Crawford pierde contra el recuerdo de Johnson
El atleta estadounidense gana en una prueba lastrada desde hace ocho años por un récord imposible
Shawn Crawford ganó los 200 metros, pero fue derrotado por el recuerdo de Michael Johnson, el hombre que clausuró la prueba hace ocho años, en Atlanta. Desde entonces, el 200 tiene un carácter menor, de carrera intrascendente. ¿Quién puede enfrentarse al reto de atacar un registro inhumano? Johnson no era de este mundo el día que corrió la distancia en 19,32 segundos. Esa marca ha matado la carrera. Nadie se puede acercar a ella. Los actuales velocistas ni tan siquiera logran verla en el horizonte. Les está vetada. No hay posibilidad de atacar ese tiempo. La final de Atenas explica perfectamente la situación. En la mejor carrera de su vida, Shawn Crawford (19,79s) se quedó a casi medio segundo del récord mundial. En una distancia donde los récords deberían batirse casi por milésimas, Johnson abrió un hueco abisal con respecto a sus sucesores.
La victoria del estadounidense habría tenido trascendencia antes del estacazo de Johnson. Cualquier tiempo por debajo de 20 segundos se recibía con agrado, una señal de atleta con garantías. Carl Lewis, Joe de Loach, el propio Michael Johnson recibieron la consideración de grandes especialistas con registros que se movían entre 19,85 y 20 segundos. Uno era alguien cuando se acercaba a 20 segundos. Por debajo, era una figura. Shawn Crawford fue ayer un poco más lejos. Consiguió la cuarta mejor marca de todos los tiempos, pero no logró evitar las comparaciones. Cualquiera que se atreva en el 200 corre contra un fantasma.
Del estado de la carrera también habla el tipo de final que se disputó. La disputaban varios de los atletas que produjeron el mejor 100 que se recuerda. Estaban Gatlin, Obikwelu y, por supuesto, Crawford. Todos bajaron de 9,90 segundos. Por lo tanto, había derecho a sospechar un registro cercano a 19,60. No hubo manera. Crawford corrió contra el reloj, no contra sus rivales, que casi dimitieron. Gatlin fue tercero con 20,03 segundos. Bernard Williams, segundo con 20,01. Son registros de medio pelo. O nace un genio, o la prueba seguirá en el olvido durante mucho tiempo.
La final tenía un punto morboso, ajeno a las marcas y a los puestos. Era el 200, la prueba de Kenteris, cuya victoria en los Juegos de Sidney sorprendió al mundo y le convirtió en el gran héroe del deporte griego. Pero Kenteris no ha corrido en Atenas. Prefirió huir que pasar un control antidopaje un día antes de comenzar los Juegos Olímpicos. Parte del público coreó su nombre en el estadio. La afición se imaginaba a Kenteris en la pista, ganando la final en Atenas. Sin duda le habría puesto muy difícil la victoria a Crawford. Hace dos años, en una noche de perros, Kenteris corrió el 200 en 19,85 segundos. Fue otra carrera en solitario, como la de Crawford. El velocista griego estaba en condiciones de bajar de 19,70 este año. En condiciones muy sospechosas, desde luego. Nunca se sabrá qué habría ocurrido en el duelo Crawford-Kenteris. El estadounidense venció de punta a punta, con tanta facilidad que el desinterés siguió a su victoria. Sin embargo, para Crawford fue toda una reivindicación. Durante las últimas temporadas ha sido un personaje anecdótico en las pruebas cortas. Participaba en las reuniones de verano, conseguía algunas marcas decentes, ganaba algunos dólares y regresaba a Estados Unidos, donde no tenía entrenador, ni agente. Crawford, que se confiesa un individualista, llevaba esta parte de su personalidad a un pésimo extremo. Nadie le negociaba un buen contrato, ni nadie le enseñaba cuatro cosas básicas del 100 y del 200. Su transformación ha sido radical en sólo ocho meses. En enero entró en el grupo de atletas de Trevor Graham y ahora corre los 100 metros en 9,88 y los 200 en 19,79 segundos, a pesar de los problemas técnicos que se le observan en la puesta en acción.
La carrera tuvo un ganador olímpico y un vencedor sentimental. Fue Frankie Fredericks. Con 35 años, después de una trayectoria excepcional, el atleta namibio se despidió del gran atletismo. Tuvo tiempo de quedar cuarto y de comprobar el efecto de Michael Johnson. Fredericks lo sufrió más que nadie. En Atlanta fue segundo en el carrerón de Johnson, con el segundo mejor registro de todos los tiempos (19,68 segundos). Nadie se acuerda de aquella marca. Nadie se acordará de la que consiguió ayer Crawford.
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