Antes, de Calderón había montado La vida es sueño, en la Comédie-Française, y El mágico prodigioso. La hija del aire habla del poder, y del dualismo: de la debilidad del alma humana y de su libertad, del placer y de la ambición. Es un juego y una intriga. Como gran parte del teatro barroco, está fuera del tiempo: toca estos temas con la frescura y la nitidez de una obra política. Tiene muchas resonancias contemporáneas".
Cuando la tragedia comienza, Nino ha muerto y Semíramis reina en lugar de Ninias, su hijo, al que ha apartado del trono porque carece de carácter: del carácter extremo y despiadado de su madre. En lo físico, en cambio, son dos gotas de agua. Un levantamiento popular lleva a Ninias al trono, la reina le suplanta, y Calderón y Lavelli aprovechan el parecido entre ambos personajes para brindar el doblete a una intérprete excepcional, pues madre e hijo no se encuentran en escena más que una vez, y a oscuras. "Blanca Portillo es la intérprete idónea: tiene la edad de Semíramis, juventud suficiente para encarnar a Ninias y está en plenitud creativa. Asumiendo dos personajes tan contradictorios acentúa el dualismo de la tragedia y el perfil arbitrario del poder". La reina anula los decretos que dictó su hijo, castiga a quien prometió premiar, y nadie entiende que quien se acostó manso amanezca tan airado y sin riendas.
Lavelli ha optado por llevar a escena La hija del aire II prácticamente íntegra. "No podía poner en escena las dos piezas, y no quería hacer una refundición. Opté por la segunda, porque habla del poder en profundidad, y presenta a la protagonista en su apogeo. Apenas hemos peinado el texto: el espectáculo durará en torno a tres horas. En escena hay 14 actores, todos argentinos salvo Blanca, y seis músicos que interpretan una partitura de Gerardo Gandini".
La última gran producción de La hija del aire en España, de 1981, dirigida por Lluís Pasqual en el Centro Dramático Nacional, refundía las dos obras, y Calderón se perdía en el intento. Como Chato, el pastor que, cuando un general de Nino le dice al principio de la primera: "Ea, vuelve tú a guiarnos" (desde la cueva de Semíramis), responde: "Yo era un tonto, y lo que he visto / me ha hecho dos tontos. / No sé si he de acertar el camino".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.