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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El amigo americano

El próximo 2 de noviembre, el 50% de los 210 millones de ciudadanos de los Estados Unidos (EE UU) con derecho de voto elegirán a su presidente para los siguientes cuatro años. Con su voto, estos ciudadanos harán elección que tendrá un impacto directo sobre las condiciones de vida futuras de los norteamericanos y de buena parte del resto de ciudadanos de la economía global. Los círculos ilustrados de todo el mundo siguen con previsible atención la pugna entre candidatos, si bien los latinoamericanos lo hacen bajo la sombra de lo que probablemente son dos grandes exageraciones perfectamente instaladas en nuestro imaginario colectivo: que esta vez, el patrón de votación de los "hispanos" que residen en EE UU decidirá el nuevo presidente y, en segundo lugar, que la politica exterior de EE UU hacia Latinoamérica será significativamente distinta según quien sea el nuevo presidente.

Latinoamérica necesita que la economía norteamericana crezca mucho y que se ajuste y reduzca su apelación al ahorro mundial

El mayor riesgo de la primera de las hipérboles es su verosimilitud. En EE UU viven casi 40 millones de hispanos, y el porcentaje de hispanos dispuestos a ejercer el derecho de voto ha pasado del 2% en 1980 al 8% que se espera alcance en estas elecciones. Teóricamente, pues, el voto latino podría resultar decisivo... si no fuese porque el hecho de ser hispano no implica el voto automático e irreversible a uno de los dos partidos norteamericanos.

Como en todos los sitios, hay hispanos de derecha, de centro y de izquierda sencillamente porque hay hispanos de distintos países, de diversos niveles de renta y riqueza, y de distintos orígenes sociales y culturales. Creer sin fisuras que todos los hispanos necesariamente tienen que votar Demócrata le costó a Al Gore las elecciones del año 2000, mientras que confiar que el creciente porcentaje de latinos que se han convertido en propietarios de sus casas y que la exhibición de valores religiosos y familiares son suficientes para que los latinos voten en noviembre a Bush puede ser el bastinazo de esta temporada.

La única regularidad ideológica que detectan las encuestas es que en términos relativos los latinos prefieren un Estado mayor, capaz de ofrecer más sanidad, más seguridad y más educación, y que son extremadamente sensibles a la regulación de la inmigración. En el resto de temas, la dispersión de opiniones no es muy distinta a la de otras comunidades, como bien demostró el patrón de votación de los representantes hispanos en el Congreso en el Acuerdo de Libre Comercio con México: el sur votó a favor por los empleos y comercio con México que impulsaba el NAFTA, la penetración y lazos con el movimiento sindical americano llevó a puertorriqueños y a los latinos de California a oponerse, mientras que los cubano-americanos de Florida, primero se opusieron y luego apoyaron el acuerdo.

La segunda exageración puede resultar aún más descarnada para todo aquel que haya asistido en los cuatro últimos años a la virtual desaparición de Latinoamérica del radar norteamericano y todavía recuerde las promesas que George W. Bush hizo en su campaña del año 2000. O que ya en esta campaña le haya oído declarar -eso sí, en español- que "el sueño americano es para todos", al tiempo que frustraba en el Congreso dos proyectos de ley emblemáticos para la regularización de los emigrantes ilegales.

Si se aparca el tema político y se vuelven los ojos hacia la economía, la única reflexión segura es que para crecer, Latinoamérica necesita que EE UU haga dos cosas no necesariamente consistentes: que la economía norteamericana crezca mucho y, al mismo tiempo, que se ajuste y reduzca su apelación al ahorro mundial recortando su hoy ingente déficit de balanza corriente. Y si Kerry gana, además, asegurarse que el vicepresidente Edwards modera su discurso nacionalista-conservacionista y concede que la apertura comercial del mercado norteamericano es crucial para que Latinoamérica pueda realmente abordar su vía al crecimiento sostenido y socialmente responsable.

O sea, que para la región, casi mejor que poner velas para que salga el candidato anhelado va a ser seguir rogando y con el mazo dando. En el fondo, nada distinto a lo que la región lleva haciendo los últimos años.

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