_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Andalucía en el Thyssen

Si, en la copla de García Lorca, Sevilla, a diferencia de Granada, tiene para los barcos de vela un camino, también es verdad que, ya para mediados del siglo XIX, transitaban por su río, con cada vez mayor asiduidad, los navíos de rueda a vapor. Uno de los cuadros más interesantes de la exposición Pintura andaluza en la colección Carmen Thyssen-Borrnemisza, que se acaba de inaugurar en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, es Vista del Guadalquivir (1854), del pintor sevillano Manuel Barrón y Carrillo, en el cual, cerca de la Torre del Oro, maniobra precisamente uno de tales inventos, formando un llamativo contraste con el velero que se le va aproximando, y emblematizando, cabe suponerlo, tiempos modernos. Veinte años después, Emilio Ocón y Rivas ejecutó un lienzo, también en la exposición, Gran velero saliendo del puerto de Sevilla con la Torre del Oro al fondo. Aunque el velero del título protagoniza de hecho la obra, Ocón no dejó de incluir en la misma un barco de vapor de líneas elegantes que da la impresión, con la proa orientada hacia Sanlúcar, de estar deseando zarpar cuanto antes.

Uno llama la atención sobre estos dos cuadros y su guiño hacia la revolución industrial porque la gran mayoría de las obras expuestas tienden a incidir sobre los aspectos pintorescos y costumbristas de Andalucía -entre ellas algunas fechadas hasta en la segunda década del siglo XX-, con profusión de elementos tauromáquicos, de gitanas, majos y majas, guitarras, escenas galantes, capirotes, claveles y sesiones de cante y baile. Es significativo, por ejemplo, que el asunto de otro cuadro de Barrón no sea estrictamente el paisaje, como da a entender el título Vista del puerto de Miravete, camino antiguo de Madrid (1869), sino el atraco realizado a una diligencia en dicha localidad -por cierto representada de manera muy romántica- por un grupo de bandidos. ¡No podían faltar los bandidos! Es imposible no constatar, al recorrer la muestra, la influencia ejercida sobre la temática de estas obras por el gusto de los viajeros y pintores extranjeros, sobre todo ingleses, que, siguiendo a Washington Irving y Richard Ford, ya habían puesto de moda a España y sobre todo a Andalucía. Dada la inmensa popularidad de David Roberts y Gustavé Doré, por ejemplo, era inevitable que los artistas indígenas explotasen la misma veta comercial, insistiendo sobre los tópicos caros a los "curiosos impertinentes" y evitando las duras realidades sociales que se escondían detrás de las pintorescas apariencias del Sur.

La exposición, que estará abierta hasta el 5 de septiembre, es una fiesta de color. Hay sorpresas y revelaciones. Un buen cuadro de López Mezquita, por ejemplo, El embovedado (1904), que gustará al visitante granadino. Una notable serie veneciana de Antonio María Manescau. Y tres joyas de Sánchez Perrier, de un realismo de diapositiva en color, sobre todo Invierno en Andalucía (Bosque de álamos con rebaño en Alcalá de Guadaira), de 1880. Con todo, es un alivio llegar a José Moreno Villa -¡otro que necesita su biografía!- y su cuadro La lectura, que cierra la muestra y nos sitúa en plena vanguardia madrileña de los años veinte.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_