Púlpito antifeminista
La Iglesia católica, que desde hace siglos niega a las mujeres el mismo papel que concede a los hombres, arremete ahora contra el feminismo porque, opina, equipara "en todo" al hombre y a la mujer. Esta crítica del Vaticano, difundida el domingo pasado en una carta a los obispos elaborada por la Congregación para la Doctrina de la Fe (antes llamada Santo Oficio), ha atizado en España una polémica que ya alcanza el bolsillo de los contribuyentes: ¿Debe un Estado democrático y aconfesional financiar una entidad contraria a la igualdad de hombres y mujeres?
La andanada vaticana arroja más gasolina al fuego abierto entre la jerarquía católica y un Gobierno que ha hecho bandera de las políticas de igualdad. Aún están frescas las condenas de los obispos a la legalización del matrimonio homosexual que pretende el PSOE, y que llevaron a algún ministro a plantear la necesidad de acabar con la millonaria ayuda económica del Estado a esta confesión. Al margen de la polémica sobre la frontera entre el púlpito y la política, es de notar que las elucubraciones de la jerarquía sobre igualdad entre mujeres y hombres se refieren a una práctica que la Iglesia desconoce en su funcionamiento interno. Y ello no depende de la distinción psicológica (que admite el psicoanálisis, por ejemplo) entre hombres y mujeres, sino del establecimiento de relaciones jerárquicas de poder que el feminismo cuestiona.El sacerdocio, y por supuesto las mitras que toman las decisiones, están reservados al sexo masculino.
Los tiempos cambian, pero la doctrina tradicional católica se mantiene: la mujer como esposa y madre (sin derecho a los anticonceptivos). Pero como también de forma creciente tiene empleo fuera de casa, el Vaticano reacciona: pide a los Gobiernos que armonicen la organización del trabajo "con las exigencias de la mujer dentro del núcleo familiar". Y eso cuando las políticas de igualdad, dentro y fuera de España, apuestan por que estas responsabilidades familiares se compartan de forma equitativa en la pareja.
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