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Pie de foto | 6 de marzo de 2004
Columna
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Baño de masas

Juan José Millás

Qué tiene esta foto de Letizia Ortiz que no tengan todas las demás? Tiene que es una foto con lengua. Está sacada un día en el que el Príncipe y la periodista, a la sazón novios, fueron a pedirle algo que no hemos logrado averiguar a Jesús de Medinaceli, ante cuya imagen se forman unas colas increíbles de beatas y beatos el primer viernes de cada mes de marzo. Si se pudiera separar la religión de la superstición, diríamos que el Cristo de Medinaceli despierta más los instintos fetichistas que los propiamente religiosos de los creyentes, pero si no se pudieran separar, y quizá no, no diríamos nada. Así que quédense ustedes con la idea de que estamos hablando de un Cristo que en la tradición popular es muy milagrero, al contrario que otros con las mismas oportunidades, puesto que todos son hijos del mismo padre. Ahora vamos a imaginar que esos dos jóvenes modernos, esa mujer y ese hombre del siglo XXI, como se describió tantas veces a la famosa pareja, estaban un día en la Zarzuela sin saber qué hacer y uno de ellos va y dice:

-¿Por qué no vamos a orar ante el Cristo de Medinaceli aprovechando que es el primer viernes de marzo?

-Es que hay unas colas que dan la vuelta a la manzana.

-Mejor. Así el Cristo apreciará nuestro sacrificio y escuchará con más atención nuestras oraciones.

Como la escena que acabamos de describir es completamente inverosímil incluso en la España de Aznar (aún no había perdido las elecciones), vamos a ser sensatos y a pensar que los asesores de la Casa Real decidieron que un acontecimiento de ese tipo era ideal para que Letizia se dejara ver en compañía del Príncipe, de modo que el pueblo se fuera acostumbrando a ella. Podrían haberlos llevado al Museo del Prado, pero entonces no habríamos visto esa muestra de adhesión popular obtenida con el simple recurso de desplazar la atención emocional de un fetiche a otro. Los visitantes de los museos, al contrario de los visitantes de las iglesias, son muy distantes, muy racionalistas si ustedes quieren, y no se dejan conmover fácilmente.

El caso es que Letizia recibió un baño de masas, que era de lo que se trataba. Quizá la entonces prometida del Príncipe no era consciente de las responsabilidades que había adquirido con la historia al prometerse con Felipe, pues su rostro no refleja aún la deflación que se instalaría más tarde en su mirada. De hecho, ni siquiera había comenzado a adelgazar. En ese sentido, esta fotografía es única, pues señala ese instante en el que, al no haber dejado de ser Letizia Ortiz, tenía muchos motivos de alegría frente a la perspectiva de dejar de serlo. Por eso, porque era feliz y porque era ella, se dejó fotografiar con lengua, algo completamente imposible unas semanas más tarde, tras el cursillo acelerado de princesa que recibió junto a las clases de preparación al matrimonio cristiano. Es probable que esa lengua que muestra al mismo tiempo incredulidad y dicha no permaneciera fuera de su boca más de dos o tres segundos, tal vez los dos o tres segundos más felices en la vida de su propietaria. Lo que, de ser cierto, vendría a demostrar que la felicidad tampoco dura mucho en la casa de los ricos.

CRISTOBAL MANUEL

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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