La natación española está hundida
En un mundo donde Rumania, Polonia y Ucrania tienen medallas, donde Italia y Francia están siempre en las finales, España no tiene nada que decir
España avanza de forma mediocre por los Juegos. No está a la altura de las expectativas, pero todavía falta un largo trecho por completar. La impresión, sin embargo, es que ciertos aspectos del deporte español están en entredicho. En este capítulo nada resulta más desastroso que el rendimiento del equipo de natación. Si la primera semana pertenece por historia y rango a los nadadores, España responde como siempre: con una actuación lamentable.
En las primeras cuatro jornadas, los españoles se han limitado al trabajo de espectadores, turistas en Atenas, sin más placer que observar las hazañas de Phelps, Thorpe o Klochkova. Protagonismo, ninguno. Fuera del quinto puesto de Yivanevskaia, un satélite que funciona por libre, como en su día Martín López Zubero, el equipo puede proclamarse como uno de los más decepcionantes de Europa. Sólo María Peláez ha alcanzado las semifinales, donde quedó la última de su serie. Los demás, ni eso. El desastre remite al de Sidney, y así sucesivamente. En un mundo donde Rumania, Polonia y Ucrania tienen medallas de oro y de plata, donde Italia y Francia colocan constantemente a sus nadadores en las finales, España no tiene nada que decir.
Es una broma lo que ocurre con los nadadores españoles, algunos de los cuales amenazan con lograr buenas marcas cuando no es necesario. Las consiguen, se clasifican para los Juegos y luego se echan a dormir. Los Juegos no son el objetivo. Para ellos no es el lugar donde realizar las mejores marcas personales. Ninguno lo ha hecho. Todos han fracasado. Es un fracaso viejo, previsto, con tantos antecedentes que obliga a pensar en las graves responsabilidades de la Federación Española de Natación.
España no pinta nada en la natación desde hace demasiados años. Los fracasos se repiten y no pasa nada. Es algo muy típico del deporte español, muchas de cuyas federaciones están instaladas en la molicie. Lo más asombroso es que Rafael Blanco, el hombre que presidió durante años la federación, con los nefastos resultados conocidos, figure ahora como director de deportes del Consejo. Es una concesión de orden político que no atiende a los criterios de exigencia que demanda el deporte español. No puede ser que el autor del fracaso en la natación sea el arquitecto del relanzamiento del deporte en España. Es una ecuación que no cuadra. En realidad, se trata de lo de siempre: el triunfo de la mediocridad, del orden establecido. El futuro es cualquier cosa menos optimista con esta clase dirigente.
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