Elogio de los 200 metros
No he encontrado a ningún aficionado al atletismo que declare su pasión por los 200 metros. Tampoco son frecuentes los atletas que se especializan en esta carrera. En la mente de muchos está el nombre del italiano Pietro Mennea, que en 1980 batió en México el récord del mundo y ganó la final de los devaluados Juegos de Moscú. Su extraordinario récord y su victoria olímpica le convirtieron en todo un especialista. Pero no es lo usual.
Los atletas prefieren correr una recta o una vuelta. A los velocistas cortos, normalmente atletas muy potentes, les resulta incómoda la curva. Los especialistas en 400, menos explosivos, necesitan una curva y una recta más para alcanzar sus mejores prestaciones.
Al 200 acuden velocistas de los 100 metros para conseguir el doblete. Sin embargo, rara vez lo alcanzan. En la reciente historia sólo la prematuramente desaparecida Florence Griffith, en Seúl 88; Marion Jones, en Sidney 2000, y Carl Lewis, para muchos el mejor atleta de todos los tiempos, en Los Ángeles 84, lo lograron.
Excepcionalmente, los cuatrocentistas bajan al 200 con el mismo propósito. No es tampoco frecuente que lo logren. Los Juegos de Atlanta nos proporcionaron dos soberbios ejemplos. Michael Johnson y Marie-José Perec vencieron, con registros extraordinarios además, en los 400 y los 200 metros. Curiosamente, ambos relegaron a la plata a dos velocistas cortos, Frank Fredericks y Merlene Ottey, que alcanzaron en esos Juegos el mismo metal en los 100 metros. No es lo único que estos dos atletas tienen en común. Les une también una dilatada vida atlética llena de éxitos -ella, con 44 años y él con 37 están compitiendo con excelentes resultados en Atenas- que no han logrado coronar con una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos.
Pero lo que resulta absolutamente insólito es que los 200 metros se conviertan en una revancha, en este caso, de los 100. Esto es lo que ha sucedido ayer en Atenas. Tres de los cuatro primeros clasificados en la maravillosa final del pasado domingo alcanzaron la final de los 200. Solo faltó Maurice Green, al que nunca le ha gustado doblar aunque posea unas marcas excelentes, también, en el doble hectómetro. Y el resultado no ha defraudado a nadie.
Esta vez venció Shawn Crawford, confirmando la impresión de que en la final de los 100 metros le habían faltado unos pocos metros para dar alcance a su compañero de entrenamiento, Justin Gatlin. En las semifinales había sido el más rápido. Una discreta puesta en acción en la final le impidió subir al podio. Anoche no falló. Salió de la curva el primero y en la recta fue capaz de aumentar su ventaja demostrando que es el corredor más rápido de estos Juegos.
Ha sido una soberbia carrera, sólo ensombrecida por un incomprensible comportamiento del público griego, que decidió aplaudir a un tramposo.
Es posible que a partir de estos Juegos los aficionados esperen con ansiedad las finales de los 200 metros. Lo harán porque un puñado de magníficos velocistas ha desvelado anoche en Atenas la belleza de esta prueba.
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