Ceuta y Melilla, a este lado de la valla
Los ceutíes quieren más autonomía ante un futuro económico incierto y la presión de los inmigrantes
"Tenemos problemas, no somos un problema". Juan Vivas (PP) es el alcalde-presidente de la, de momento, ciudad autónoma de Ceuta. De momento, porque aspiran a modificar el estatuto de autonomía y pasar a ser comunidad autónoma. Al menos esa es la intención que Vivas piensa trasladar a José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno, cuando se reúnan en La Moncloa en septiembre.
Ceuta es una ciudad de contrastes, "o la odias o te encanta", y para comprobarlo no hay más que recorrerla en parte. El centro urbano es moderno, lleva dos años rehabilitándose y "está quedando precioso", según los vecinos. El paseo marítimo luce radiante, y junto al Parque Marítimo (el orgullo de Ceuta, fue la última obra de César Manrique) y el puerto deportivo le da a la ciudad un aspecto próspero que busca atraer al turista. Sin embargo, la realidad es bien distinta cuando se sale del centro y se llega a las barriadas cercanas a la frontera, como la de Bezú o la del Príncipe. Aquí hay paro, pobreza, y una cierta conflictividad. La otra cara de la moneda frente al coqueto centro. Entre estas dos barriadas discurre la alambrada que separa España de Marruecos, la estructura más conocida de Ceuta.
La Delegación del Gobierno admite cierta segregación de los barrios musulmanes
"Tenemos problemas. No somos un problema", dice Juan Vivas, alcalde de Ceuta
La valla. Son 8,2 kilómetros de una alambrada doble de metal de tres metros de altura coronada por alambre de espino. Aún así, parece insuficiente para detener a los inmigrantes que, a diario y con más o menos éxito, intentan cruzarla para llegar a España. Durante los seis primeros meses del año la Guardia Civil ha abortado 4.912 intentos de atravesar el perímetro fronterizo. Cuántos lo han logrado no se sabe.
Por eso, el Gobierno central está doblando la altura -un 35% del trabajo ha sido realizado ya- y ha reforzado los sistemas de vigilancia, que durante el pasado mes de julio "estuvieron un par de semanas sin funcionar", según confirma un agente de la Guardia Civil encargado de vigilar el perímetro. Los sin papeles no son el único problema que hay alrededor de la alambrada. Los agentes que controlan la valla llevan meses quejándose de las agresiones que sufren por parte de los porteadores marroquíes que entran en Ceuta, compran material diverso e intentan pasarlo al otro lado eludiendo la alambrada. La Guardia Civil de la zona protestó por la falta de medios. El Gobierno reaccionó mandando 77 agentes más, que se sumaron a los que ya había para patrullar tanto el territorio nacional como la zona internacional al otro lado de la alambrada.
No todo lo que rodea a la valla son problemas. De la frontera se beneficia, y mucho, la ciudad. El comercio con Marruecos es el motor que tira de la economía de Ceuta, junto a la inversión del Estado. Cerca de 20.000 personas pasan a diario la frontera, aunque el dato resulta engañoso. Se calcula que unos 5.000 de ellos se dedican a entrar y salir varias veces al día.
Los inmigrantes irregulares no representan un problema en la ciudad porque ésta ha sabido acogerlos en dos centros (el CETI y el colegio de San Antonio), que junto al comedor de la Cruz Blanca se ocupan de ellos. La única molestia que causan: casi todos los teléfonos públicos de la ciudad están tomados a todas horas por inmigrantes que llaman a sus familias. Tampoco crean ningún problema de seguridad. "Saben que mientras no creen problemas, tampoco los tendrán", explica un policía. Otros aspectos inquietan más. Cuáles son, varía en función de a quién se le pregunte. En la ciudad de las cuatro comunidades (cristiana, musulmán, hindú y judía) las preocupaciones difieren, pero un tema resulta ineludible: La convivencia.
A la mayoría de los caballas (como se conoce a los oriundos de Ceuta) el término convivencia les parece excesivamente generoso. Prefieren hablar de coexistencia, sobre todo desde el lado musulmán, que representa aproximadamente al 35% de la población. El resto se reparte en un 60% de cristianos y el restante 5% entre judíos e hindúes. "Hay un gran desequilibrio social en la ciudad", se queja Mohamed Alí, presidente de la Unión Democrática Ceutí, la segunda fuerza en la asamblea con 3 miembros (el PP tiene 19). "El problema se acentuó porque al colectivo musulmán se le negaron documentos durante décadas, por lo que no podían acceder a los servicios que ofrecía la ciudad. Ahora es necesario desarrollar políticas de discriminación positiva".
Este colectivo se queja todavía de un régimen de discriminación que les mantuvo, según ellos, alejados del trabajo o la vivienda. Vivas reconoce las diferencias, pero matiza: "Hay menores niveles de equipamiento en las barriadas periféricas [de mayoría de población musulmana], pero también es cierto que hay un menor nivel de vida del contingente migratorio [procedente de Marruecos] que las ha formado". Un responsable de la Delegación del Gobierno confirma la idea de Vivas y apunta una posible solución: "Es un problema de segregación del territorio, pero va a cambiar cuando se termine el nuevo hospital en la zona del Príncipe [una de las barriadas más conflictivas], que cambiará la fisonomía de la zona".
La economía ceutí tampoco pasa su mejor momento, y su futuro es incierto. La situación es "alarmante", advierte Antonia Palomo, secretaria general del PSOE en Ceuta. "Hace falta definir un futuro económico estable", admite Vivas. La ciudad autónoma tiene un problema reconocido por todos: su falta de autonomía. Con un presupuesto ligeramente inferior a los 230 millones de euros, el Estado aporta 120, un 52%. A esto hay que añadirle otro aspecto, como es la caída de los ingresos del IPSI (el equivalente al IVA y la principal forma de autofinanciación de la ciudad) en un 8% este año. "Ceuta vive del comercio, pero hay una excesiva dependencia del comercio transfronterizo. Hay que diversificar la economía", sigue el alcalde. ¿Cómo? "Tenemos que explotar más el turismo".
Los ciudadanos también aprecian este problema y diagnostican las causas: en una ciudad que cuenta con el incentivo de las compras por los bajos precios "hay que ofrecerle más al turista", cuenta Mustafá. "Vienen y se encuentran todo cerrado". De momento, van por buen camino. Según datos del Ayuntamiento, en el primer semestre del año 60.000 personas han visitado la ciudad, un 200% más que el año pasado. Desde la Delegación del Gobierno se coincide en este análisis: "El turismo está aún por explotar, así como la especial condición de la ciudad por su régimen fiscal especial [no paraíso, subrayan] que debería atraer a más empresas a asentarse en Ceuta".
Empresas que generarían empleo. Un empleo que necesita la ciudad. La tasa del paro en Ceuta es del 15%, cuando la media nacional ronda el 9%. Este problema es especialmente preocupante entre las mujeres, que doblan a los hombres en número de desempleadas.
A la altura del récord de pértiga
En julio, el Gobierno comenzó la última de las reformas de la valla que separa Ceuta de Marruecos, y es que todas las medidas parecen pocas para detener a los sin papeles. Los inmigrantes irregulares, que se agolpan a centenares en el lado marroquí -en Melilla principalmente-, tratan de entrar a España utilizando escaleras para saltar la alambrada. Pero no sólo los inmigrantes tratan de sortear el perímetro. En la dirección contraria, los porteadores esperan un despiste de la Guardia Civil para lanzar paquetes de contrabando por encima de la verja. Actualmente logran superar los tres metros de altura con relativa facilidad. Por eso el gobierno trabaja -el 35% ya ha sido realizado- en doblar la altura hasta seis metros para dificultar los saltos
sobre la verja tanto de personas como de material. El récord mundial de salto con pértiga, de Sergey Bubka, está en 6,14 metros.
Además de doblar la altura, en Ceuta se ha mejorado el sistema de detección de intrusos. Se han cambiado las cámaras de vigilancia (ahora las imágenes son en color), el cableado de los micrófonos y el ordenador central. En total, 1.775.000 euros, de los que 1,5 millones se destinarán a elevar la verja.
La cifra es ridícula si se compara con la cantidad de dinero que se ha tragado la frontera. En 1999, la valla que había en Ceuta resultaba insuficiente para contener a los inmigrantes que intentaban entrar. El Gobierno decidió cambiarla e invirtió 5.500 millones de pesetas. No se había terminado y ya resultaba insuficiente para contener a los sin papeles. Además, sufrió desprendimientos por corrimientos de tierras. Había que cambiarla de nuevo. Se levantó otra nueva, más resistente, mejor equipada (con 17 torres de control) que supuso una inversión de 2.800 millones de pesetas.
Esto en Ceuta. En Melilla, la alambrada también ha visto como se doblaba su altura, aunque sólo en tres de 12 kilómetros. La gran reforma del perímetro se realizó, en este caso, en 1998. Costó 1.500 millones.
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