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Reportaje:

El difícil otoño de Berlusconi

El jefe del Gobierno italiano se enfrentará tras las vacaciones a una profunda crisis en la coalición que dirige

Enric González

Silvio Berlusconi se dispone a inaugurar el "anfiteatro griego" de 400 plazas que se ha construido en Vila Certosa. La residencia sarda está más hermosa que nunca, con sus 50 hectáreas de jardín, sus 5 piscinas nuevas y su entrada marina ultrasecreta, por desgracia aún en obras. Pero estas vacaciones no son tan dulces como otras. El otoño se presenta cargado de amenazas. Aunque el presidente del Gobierno italiano se proclama optimista, su fortuna parece oscurecerse. No consigue cuadrar las cuentas públicas, tiene encallada la reforma constitucional hacia el federalismo y, lo peor, sus socios de coalición no le consideran ya indispensable. Octubre será un mes turbulento, tras el que se perfila la posibilidad de unas elecciones anticipadas.

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En el círculo más afín a Berlusconi se considera que las turbulencias de julio, provisionalmente cerradas con el cese del ministro de Economía, Giulio Tremonti, fueron debidas a un exceso de confianza por parte de aliados como el democristiano Marco Follini y el posfascista Gianfranco Fini. Según esa teoría, a vuelta de vacaciones, en cuanto los diputados "revoltosos" comprueben que existe un riesgo real de perder el poder, el escaño y el coche oficial, se cerrarán filas y la coalición se pondrá de acuerdo en los grandes temas pendientes. "Se acercan momentos electorales importantes y será necesaria una absoluta concordia, por eso creo que lo peor ha pasado", afirma el propio Berlusconi. El presidente del Gobierno se siente "muy optimista" y cree incluso que mejorará la economía, pese al alza de los precios del petróleo.

Silvio Berlusconi es un gran vendedor de optimismo. Esa cualidad, el anticomunismo de buena parte de la población y la esperanza colectiva de que con él sería posible reformar un Estado esclerótico componen el tríptico de las razones de su éxito político. Los italianos, sin embargo, se muestran crecientemente escépticos ante las promesas. La derrota del frente conservador berlusconiano en las europeas fue un síntoma de desánimo: el endeudamiento público de Italia sigue siendo el mayor de la UE, la economía apenas crece y las famosas reformas permanecen pendientes.

El argumento de que el miedo a perder los escaños hará que todos los parlamentarios se vuelquen en el apoyo a Berlusconi puede funcionar también a la inversa: en la propia Forza Italia, el partido de Il Cavaliere, empiezan a detectarse tibiezas y aproximaciones a la izquierda, como las del grupo vinculado al movimiento católico centrista Comunión y Liberación, precisamente por miedo a que un hundimiento de Berlusconi arrastre a quienes le respaldan. Ese miedo agita en general a todos los partidos de la Casa de las Libertades, como se vio en la minicrisis de julio. Todos toman posiciones, por si una crisis obligara a la convocatoria de elecciones anticipadas.

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Il Cavaliere, que el mes pasado consiguió forzar la aprobación de la reforma de las pensiones vinculando el voto a una moción de confianza (el no a la reforma habría supuesto la caída del Gobierno), ha prometido nuevos retoques en el Gabinete para septiembre u octubre y un reactivamiento de la actividad legislativa. Hará falta superar dos escollos. El primero, la reforma federalista exigida por la Liga Norte. A principios de septiembre, en Roma, se reunirán representantes de todos los partidos de la coalición de Berlusconi para buscar un acuerdo que parece difícil.

Umberto Bossi, el hospitalizado líder de la Liga, emitió unos días atrás un mensaje grabado en el que se mostraba inflexible: "Sobre el federalismo no cederemos nunca. Quiero volver para ver libre la Padania (la unión teórica de las regiones del norte industrial). Roma ladrona no vencerá". Los democristianos de UDC, parte de la posfascista Alianza Nacional, el conjunto de la izquierda y la poderosa patronal Confindustria, presidida por el hombre más popular y estimado de Italia en estos momentos, Luca di Montezemolo, recelan en cambio del federalismo.

El otro escollo es el presupuestario. Berlusconi y su nuevo ministro de Economía, Domenico Siniscalco, necesitan 24.000 millones de euros, por la vía de aumentar los ingresos o recortar los gastos, para evitar que a fin de año Italia rebase el límite de déficit del 3% del PIB. Mientras se prepara esa difícil ley complementaria de los presupuestos, Il Cavaliere sigue prometiendo una rebaja de impuestos que ni el Banco de Italia ni el Fondo Monetario Internacional ni la OCDE consideran posible.

Hay otros arrecifes menores, pero peligrosos: los democristianos exigen un retorno al sistema electoral proporcional, en perjuicio de la mayoritaria Forza Italia; el propio Berlusconi quiere acabar con la par conditio (la ley que establece la igualdad de oportunidades en las campañas electorales) contra la opinión de los democristianos; Alianza Nacional se cuartea en facciones (Derecha Social, Derecha Protagonista, Nueva Alianza) y pone en peligro el pilar más sólido del berlusconismo, al margen de la propia Forza Italia.

En Vila Certosa, donde disfruta de sus piscinas y de la breve compañía de Tony Blair, Berlusconi permanece pegado al teléfono para calmar los ánimos de su gente y para buscar improbables consensos. Sus vacaciones no son tan felices como las del pasado año, cuando se exhibió por Cerdeña con Vladímir Putin y con José María Aznar. Esta vez, Berlusconi trabaja más que nunca. El otoño se presenta difícil.

Berlusconi se dispone a recibir al matrimonio Blair el lunes durante sus vacaciones en Cerdeña.
Berlusconi se dispone a recibir al matrimonio Blair el lunes durante sus vacaciones en Cerdeña.AP

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