Alemania se siente relegada
En Alemania hay quien interpreta el pretendido matrimonio SCH-Abbey como otro golpe bajo a la mayor economía de la zona euro: "Los bancos europeos inician la consolidación transfronteriza, y Alemania se queda mirando desde la barrera", se lamentó, por ejemplo, el Handelsblatt. Según este diario, sólo el Deutsche Bank estaría en capacidad de emular al SCH. Las demás entidades alemanas, por el contrario, "tienen que enfrentar la amarga realidad de que ni siquiera los quieren como objeto a adquirir".
Puro despecho, éste, que tiene que ver con que a inicios de año muchos banqueros, analistas y periodistas -los del Handelsblatt, entre ellos- esperaban que el pistoletazo de salida para la consolidación bancaria sonara precisamente en Alemania, donde las cuatro grandes entidades privadas habían depurado drásticamente sus cuentas en los catastróficos ejercicios de 2002 y 2003. Pero nada sucedió, pese a un sinfín de rumores, sondeos y conversaciones. Tuvo que venir Emilio Botín, y eso duele. "No podemos aferrarnos al actual estado de cosas", constató tras conocer la noticia el presidente del Dresdner Bank.
Aunque de momento fuera de competencia -el Dresdner, desde 2001, es propiedad de la aseguradora Allianz-, también Walter considera que la única salida al atolladero es la integración europea. Otro tanto han dicho en el pasado Klaus-Peter Müller, presidente del Commerzbank; Dieter Rampl, del Hypovereinsbank, y Josef Ackermann, del Deutsche Bank. Hay voluntad de sobra, al menos de labios para fuera. Falta ver si alguien pone atención y se convence de que incluso en el fragmentado mercado alemán es posible ganar dinero.
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