_
_
_
_
_
VIOLENCIA EN IRAK

Las calles de Bagdad se vacían tras el toque de queda impuesto por los rebeldes chiíes

Los milicianos montan puestos de control que cierran el paso a los habitantes de Ciudad Sáder

Las bombas y atentados no aterrorizan a los bagdadíes, que se resisten a no hacer vida normal. Pero el miedo se palpaba ayer en la capital iraquí. Y se apreciaba el nerviosismo de los policías, que en algún puesto de control de las amplias avenidas de la ciudad observaban a conductores y acompañantes con semblantes tensos. El toque de queda impuesto el lunes por el Gobierno en el distrito de Ciudad Sáder, feudo del clérigo extremista Múqtada al Sáder, ha tenido efectos que se observan a simple vista. Aún más consecuencias ha provocado la misma medida que el líder religioso chií ha extendido al resto de la ciudad. Bagdad era irreconocible. Sin atascos, sin aglomeraciones y con los comercios cerrados a cal y canto.

Más información
Las tropas de EE UU preparan la ofensiva final contra la rebelión chií de Nayaf
Chalabi regresa a Irak para enfrentarse a la justicia
EE UU toma el centro de Nayaf y Al Sáder se refugia en el mausoleo de la ciudad

Infinidad de puestos callejeros parecían abandonados. La mayoría de los locales comerciales del céntrico distrito de Karrada sí abrieron sus puertas, pero había que esperar mucho para ver a un cliente. En el barrio de Zeyune todavía menos establecimientos ofrecían sus servicios y casi nadie entraba en los locales. En la calle Al Sadun, normalmente atestada de vehículos y de transeúntes, se podía caminar y cruzar la calle sin sortear coches, y aparcar un vehículo era tarea sencilla, algo inverosímil. Los aparcamientos estaban mucho más vacíos que la víspera.

Pero era en Al Mansur, zona residencial en la que radican infinidad de embajadas, donde el panorama era desolador. Ni una sola tienda se podía ver sin las rejas echadas. Porque, el martes, en este barrio de amplias y lujosas viviendas se desataron duros combates entre insurrectos y policías iraquíes. Y un grupo autodenominado Brigadas de la Divina Cólera lanzó pasquines en los que amenazaba a todos los funcionarios del Gobierno y de las instituciones oficiales -excepto a los empleados en organizaciones humanitarias, en el Ministerio de Sanidad y en los hospitales- para que se abstuvieran de acudir a sus trabajos.

El lento y caótico tráfico, aunque ha mejorado ligeramente en las últimas semanas debido a la presencia de policías en muchos cruces de calles, no parecía ayer el que casi siempre sufren los bagdadíes. A la mayor presencia de agentes hay que sumar que los convoyes militares estadounidenses -algunos con grandes banderas iraquíes colgadas en su carrocería- no transitan ya las calles de Bagdad como hace escasos meses, ya que han cedido el espacio a las patrullas de la policía iraquí. "Un trayecto que habitualmente supera la hora de duración se recorría ayer en apenas 20 minutos", comentaba un capitalino.

Poblado por alrededor de dos millones de personas, en su mayoría paupérrimas y muchas llegadas desde el sur de Irak, infinidad de residentes de Ciudad Sáder permanecieron en sus casas o combatiendo a los norteamericanos en las polvorientas calles del distrito. Aunque hubieran deseado trasladarse al centro de la ciudad, lo habrían tenido casi imposible. "Los milicianos fieles a Al Sáder han montado puestos de control a la salida de Ciudad Sáder para impedir salir a la gente. Quieren boicotear al Gobierno y crear inestabilidad", comentó por teléfono un vecino del mísero arrabal, desde donde parten cada mañana miles de coches hacia el centro de Bagdad.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Namir, un suní casado con una chií que reside en Al Adel, un área alejada del centro y próxima a un barrio en el que los rebeldes partidarios de Al Sáder se enfrentaron en la madrugada de ayer a las tropas norteamericanas, aseguró que, desde el martes, para él han cambiado las cosas. "Normalmente, cuando acabo de trabajar voy con mi mujer a hacer algunas compras o a dar un paseo. Anoche salí solo. La gente tiene miedo y no sale de sus casas. Mi esposa y mi hija se quedaron y se encerraron". "No es que vaya a pasar nada", sonríe poco convencido. "Pero, nunca se sabe".

Soldados del Ejército del Mahdi, armados con lanzagranadas, en las calles de Ciudad Sáder, al este de Bagdad.
Soldados del Ejército del Mahdi, armados con lanzagranadas, en las calles de Ciudad Sáder, al este de Bagdad.ASSOCIATED PRESS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_