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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La fuerza de Sistani

No tiene soldados ni milicias, pero el gran ayatolá Alí al Sistani tiene la autoridad religiosa entre los chiíes de Irak, que pesa más, y por ello era el único que podía desactivar la crisis en Nayaf. Más de siete decenas de muertos tiñeron su regreso ayer a la ciudad que guarda el mausoleo del imán Alí, el fundador del chiísmo y donde se habían hecho fuertes los seguidores de Múqta-da al Sáder. Pero Sistani, rodeado de decenas de miles de fieles disciplinados a los que había convocado a Nayaf, logró un acuerdo para poner fin al enfrentamiento entre la milicia Mahdi de Al Sáder y las fuerzas de EE UU e iraquíes en esa ciudad y en la cercana de Kufa. Si esta paz, aunque sea local, se consolida, Sistani habrá ganado más peso y capacidad de influencia en Irak que EE UU o el Gobierno de Alauí.

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Sistani viajó a Londres para ser tratado de una enfermedad cardiaca cuando la crisis se gestaba en Nayaf, y ha regresado repentinamente a las tres semanas. Demasiados misterios rodean aún este episodio. Pero su regreso pudo romper este enfrentamiento en la ciudad sagrada de los chiíes, mayoritarios en Irak. Un asalto al mausoleo de Alí, directamente o por medio de las fuerzas iraquíes, hubiera llevado al levantamiento de todo el chiísmo. Pero no hacer nada habría enviado un signo de debilidad de EE UU y el Gobierno. En esta encrucijada, la llegada de Sistani, ha resultado más que providencial, inducida. Pero el paso dado pone ya de manifiesto una cierta impotencia de EE UU, a cuyos representantes nunca ha recibido Sistani desde la invasión.

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La propuesta que traía Sistani era relativamente simple: desmilitarizar Nayaf, parar los enfrentamientos, y dejar la mezquita en manos de los tres máximos clérigos encargados de custodiarla. Sólo la policía iraquí quedaría a cargo de la seguridad en la ciudad. Al Sader y su milicia, exhaustos y deseosos de encontrar una salida, no quedan anulados pues su organización sigue intacta en otras partes del país, pero sus opciones violentas quedan reducidas.

El mayor peligro en las próximas y decisivas horas es el que siempre anida en las concentraciones masivas, especialmente hoy viernes, día de oración para los musulmanes. Ayer, al menos 15 murieron en enfrentamientos con la policía en Nayaf y varias decenas más en el ataque con un obús contra una mezquita en Kufa controlada por los seguidores de Al Sáder lo que indica que hay fuerzas interesadas en una política de lo peor.

En el fondo, en Nayaf se ha librado no sólo un pulso entre Al Sáder y Estados Unidos y el nuevo Gobierno, sino entre chiíes por el poder en el futuro Irak, especialmente con vistas a las elecciones previstas para enero próximo. Sistani pertenece al ala moderada del chiísmo, poco partidaria de que el clero se meta en política, pero tampoco quiere que nadie, y menos el joven Al Sáder, pueda hacer sombra a su autoridad, ahora sumamente reforzada, algo que Estados Unidos quería evitar hace tan sólo pocos meses.

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