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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lecciones de Yukos

Vladímir Putin tiene ya escrito el final de la operación de acoso y derribo contra la petrolera Yukos, aunque la ejecución técnica del plan de neutralización de esta empresa como sujeto económico y político independiente se demore más o menos. Cualesquiera que sean los detalles en el proceso penal contra Mijaíl Jodorkovski, el fin del Kremlin al tratar de estrangular su imperio es anular un poder que se había convertido en una amenaza para Putin desde el momento en que el magnate adelantó proyectos que iban más allá de lo económico.

Está por ver si Putin pasará también factura a otros oligarcas que medraron con Yeltsin. ¿Le pedirá a Abramóvich las cuentas de la compra del club de fútbol Chelsea? ¿Se desentenderá de los pecados fiscales pasados de otros oligarcas? Mientras se aclaran estas incógnitas, hay varias lecciones del caso Yukos para los dirigentes democráticos europeos. La primera es que la división de poderes no es aún una realidad operativa en Rusia. Muchos políticos de la nueva Rusia no imaginan que la justicia pueda ser algo diferente a una prolongación del poder ejecutivo. Jueces y fiscales se orientan hacia el rumbo del Kremlin, no sólo porque reciban directrices telefónicas, sino siguiendo el sistema de pistas y señales, entre las que destaca el tono de la televisión estatal. Las leyes y documentos oficiales tienen un valor relativo en Rusia. Existe un código de comportamiento que es un criterio más definitivo.

La segunda es que la política y la economía rusas tienden hoy al monopolio. Por razones históricas y porque las oportunidades de diversificación (libre competencia de partidos y de empresas) no llegaron a prender. En parte por la inexperiencia de los actores (y por su codicia) y en parte por razones de inercia. Putin es la personificación de esos condicionantes.

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Y la tercera, que los empresarios occidentales deben saber que sus intereses en Rusia no podrán progresar si chocan con la idea del Estado de los dirigentes políticos. Los negocios, sobre todo los grandes negocios, son imposibles sin contar con el Estado y, sobre todo, con los intereses de los dirigentes que representan ese Estado en un momento particular. Que los mandatarios europeos no quieran incomodar a Putin con preguntas abiertas sobre Jodorkovski o Yukos y se laven las manos ante la pervivencia de prácticas autoritarias tal vez sea explicable teniendo en cuenta la magnitud de los recursos naturales rusos y las dependencias de Europa, pero es descorazonador para quienes trabajan por un Estado democrático y plural en Rusia.

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