La falsa víctima propiciatoria
Justo en el momento de mayor sensibilización frente al pirateo de discos y de zapatillas deportivas y de pantalones vaqueros, se presentó Bush en Irak con el pavo falso de la foto. No sabemos si lo compró en un top manta o si se lo hicieron de encargo los servicios secretos, pero lo cierto es que, pese a que dan ganas de comérselo, se trataba de una copia de plástico con la que celebró tan ricamente, en compañía de sus soldados, el Día de Acción de Gracias. Las crónicas nunca llegaron a aclarar si los soldados se tragaron el bicho. Pero sí se habían tragado las mentiras patrióticas por las que se estaban jugando la vida (y perdiéndola en muchas ocasiones), tampoco era cuestión de hacer ascos a una réplica de tanta calidad. Quiere decirse que lo más probable es que se comieran el pavo junto a la guarnición, que parece también sintética, aunque está muy lograda.
No sabemos si los productores de pavos auténticos protestaron, como los dueños de las discográficas, ante lo que era una intromisión desleal en la industria de las víctimas propiciatorias. Tengan en cuenta que ese pavo falso no había necesitado comer piensos ni pasar revisiones veterinarias ni ocupar un espacio precioso en una granja avícola. Digamos, por entendernos, que no había pagado derechos de autor. Y sin embargo, Bush consiguió con él idénticos efectos emocionales a los que provoca un pavo de verdad. Observen, si no, el gesto de arrobo de los soldados ante su comandante en jefe, siempre en el caso de que se trate del verdadero comandante en jefe, porque si los piratas saben duplicar una cosa tan compleja como un pavo asado, cabe suponer que no tendrían ninguna dificultad en obtener una réplica de un mecanismo tan simple como Bush. A decir verdad, esto es lo que más nos sorprendió: que se pusiera en duda la autenticidad del ave y no la de su portador. Si hoy día se copia todo (los pavos, los libros, los discos, las películas, los perfumes de Dior, las auténticas cazadoras Lewis, los bolígrafos Parker, los relojes Rolex, las gafas Ray Ban...), ¿por qué no se iba a copiar a un presidente con un vocabulario tan escaso?
En un mundo como Dios manda, la falsificación de la ofrenda animal en una fecha tan señalada para los norteamericanos le habría costado el puesto a Bush y a todo su equipo (¿se imaginan ustedes a Abraham ofreciendo en sacrificio a Dios un cordero de plástico?). Sin embargo, el gesto de Bush fue vendido al electorado como una travesura, sin que nadie llegara a preguntarse cuál era, a partir de ahí, el límite de la mentira. ¿Se puede mentir sobre la verdadera naturaleza de una víctima propiciatoria y decir la verdad sobre la naturaleza de una guerra? Alguien con la sangre fría suficiente como para falsificar un fetiche gastronómico que será primera página de todos los periódicos del mundo ¿va a tener escrúpulos a la hora de falsificar unos documentos secretos que sólo van a ver unos cuantos? ¿Laura Bush es de carne y hueso o se trata de una muñeca hinchable? ¿Tiene el presidente de EE UU intereses económicos en la industria del plástico? Todo son preguntas.
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