_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Río de Oro

Creo que era Haro Tecglen quien hace unos días hablaba de nuestro gran y horrible "campo de concentración" actual. No está claro, decía, que todos los alemanes supieran de la existencia de Auschwitz. Pero es innegable que todos nosotros sabemos de la existencia de nuestro nuevo gran campo de concentración: África. En efecto, así es, aunque la afirmación contenga su punto de demagogia. Guerras y hambrunas, genocidios, sida, tráfico de esclavos aún hoy, emigración-huída masiva, todo eso nos suena a África. También, es cierto, fortunas insultantes, dictadores caníbales y ejércitos privados..., de los que en Europa nos fuimos librando a duras penas a lo largo del XIX a base de revoluciones y de la organización del Estado de derecho, y, aún a lo largo del XX, con la Gran Guerra Mundial (1914-1945). Cada cual se labra su destino. Tampoco es cosa de abundar en la mala conciencia del hombre medio europeo, atormentado por jornadas de trabajo crecientes, amenazado por el traslado de su empresa a otros países mientras se demuele la cobertura social que tanto costó lograr. Es el punto de demagogia fácil que la primera afirmación contiene.

Pero, como ciudadanos españoles, sí tenemos una responsabilidad especial con las desventuras que hoy sufre una parte de la población del Sáhara Occidental. (Resulta significativo, lo digo de paso, que sea en el País Vasco, y entre los sectores más vasquistas de él precisamente, donde más intensamente se sienta esa deuda española a través de asociaciones de solidaridad, acogida de niños, etc.)

Escuchaba esta mañana al representante del Frente Polisario en el País Vasco, y sostenía, con razón, que, del mismo modo que Alemania se ha "hecho cargo" del Holocausto (o del bombardeo de Gernika), España tiene una especial responsabilidad por lo ocurrido en el llamado Sáhara español. Quienes viven en los campos de refugiados de Tinduf, una zona estrictamente desértica, viven realmente en condiciones premodernas, unas condiciones que debieran ser insoportables en el siglo XXI.

Qué diferencia con el Sáhara (Villa Cisneros, hoy Ad-Dajla) encontrado en los años veinte por Ignacio Hidalgo de Cisneros, vitoriano, general de aviación y jefe de las FF AA durante la II República. Ignacio encontró un Villa Cisneros rico y con sobreabundancia de pescado. Como dandy que era, le maravilló la abundancia de marisco, percebes, bocas, ostras, etc., que se recogían a manotadas en Río de Oro. Los degustaban con los mejores vinos, licores y cervezas, que compraban a precios irrisorios en Las Palmas. Un mundo exótico y grato. Justo el contrario del que se encuentran los numerosos vitorianos que hoy se acercan por Tinduf.

Mientras esto ocurre, el presidente del Gobierno español zascandilea con Francia y Marruecos, bajo el padrinazgo de EE UU, sobre el futuro del Sáhara Occidental. Lo hace para ¿superar el Plan Baker? Aquél era un plan de mínimos. ¿Qué se espera conciliar ahora? Francia es mal consejero en estos asuntos. Hizo la peor de las descolonizaciones posibles en Argelia (guerra y torturas, crecimiento de la ultraderecha); apoyó en 1992 un golpe contra el FIS, ganador en las elecciones, lo que originó una cruel guerra civil en ese país, hoy calmado pero no plenamente pacificado. ¿Qué explora Zapatero por esa vía?

Los designios del señor son inescrutables, como lo son los de la política exterior. El actual ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, es persona experta y sensible (a pesar de Arafat) en temas internacionales y sobre la periferia europea. Tiene crédito. Dejar un final abierto bajo la dirección de la ONU y al amparo del principio de autodeterminación (resoluciones 1.495 y 1.541 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas) puede ser interesante... quizá.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

En lo que a nosotros toca, somos deudores de aquellos aperitivos a base de marisco y buen vino que nuestros progenitores tomaban día sí y día también en Río de Oro. En ése gran y discontinuo campo de concentración que es África, tenemos una deuda especial con aquellos desplazados de El Aaiún o Villa Cisneros, hijos de colegas de mariscada que hoy lo están pasando verdaderamente mal. Algo deberían decir en los zascandileos de nuestro gobierno aquellos hijos de pescadores y mariscadores que hoy militan en el Polisario y tan mal lo están pasando en pleno desierto.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_