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Reportaje:

Vivir abrasado

Juan Carlos Paz, superviviente de la explosión que mató hace un año a nueve trabajadores en la refinería de Repsol en Puertollano, apenas puede andar

Juan Carlos Paz no olvidará jamás el 14 de agosto de 2003. Aunque lo consiguiera, su propio cuerpo siempre se lo recordaría. Ese día, uno de los tanques de gasolina de la refinería que tiene Repsol-YPF en Puertollano (Ciudad Real) explotó, causando la muerte de nueve de sus compañeros. Él fue el único de los heridos graves -hubo tres leves- que sobrevivió. Se aferró a la vida: "doctor, no me quiero morir", le dijo al médico poco después del accidente. A sus 40 años, estuvo a punto. Tres horas más tarde entró en coma, la primera de las consecuencias de la explosión. Salió 62 días más tarde. Después, cuatro operaciones, múltiples injertos de piel y la imposibilidad de andar. Tres horas diarias de rehabilitación le permitieron volver a caminar hace un par de meses, pero todavía con dificultades.

Hace justo un año, a las 8.15, Juan Carlos (casado con Rosario García, tienen un hijo de 13 años) y sus compañeros se dirigían, en dos furgonetas, a sus puestos de trabajo. "La furgoneta empezó a acelerarse y, de pronto, ¡pum! [mueve los brazos de abajo arriba simulando una explosión]". Llegaron a romperse cristales de algunas casas del pueblo, a cinco kilómetros de distancia. Los vecinos se echaron a la calle. Todos sabían qué había sido: "La refinería". Los trabajadores, achicharrados pero conscientes, salieron de la Citroën Berlingo y echaron a andar hacia la puerta. "Cuando íbamos andando debió de explotar otro tanque, hizo ¡puuum! ", recuerda Juan Carlos. "Fue muy gordo. La gente cree que no es tan traumático porque luego no te acuerdas de nada, pero yo me acuerdo de todo perfectamente".

Tuvo tiempo de ver a su mujer antes de que le trasladaran al hospital de Puertollano. Rosario lo recuerda acongojada: "Se veía claramente que era grave. Lo que más me impresionó fueron sus manos, tenía trozos sueltos, le faltaban falanges". Juan Carlos "estaba tranquilo, no sentía nada". Llegaron las complicaciones. Un problema en el corazón le dejó en coma. Tuvieron que trasladarle, junto a sus compañeros heridos, a hospitales especializados en quemados en Madrid. Los demás fueron muriendo con el paso de los días.

Después de la explosión se incendiaron los tanques adyacentes. El equipo de seguridad de la planta tardó dos días en sofocar el fuego. Los trabajadores se pusieron en huelga, la situación se volvió tensa en el pueblo. Algunos vecinos llegaron a evacuar sus casas. Todo volvió a la normalidad poco después, cuando Repsol subió el sueldo de los trabajadores de la refinería y aumentó las medidas de seguridad.

Pasado el coma, el tedioso hospital. Guardar cama. Salió el 6 de noviembre y se fue a casa. Por el camino, tres operaciones: en los brazos, en la espalda y en las piernas. Otra más en abril, en la mano izquierda. En septiembre le operarán de la derecha. Las secuelas del accidente son perfectamente visibles. Juan Carlos se quemó el 60% de la superficie corporal. Apenas le queda oreja izquierda. La piel de los brazos, "desde más arriba del codo hasta las uñas", completamente reinsertada. Tiene los brazos marcados como si le hubieran puesto una parrilla al rojo vivo encima. Una enorme cicatriz, de cerca de un centímetro de profundidad, le atraviesa el antebrazo. "Cuando me operaron me tuvieron que cortar la piel porque no podían estirarme el brazo". Como consecuencia de las quemaduras perdió la movilidad en las piernas. Las manos tampoco respondían. Se le agarrotaron los dedos y, cuando la piel se regeneró, se le quedaron unidos a la palma -doblados, tal cual estaban- por su propia piel. La mano izquierda ya se la operaron y está recuperando la movilidad poco a poco. La derecha, de momento, es inútil. No tiene fuerza. Hace sólo dos meses que puede caminar. La explosión le afectó los nervios de las piernas y perdió el juego de pies. No los puede doblar, como si no tuviera articulación en el tobillo.

Desde que despertó del coma, rehabilitación. Tres horas diarias. Poco a poco, apoyado por los fisioterapeutas, fue recuperando la movilidad. A pesar de las mejoras, "necesita una persona al lado las 24 horas del día", cuenta Rosario. "No se puede vestir, ni comer, ni hacer sus necesidades él solo. Tuve que dejar mi trabajo para cuidarle". ¿Qué perspectivas le dan los médicos? "Ninguna". "No se sabe cómo puede evolucionar esto", comenta resignado Juan Carlos. "Es una cuestión de tiempo, hay que ir viendo cómo va". Además de éstas, hay otras consecuencias físicas. "No me puede dar el sol, me pica mucho la piel. Me tienen que aplicar crema constantemente porque me tira mucho". Moralmente, es otra cosa. "No lo puedo olvidar, es difícil". Especialmente estos días, cuando se cumple el primer aniversario. Cuando se acuerda de sus compañeros, se le entrecorta la voz, le cuesta expresarse. Empieza a nombrarlos uno a uno. "Es dramático, nueve muertos. Aquello fue impresionante".

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Juan Carlos no tiene queja alguna de Repsol. "Me han tratado muy bien, a mi familia no le ha faltado nada desde que pasó el accidente". Después de la explosión, la empresa negoció individualmente con los familiares de los que sufrieron el accidente. Llegaron a un acuerdo con cada uno de ellos, una indemnización. ¿Cuánto? "No se puede decir". Quizá por eso no se moja a la hora de depurar responsabilidades. "No soy quién para juzgar lo que ha pasado, para eso están los peritos. Yo soy un simple trabajador, que las autoridades se hagan cargo". Sin embargo, se enciende cuando se le habla de las conclusiones a las que llegó Repsol. "Eso es mentira". Está a la espera de la resolución judicial, aunque él no ha denunciado.

Juan Carlos pasa los días entre la rehabilitación (hace bicicleta, cinta, le dan masajes...), la siesta ("hasta las siete de la tarde más o menos") y un paseo, siempre con su mujer acompañándole. "Antes íbamos con la silla de ruedas, ahora, al menos podemos andar".

Juan Carlos Paz.
Juan Carlos Paz.FRANCISCO BONILLA

Buscando al responsable

Cuando se apagó el incendio en la refinería, las diferentes partes comenzaron las investigaciones. Tres están cerradas, y una cuarta, la judicial, sigue abierta. Todas coinciden en una parte, por qué se originó el fuego.

Simplificándolo, un gas "inadecuado" se acumuló en un tanque durante cuatro días. Finalmente, el gas acabó fugándose del tanque hasta que encontró "un punto caliente", aún desconocido, y deflagró. El incendio se propagó a otros seis tanques. En total, ocho millones de litros de gasolina ardieron. Hasta aquí las coincidencias.

Las conclusiones discrepan notablemente. Los sindicatos responsabilizaron a los sistemas de seguridad de la empresa, que según ellos fallaron. Repsol concluyó que las alarmas avisaron y que fueron los operarios quienes cometieron el error de no quemar el excedente de gas. La tercera investigación, de la Consejería de Industria y Trabajo de Castilla-La Mancha, también encontró culpable a la empresa por no evaluar los posibles riesgos que había en la planta.

El Ministerio de Trabajo, por su parte, ha propuesto a la comunidad una multa de hasta 1,2 millones de euros para Repsol. Los juzgados también están estudiando el accidente. Un precedente: en noviembre, el Tribunal Supremo confirmó una multa de de 390.657 euros impuesta a Repsol por un accidente que en 1996 causó la muerte de cuatro trabajadores en las misma refinería.

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