Al Sáder acepta dejar las armas, pero exige que EE UU se retire de Nayaf
La Conferencia Nacional designa un Parlamento provisional en un ambiente de crispación
El clérigo radical Múqtada al Sáder envió ayer una carta a la Conferencia Nacional iraquí en la que aseguraba aceptar las condiciones del Gobierno para poner punto final a la segunda rebelión en Nayaf y otras ciudades chiíes. Pero también reclamaba que se cumplan algunas de sus condiciones, lo que resta valor a su anunciada rendición. Aunque las negociaciones para que Al Sáder deponga las armas parecían ayer llegar a buen término, el mensaje enviado por la tarde por el extremista clérigo chií deja las puertas abiertas a la tregua o a la batalla.
"Múqtada al Sáder ha aceptado las condiciones fijadas por la Conferencia Nacional", leyó Safiya al Zuhair, miembro de la presidencia de la Asamblea, tras lo que se escucharon aplausos unánimes. Pero la misiva agregaba: "Llamamos al Gobierno iraquí y a la Conferencia Nacional para que aplique las propuestas de Al Sáder. De lo contrario todos tendrán que asumir la responsabilidad". Ni el Gobierno ni los portavoces del líder religioso chií aclararon si el fin de los combates es firme. El Ejecutivo exige que Al Sáder y un millar de fieles que se refugian en el mausoleo de Ali se retiren de Nayaf y que entreguen las armas. El líder chií no concretó si estaba dispuesto al desarme definitivo de su milicia como le exige el Gobierno.
Pocas horas antes de la lectura de la carta enviada por Al Sáder, el ministro de Defensa, Hazem Shalam, había lanzado la más tremenda amenaza hasta la fecha. "Tienen una oportunidad. En las próximas horas tienen que rendirse. Y entregar las armas. Estamos en el proceso de completar los preparativos militares. Les vamos a enseñar una lección que nunca olvidarán", declaró tras reunirse con dirigentes locales de Nayaf. No obstante, precisó que la eventual incursión en el mausoleo de Ali, un asunto de extrema sensibilidad, sería ejecutado por policías iraquíes: "Los norteamericanos sólo se encargarán de la protección aérea y del control de las calles que dan acceso al santuario. Pero la operación de entrada en la mezquita será 100% iraquí". Había temor entre el clero chií. "Parece que el Gobierno ha decidido perpetrar un baño de sangre en Nayaf. Pedimos a la ONU que intervenga para impedirlo", reclamó el ayatolá Kazem Hairi poco antes de hacerse pública la misiva de Al Sáder. La primera revuelta chií de abril se cobró centenares de muertos en Nayaf y Kerbala, las dos ciudades santas del chiísmo. Fue un cierre en falso que puede repetirse.
Y para la vida política de Irak, la jornada fue un fracaso. La Asamblea, que designó un Parlamento interino de 100 escaños con limitadas funciones hasta enero de 2005, acabó como el rosario de la aurora. No se votaron las listas presentadas y numerosos delegados se retiraron del cónclave alegando turbios manejos de los partidos que forman el Ejecutivo de Ayad Alaui. La candidatura promovida por el primer ministro y sus aliados políticos fue proclamada vencedora por la presidencia del foro.
Tras cuatro días de andadura, la Conferencia Nacional, que ha reunido a 1.300 de los grupos políticos, religiosos y tribales fue clausurada sin acuerdo. Se trataba de elegir una Cámara de 100 escaños, para lo que se presentaron dos listas. En la primera, llamada Unidad Nacional Iraquí, predominaban los representantes de los cinco partidos del actual Gobierno de Ayad Alaui. La segunda, denominada Comité Democrático Iraquí, había sido elaborada por quienes se han opuesto a que los partidos kurdos, los dos principales partidos chiíes con ministros en el Ejecutivo, y la formación del primer ministro se hicieran con un control abrumador de la futura Asamblea. Ninguna fue votada por los delegados. En el último minuto, la lista de los opositores fue retirada.
Los 43 delegados de Basora, una ciudad eminentemente chií cuyos máximos dirigentes amenazan con reclamar la autonomía o la secesión, abandonaron el cónclave en señal de protesta por la escasa representatividad que se les otorgaba en el Parlamento transitorio.
Caos en Bagdad
Las medidas de seguridad impuestas por el Gobierno iraquí convirtieron Bagdad en una ciudad con un tráfico insufrible. Si los días precedentes numerosas avenidas que desembocan en la zona verde, el espacio fortificado que acoge el centro de convenciones en el que se celebró la Conferencia Nacional, estaban cortadas, ayer también permanecieron cerrados durante las primeras horas de la mañana los puentes sobre el Tigris más próximos a la sede de la asamblea.
Una vez abierto, cerca del mediodía, el colapso en el puente Al Rashid -por el que desde la margen izquierda del río, al este, se accede directamente al área en el que se reunían los más de 1.300 miembros del cónclave- era de dimensiones descomunales. Para volver y cruzar el Tigris desde la zona oeste era preferible dar un enorme rodeo. Se ganaba tiempo. Y eso que para alcanzar los hoteles en los que se alojan los periodistas fue necesario emplear más de una hora por vías de circunvalación. No sin algunas detenciones. En condiciones normales para esta cuidad de más cinco millones de habitantes, ese trayecto se recorre en poco más de diez minutos.
Los bocinazos se mezclaban esporádicamente con sonidos de disparos y de algún proyectil de mortero. Pero un lugareño comentaba: "Muchos son tiros al aire de la policía, que a veces tiene que imponer su autoridad para regular el tráfico empleando medidas extremas. Disparan para disuadir".
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