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Un hombre entra en el hospital de la Princesa con una pistola detonadora

y siembra el pánico El ex legionario quería quejarse del trato que había recibido su madre en el centro

F. Javier Barroso

Un ex legionario y vecino del barrio de Salamanca, Plácido Antonio H. C., de 52 años, sembró el pánico ayer entre el personal y los pacientes del hospital de la Princesa. El hombre entró en el centro a las 7.30 con una pistola detonadora, con la que no llegó a intimidar a nadie. Pero recorrió varias dependencias con el arma en la mano hasta que lo abandonó. Fue detenido en la calle de Alcalá por agentes de policía a los que dijo que su intención era quejarse del trato que había recibido su madre al ser atendida en el hospital.

La película de terror comenzó sobre las 7.30, cuando Plácido Antonio H. C. se disponía a entrar al hospital. Iba vestido con una camisa blanca, unos pantalones bermudas negros y un pañuelo rojo. En ese momento, sacó una pistola de la cintura y la introdujo en una bolsa de mano que llevaba. Este movimiento no le resultó ajeno a un empleado de la compañía Iberia, que lo vio desde el autocar que lo trasladaba a su trabajo. Éste llamó al 091 de la Jefatura Superior de Policía y alertó de la presencia de ese individuo armado.

A partir de ese momento, se desataron las alarmas. El suceso protagonizado por la doctora Noe-lia de Mingo, que mató a cuchilladas a tres personas en la clínica de la Concepción el año pasado, está aún reciente. A toda velocidad acudieron varios coches patrulla de la comisaría del distrito de Salamanca. Mientras, Plácido Antonio deambulaba a sus anchas por el centro hospitalario.

Y en su búsqueda abrió la puerta de la habitación en la que descansaban tres médicos. En ese momento, llevaba la pistola en la mano, lo que dejó casi sin reacción a los facultativos. Una médica residente llamó de nuevo a la policía en cuanto el individuo salió.

El suceso iba tomando cada vez aspectos más dramáticos, por lo que los responsables del hospital y la policía decidieron cerrar las entradas y salidas del edificio, lo que motivó que algunos pacientes que acudían a urgencias tuvieran que ser atendidos en plena calle. Entre ellos estaba una mujer que acababa de sufrir un ataque epiléptico. Las ambulancias también tuvieron que estacionar en las calles adyacentes para dejar libres los accesos al hospital. Esta clausura temporal retrasó el cambio de turno y las consultas previstas.

Escopetas en ristre

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La policía, incluyendo agentes antidisturbios armados con escopetas, registró cada rincón del hospital en busca del pistolero. Pero jamás podrían encontrarlo: el individuo que traía en jaque a gran número de agentes estaba ya de camino a su casa. O al menos cerca de ella. Sin que nadie se diera cuenta, había salido del hospital antes de ser cerrado.

Después se subió a un taxi y pidió a su conductor que lo llevara a la plaza de Manuel Becerra, situada a menos de un kilómetro del hospital. Durante el breve trayecto, sacó de nuevo el arma y explicó al taxista que estaba muy enfadado porque su madre había estado hasta hace poco en el hospital y, según su relato, había sido muy mal atendida. Tras concluir la carrera, se bajó del vehículo y echó a andar. El taxista llamó a la policía y contó lo que le acababa de ocurrir. También dio la descripción del Plácido Antonio: un hombre desaliñado, de complexión gruesa, de unos 75 kilos.

La policía, que acababa de registrar el hospital, se dirigió a las proximidades de Manuel Becerra para intentar arrestar al hombre armado. Poco a poco, el hospital recuperaba la tranquilidad tras momentos de incertidumbre. Llegó a correr incluso el rumor de que el individuo en cuestión había retenido a varias personas a las que no dudaría en matar. Otros especulaban con que intentaría suicidarse.

Y hubo suerte. Un policía de proximidad montado en una scooter lo localizó sobre las 10.00 sentado en un banco junto a otro hombre, a la altura del número 100 de la calle de Alcalá, junto a la de Goya y a una parada de los autobuses 21 y 146. El agente pidió refuerzos, ante la eventual peligrosidad de Plácido Antonio. Raudos, acudieron varios coches patrulla. Entonces, fue detenido. "El hombre estaba muy tranquilo. Ha estado hablando con los policías durante mucho rato hasta que lo han esposado y se lo han llevado", explicó la portera del número 100 de la calle de Alcalá.

Según explicó a los agentes, se había sentado en el banco a descansar porque el calzado que llevaba (unas sandalias) le habían hecho una herida. Reside en la calle del General Díaz Porlier, cerca de donde fue arrestado. La policía le conminó a que le diera la pistola, cosa que hizo sin oponer ninguna resistencia tras sacarla de la bolsa de mano. Después de hablar unos momentos, los agentes le esposaron y le trasladaron a la comisaría del distrito de Salamanca, donde permanece detenido y a la espera de ser hoy interrogado.

El hombre que estaba con el pistolero en el banco, Santos M. T., de 53 años, que tiene diversos antecedentes, también fue conducido a comisaría por ir indocumentado. Ya en comisaría, los agentes comprobaron que Plácido Antonio había sido cabo de la Legión y que tenía diversos antecedentes, como estafa, resistencia y desobediencia a agentes de la autoridad, riña tumultuaria, usurpación de funciones, y dos reclamaciones judiciales. Será acusado de tenencia de armas prohibidas y de exhibición en zonas públicas, según fuentes policiales.

El episodio de Plácido Antonio no fue el único que se vivió ayer en la región. Un hombre que estaba supuestamente borracho fue detenido por la Guardia Civil a las 5.45 en el kilómetro 26,700 de la autovía de A Coruña (A-6), ya que estaba intentado torear a los coches.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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