Un honor más para el pianista
El Ayuntamiento de Bilbao aprueba el nombramiento de Joaquín Achúcarro como Hijo predilecto de la Villa
El pianista Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932) dice que se reconoce en el carácter liberal de su ciudad natal y que ejerce el bilbaínismo de llamar a las cosas por su nombre y respetar las opiniones de los demás. Ayer su bilbaínismo subió en la escala honorífica: el Ayuntamiento aprobó en sesión extraordinaria distinguirle con el nombramiento de Hijo predilecto de la Villa de Bilbao. Achúcarro se encontraba ayer, fuera de Bilbao, viajando por la costa mediterránea.
La distinción de Hijo predilecto de la Villa no ha sido otorgada en cerca de cuarenta años. El sacerdote Pedro Arrupe, prepósito general de la Compañia de Jesús, fue el último en recibir el título en 1965.
Los méritos acumulados en el expediente instruido por el concejal de Cultura, Jon Sánchez, para la concesión del título por su brillante trayectoria profesional han sido, además, avalados por numerosas entidades culturales vascas, como la Orquesta Filarmónica de Bilbao, la Sociedad Bascongada de Amigos del País, Artium, la Sociedad Coral de Bilbao y el palacio Euskalduna.
El alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, resumió ayer en una sola frase porque el pianista es merecedor del reconocimiento de su ciudad: por "pasear el nombre de Bilbao por el mundo". El director de orquesta Zubin Mehta elevó a Achúcarro al nivel de los más grandes pianistas, al igualar la calidad de los sonidos que es capaz de extraer del piano con la conseguida por el mítico Rubinstein.
La distinción concedida por el Ayuntamiento de Bilbao se suma a otros honores que reconocen la carrera de 58 años de concertista. Achúcarro recibió en 1992 el Premio Nacional de la Música y cuatro años más tarde la Medalla de Oro de las Bellas Artes, coincidiendo con el 50º aniversario de su debú profesional. Después de la celebración de sus bodas de oro como pianista siguieron llegando los reconocimientos: la UNESCO le nombró Artista por la paz 2000 y el pasado año el Rey le entregó la Gran cruz del mérito civil.
Hijo de un oculista, Achúcarro abandonó la carrera de Ciencias Físicas para dedicarse en exclusiva al piano, siguiendo así la tradición familiar de amor por la música clásica. A los 13 años ya tocaba en público la música de Mozart, luego amplió sus estudios musicales en Berna, París y Siena, antes de que su carrera despegara cuando ganó un concurso internacional en Liverpool, justo un año después de que lo ganara Zubin Mehta como director. Pocos meses más tarde consiguió la medalla Harriet Cohen al mejor pianista joven del año tras su debú en el Festival Hall con la London Simphony Orchestra.
Desde entonces la vida de Achúcarro, casado con la también pianista Enma Jiménez, ha sido un continuo movimiento por todo el mundo arrancando al piano los mejores sonidos. Las cifras que aparecen en su currículo son impresionantes: ha tocado en 58 países con más de dos centenares de orquestas, bajo la dirección de 300 directores. Los nombres que figuran lo son aún más: las orquestas filarmónicas de Berlín, Nueva York, Chicago, Dallas, la Nacional de Francia, la Nacional de España, las de Santa Cecilia de Roma y La Fenice de Venecia y directores como Abbado, Mehta, Menuhin y Rattle. Y un repertorio de más de medio centenar de conciertos de piano.
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