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Ciencia recreativa
Columna
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El caso de la piedra lunar

Javier Sampedro

Los medios malteses y una agencia norteamericana anunciaron el pasado 21 de mayo que una piedra lunar había sido robada del Museo de Historia Natural de Mdina, en Malta. La piedra es oriunda del Valle de Taurus-Littrow, en el margen oriental del mar de la Serenidad, y fue traída a la Tierra en 1972 por el Apollo 17, la última misión a la Luna. Nixon la donó al Gobierno maltés en un rasgo de generosidad cósmica. Tiene el tamaño de una alubia, pero puede costar unos cinco millones de euros. ¿Le interesa a usted comprarla? No ponga en la prensa un anuncio que diga "se compra piedra lunar". Los chicos del mercado negro le podrían confundir con el detective retirado Joseph Richard Gutheinz, un antiguo agente especial de la Oficina del Inspector General de la NASA. Y no le tienen un gran aprecio.

Gutheinz escribía el pasado 27 de mayo en www.spacedaily.com: "Cuando era un agente especial de la NASA tuve que investigar la colisión que prendió fuego a la estación espacial Mir, la corrupción de ciertos contratistas de la agencia, los problemas de las lanzaderas, unos cuantos casos de falsos astronautas y hasta un par de piedras lunares robadas".

La piedra robada en Malta es sólo una mínima parte del cargamento de 110 kilos de rocas lunares que trajo a la Tierra el Apollo 17. Las piedras fueron recogidas personalmente por el astronauta Harrison Schmitt, el primer geólogo profesional que pisó la Luna (y el último, por otro lado). Con semejante colección selenita, el presidente Nixon pudo prodigarse no sólo en las islas mediterráneas, sino también en su propio patio trasero, y en 1973 le regaló otra de las piedras al presidente hondureño. La piedra lunar fue robada del palacio presidencial en 1994. Aquel era un trabajo para el agente especial Joseph Richard Gutheinz.

Gutheinz puso un anuncio en los periódicos: "Se compran piedras lunares". A los pocos días, un vendedor de Miami que dijo llamarse Alan Rosen llamó para ofrecerle la piedra por cinco millones de dólares. Gutheinz fue a verle y le preguntó de dónde había sacado la piedra. Rosen le dijo que se la había comprado a un general hondureño por 50.000 dólares. Pésimo negociante, este general. La policía pudo recuperar la piedra en la caja de seguridad bancaria de Rosen. El vendedor reclamó su propiedad, pero un tribunal estadounidense devolvió la roca al Estado hondureño.

Hoy que hace un día más fresco, y aprovechando que el superagente de la NASA ya está retirado, le propongo al lector que resuelva el caso de la piedra lunar de Malta. ¿Qué hubiera hecho Gutheinz?

Mi solución -yo también me apunto- está basada en La piedra lunar, de Wilkie Collins. En esta novela pionera del género policiaco, Rachel Verinder hereda la piedra lunar, un fabuloso diamante amarillo. Por los alrededores de su casa de Yorkshire merodean unos monjes hindúes. Han esperado décadas para recuperar esa piedra mágica, que les fue arrebatada de la ciudad sagrada de Somnauth. Pues bien, lo mismo ha pasado en el museo de Malta.

El 19 de diciembre de 1972, la cápsula del Apollo 17 amerizó en mitad del Pacífico sin incidentes. Un helicóptero recogió a los tres astronautas, Eugene Cernan, Harrison Schmitt y Ronald Evans, para trasladarlos al barco de rescate, el Ticonderoga, que estaba a seis kilómetros. Cernan y Schmitt, los dos astronautas que habían recogido las piedras lunares, fueron recibidos como héroes. Un poco por detrás, y sin que nadie pudiera verlo, los ojos de Evans, el tercer hombre, brillaban de rencor. Él se había tenido que quedar en la cápsula, pero las piedras también eran suyas, y algún día las recuperaría.

LUIS F. SANZ

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