Terra y otros fiascos
Las onerosas consecuencias de la llamada burbuja tecnológica y de la pintoresca forma de gestión empresarial que la produjo todavía se están pagando en la actualidad. Terra, la filial de Internet de Telefónica, acaba de vender el portal Lycos, por el que pagó 12.500 millones de dólares en el año 2000, por apenas 105 millones de dólares (unos 87 millones de euros) al grupo surcoreano Daum. Las cuantiosas pérdidas pesan ahora sobre la cuenta de resultados de Telefónica -que tuvo que provisionar unos 10.000 millones a cuenta de un portal que ha resultado un fracaso empresarial y una ruina financiera- y sobre los accionistas minoritarios de Terra. Las protestas de los pequeños accionistas parecen estar más que justificadas por esta última operación, que culmina una serie de decisiones empresariales de difícil explicación.
Para ser más precisos, el fiasco de Terra es imputable, en primer lugar, al estilo de gestión que caracterizó la época en la que Juan Villalonga ocupaba la presidencia de Telefónica en la primera legislatura del PP. En aquellos años se vendían y compraban sin tasa empresas de comunicación, de ocio, portales de Internet y otras participaciones en negocios de variado pelaje sin que los gestores de las compañías parecieran tener en cuenta criterios elementales de rentabilidad o simple viabilidad de la empresa comprada. Buena parte de la gestión posterior de Telefónica, y de otros grandes grupos del sector, se explica por la necesidad de deshacer casi todas las falsas posiciones creadas durante aquellos años. No fue sólo la moda de la burbuja tecnológica lo que explica unas pérdidas millonarias -en dólares o en euros-, sino también una gestión empresarial proclive al dispendio apoyada, cuando no ordenada, por el Gobierno de turno.
Es poco útil extenderse sobre los perfiles de un determinado tipo de gestión empresarial finiquitada. Pero no está de más recordar que muchas operaciones financieras que repercuten para mal sobre los accionistas parecen lejos del alcance de los reguladores -Comisión Nacional del Mercado de Valores, Comisión del Mercado de Telecomunicaciones-, tanto que los accionistas se sienten en estado de permanente desprotección. Y éste es un camino seguro para alimentar la desconfianza en los mercados españoles.
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