"La mentira siempre es mucho más peligrosa que exponer lo que sucede"
El politólogo Benjamin Barber (Nueva York, 1939) acaba de publicar El imperio del miedo. Guerra terrorismo y democracia (Paidós) y ha estado en Barcelona para participar en el ciclo de debates En guerra, organizados por el CIDOB, el Centro de Cultura Contemporánea (CCCB) y el Fórum. Hombre polifacético, guionista de televisión, realizador y productor de documentales educativos, autor de libretos para óperas y piezas teatrales -su mujer es la actriz y coreógrafa Leah Kreutzer- y autor de novelas como Marriage voices, Barber ha sido asesor del ex presidente Bill Clinton y del candidato demócrata Howard Dean. Su contribución a la teoría política consta de decenas de títulos, entre los que destaca su ya clásico de 1984 Democracia fuerte (Almuzara).
"Es perfectamente apropiado que el nuevo Gobierno [socialista] cumpla una promesa electoral"
PREGUNTA. ¿Qué está pasando en Estados Unidos?
RESPUESTA. La sociedad norteamericana probablemente está más dividida que nunca en su historia. Por un lado está el país que tras la II Guerra Mundial creo la arquitectura de las Naciones Unidas e insistió en el concepto de seguridad colectiva; un país abierto por el que mucha gente de todo el mundo votó con sus pies [en referencia a los ciudadanos procedentes de la masiva emigración] y que, de hecho, ganó la elección de 2000 en número de votos [Al Gore reconoció a Bush como presidente por no entrar en una batalla judicial después de una larga polémica sobre la autenticidad del recuento de votos que acabó en un veredicto, de inclinación conservadora, favorable a Bush]. La otra Norteamérica es la que tiene miedo, la que cierra sus fronteras, sospecha del resto del mundo y propone una sociedad protestante cerrada. Es la misma gente que a finales del siglo XIX no quería católicos italianos o polacos ni judíos y que ahora dice lo mismo de los latinos. Me alucina la ignorancia de gente como Huntington, que predican desde su cátedra de Harvard pero no ven nada, no saben nada. Es la misma basura reciclada. Por un lado dan miedo, pero por otro me tranquiliza ver que son la misma basura de siempre. Y le repito, la izquierda sigue ahí, ganó de hecho la última elección y va a ganar ésta. Se lo garantizo.
P. ¿Cree que el PP perdió las elecciones porque los españoles tenían miedo al terrorismo?
R. No. Ésta es la explicación que da George Bush y su gente. Los españoles, desde el primer momento, y así lo indicaban las encuestas, estaban abrumadoramente contra la guerra, sólo si hubieran estado a favor de invadir Irak valdría esta explicación. Al igual que sucedió con Richard Nixon y el caso Watergate la mentira es siempre mucho más peligrosa que exponer lo que de verdad ha sucedido. Según tengo entendido, entre el atentado del 11-M y las elecciones, el Gobierno de José María Aznar intentó ocultar la información que apuntaba a Al Qaeda y culpar al terrorismo vasco. Aznar, en persona, llamó a la televisión y a los periódicos. Cuando esta mentira quedó clara, el Gobierno fue apropiada y consecuentemente castigado con la derrota en las urnas. Como siempre sucede en una democracia. Nunca aprendemos.
P. ¿Qué opina de la decisión de España de retirar sus tropas de Irak?
R. Es perfectamente apropiado que un nuevo Gobierno cumpla una promesa electoral. Siempre se plantean cuestiones tácticas, pero una vez que se ha decidido hacerlo no hay una manera fácil de llevarlo a cabo, siempre habrá críticas y alguien que diga que en Al Qaeda están muy contentos. Pero el hecho es que Al Qaeda ataca cuando y como quiere. Y decir que están negociando con los terroristas es absurdo. Simplemente expresaron la postura a largo plazo de los españoles, sacándolos de la coalición en la que no querían estar.
P. Cuál cree usted que es la razón profunda de esta guerra.
R. No creo en la explicación cínica de que la guerra es sobre el petróleo, ni que Bush quiere vengar el intento de asesinato de su padre. Creo que Bush es sincero y honesto como creyente cristiano.
P. ¿Es una guerra ideológica?
R. Por supuesto. Hay mucha gente en Washington que quería una guerra contra Irak antes del 11 de septiembre, por todo tipo de razones, llámese petróleo o cualquier otra cosa. Pero no Bush. Tal vez Cheney o Wolfowitz, pero ni siquiera Rumsfeld. Los atentados del 11 de septiembre tuvieron un efecto transformador en Bush, que era un chico elegido presidente sin saber muy bien por qué, sin objetivos claros, débil e inefectivo. Ese día, los atentados pusieron una chispa en su cerebro y se dijo a sí mismo: ahora sé por qué fui elegido presidente, ahora sé por qué Dios me puso ahí, para luchar contra el terrorismo, contra el mal. George W. Bush sufrió una transformación carismática, y fue en ese momento cuando se acercó a Blair, porque Blair también es un creyente. La gente cree que por ser europeo y sofisticado es diferente, pero de hecho, al igual que Bush, es carismático, es un creyente cristiano fundamentalista y usa el lenguaje de la moral del bien y del mal.
P. Pero esto lo inventó Ronald Reagan.
R. Reagan era un pragmático. En una situación así hubiera buscado un arreglo, o maniobrado, pero esto no es lo que hace un verdadero creyente como Bush que no dará marcha atrás porque está convencido de que está en posesión de la verdad. Cuanto más se le diga lo contrario más se convencerá de que no debe hacerles caso. Éste es su punto débil, está trabajando contra sí mismo. Si uno está luchando en la batalla final de Armagedón y un mensajero llega y le dice que los ángeles están perdiendo contra los demonios, no pensará en retirarse y pactar, sino en luchar más encarnizadamente contra el mal. Es la hybris de los griegos, la arrogancia de creer que uno posee la verdad. Bush se ha marcado un camino contra la historia y se ha condenado al desastre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.