Alguien vigila desde el cielo
Los helicópteros de Medio Natural patrullan para detectar incendios y otros atentados contra la naturaleza
Cada día, un helicóptero de Medio Natural se eleva desde el aeropuerto de Sabadell rumbo a "zonas de riesgo". Por la mañana, en el despacho, los pilotos del helicóptero y de una avioneta reciben la información con los puntos de Cataluña donde cabe que se produzca algún incendio. El fuego tiene tres grandes agentes, el rayo, el viento y la sequedad. Pero estos enemigos cuentan con un decidido aliado: el hombre. El payés que prende rastrojos, el industrial que quema los residuos, el constructor que no aísla las urbanizaciones, el pirómano imprevisible. Los agentes rurales tratan de controlar estas actuaciones desde el aire.
Miércoles 4 de agosto. El servicio meteorológico señala que habrá tormentas. El mapa de rayos indica que han caído en abundancia en una franja que arranca en el Pirineo, de Andorra a Puigcerdà, y se prolonga hasta Tàrrega. El mapa de riesgo es benigno: ningún punto de Cataluña se halla en situación extrema ni de riesgo muy alto. Las comarcas al sur del Priorat presentan riesgo alto, al igual que el cabo de Creus. El helicóptero viajará hacia el sur. El norte ha sido observado por la mañana.
El piloto divisa a un campesino que quema rastrojos a escasos metros de una arboleda
El helicóptero recibe permiso y despega. A bordo, el piloto, Jordi; el agente rural Joaquim, y el director general de Medio Natural, Ramon Luque. Rumbo sur, visibilidad media, bajo un cielo difícilmente azul. A los pies de la nave, las carreteras parecen de juguete y las vías de tren una gran maqueta. Bulle la vida. El Llobregat baja turbio por las lluvias recientes.
Los vigías otean a un lado y a otro, y pronto divisan la primera columna de humo: es un vertedero, en Martorell. Cerca de masa boscosa. El helicóptero se sitúa en la vertical y Joaquim utiliza la megafonía. "El Gobierno de Cataluña le recuerda la prohibición de encender fuego en este lugar y en esta época del año. Le rogamos que proceda a apagarlo". Ni caso. Joaquim da cuenta del hecho a la central. Lo ha fotografiado y transmite las coordenadas. "¿Cuánto tiempo tardará la patrulla?", pregunta. Unos 15 minutos, le responden. Y decide que puede seguir la vigilancia.
Los agentes tienen como primera prioridad, sobre todo en los momentos más calurosos del verano, la detección de incendios. Pero no es su única función.
El helicóptero proporciona una visión privilegiada. Se perciben las columnas, pero se advierten también otros aspectos que pueden contribuir a reducir los riesgos en caso de que, al fin, acabe por producirse un incendio. Por ejemplo, la existencia o no de contornos de protección en las urbanizaciones. "En un incendio, la prioridad son las personas y los bienes", explica Joaquim Camprubí, "pero la verdad es que hay que cosas que condicionan. Hay urbanizaciones en las que el bosque entra en las casas. Un soplo y arden enteras".
La aeronave cruza el Penedès y llega hasta la Conca de Barberà. Hace una parada en la Mola d'Estat o de los Quatre Termes (Montblanc), un punto de observación extraordinario sobre la Conca y casi hasta Lleida. A veces, la patrulla permanece ahí durante horas, porque es un lugar idóneo para llegar en casi nada a cualquier punto del sur, desde la vecina sierra de Prades hasta el Ebro. Esta vez la parada ha sido más corta. Lo justo para apreciar que hay una abundante colonia de jabalíes que ha estado hozando en la zona. La tierra está toda levantada.
El viento sopla con fuerza y el piloto sopesa cómo salir con facilidad. Justo mientras se eleva cruza el aire, ligeramente al sur, un hidroavión que ha pasado un par de días en la costa norte. Han caído las temperaturas, han vuelto las lluvias y puede ser más útil en otro punto. Jordi apunta que se dirige a Zaragoza. El helicóptero, en cambio, vuela hacia el norte. Entra en el Baix Camp y se aprecian diversas columnas de humo. La mayoría se producen entre frutales, a más de 500 metros de cualquier masa boscosa. Tras comprobar que no suponen peligro, el vuelo prosigue hacia la base.
Hasta que aparece una humareda que no se ajusta al guión. Es densa y está cerca de un bosquecillo. El piloto se acerca: un campesino quema rastrojos y márgenes. El fuego se halla a escasos metros de una arboleda. Joaquim pone en marcha la megafonía y conmina al hombre a apagar las llamas. Nada. El helicóptero da un par de vueltas. Fotografías, coordenadas de situación. Denuncia a la central. Joaquim aprecia un espacio donde se puede aterrizar. Lo hace, sale y se dirige hacia el campesino.
En un primer momento, el payés no tiene las cosas claras. Entiende que ése es el mejor momento para quemar hierbajos. "Ahora están verdes, si los quemo secos, el fuego puede propagarse a la zona de olivos". Joaquim insiste, debe apagar el fuego, está prohibido porque es peligroso. "Sí bueno, estará pronto", replica el hombre sin aparente mala fe. Joaquim se muestra firme. Finalmente el hombre cede y en un santiamén apaga la fogata. Pero la denuncia está hecha. Al día siguiente pasará la patrulla terrestre y al cabo de unos días le llegará la sanción que se decida.
"Estas actuaciones", sostiene Ramon Luque, "sirven para evitar que se propague el fuego que se apaga, pero también son preventivas. Los vecinos saben que vigilamos y durante unos días no encenderán fuego. Si nadie vigilara, cada payés aplicaría su criterio, que con frecuencia es muy poco científico". Joaquim añade que se han encontrado con quien sostiene que si se hace fuego por la mañana, como el ambiente está fresquito, nunca se propaga, o quien está convencido de que si ha llovido antes ya se puede quemar lo que sea sin peligro.El resto de la jornada sólo conoce la incidencia de una potente tormenta con aparato eléctrico. La base informa al helicóptero del modo de sortearla. Son las ventajas de la coordinación informática. "Esto es una gozada", apunta Joaquim. Y da la impresión de que se refiere a la información, al vuelo y al conjunto de su trabajo.
Canteras, franjas y motos
El helicóptero penetra en el Garraf. El macizo aparece desde el aire parcialmente masacrado, sobre todo por canteras. Son inmensas. Desde las nubes se perciben los mordiscos en la montaña, las agresiones escalonadas. Los agentes rurales prestan especial atención a estas obras. Los responsables de la extracción de áridos tienen la obligación de regenerar la montaña. No siempre lo hacen. Los agentes de Medio Natural fotografían las extracciones y analizan si hay o no procesos de regeneración.
"Ésa está parada", explica Ramon Luque señalando una de las canteras del Garraf. No es la mayor. "La paramos hace una semana porque hacían extracciones donde no debían". A veces paralizan la cantera por falta de regeneración. "Les cuesta mucho ponerse a regenerar, pero en cuanto se les paran las obras, se aplican que parece que estén entusiasmados".
Los agentes observan también las franjas de seguridad bajo torres eléctricas y, de pronto, Joaquim percibe un cámping del que no tiene recuerdo. Quizá sea ilegal. No está seguro. Por si acaso lo fotografía, anota la situación y transmite la información a la base. Parece semiabandonado y está cerca de Valls.
También se vigilan las motos de trial que circulan por los bosque. Desde tierra es muy difícil seguirlas, pero desde el aire es casi imposible que se escapen, sobre todo si el helicóptero se coordina con la vigilancia terrestre, cuyos agentes conocen bien la zona y, con frecuencia, incluso pueden saber de quién se trata a partir de la información aérea.
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