La policía cibernética vigila
El fiscal general de México lleva insertado un 'chip' que permite localizarle
Los ojos cibernéticos de un equipo especial de investigadores siguen por todo México al general Rafael Macedo de la Concha, procurador o fiscal general de la República, a quien le han inyectado un microchip. Emite constantemente una señal, que permite saber dónde se encuentra. Pero la función primordial del pequeño artefacto es cerrar las puertas del Centro Nacional de Información, donde se acumula buena parte del historial del delito mexicano.
El procurador, que en diferentes ocasiones ha recibido amenazas de bandas de narcotraficantes, ha declarado que el chip que lleva bajo la piel "es únicamente para el acceso al centro, como una medida extrema de seguridad, y para que pueda ser localizado en cualquier momento allí donde me encuentre". Se trata de un proyecto cuyos datos delicados se mantienen en secreto.
Macedo de la Concha admitió que la inyección para implantar el 'microchip' le dolió "un poco"
El microchip sirve para abrir las puertas del complejo que guarda datos de los servicios de información policiales, cuyas puertas están cerradas para casi todo mundo, porque -como contó Macedo de la Concha- "es un área de alta seguridad, en la que se exige necesariamente que tengamos... un chip, que es irremovible". El artefacto no puede ser sustituido y "solamente podrá extinguirse cuando concluya el trabajo de alguna de las personas" destacadas en el centro.
Las medidas son extremas, pero es que propios y extraños saben que los capos del narcotráfico y otros dirigentes de bandas del crimen organizado han logrado penetrar y corromper los cuerpos policiales mexicanos. Pero según el procurador o fiscal general, los investigadores del Centro Nacional de Información para la Procuraduría de la Justicia (fiscalía) "son gente dedicada a los suyos, con pleno control sobre su trabajo, honestos, que han hecho transparente su patrimonio y que han puesto todos su mejor esfuerzo para servir a los mexicanos".
Anteriormente, el sistema de vigilancia mediante un chip había sido promocionado por una empresa privada para personas con riesgo de sufrir un secuestro, en un país donde el número de esos delitos es -de acuerdo con diversas organizaciones- de unos 3.000 al año. Se desconoce si algún acaudalado hombre de negocios o artista millonario ha adquirido el sistema de vigilancia cibernética para protegerse de los secuestradores.
En el centro de la ciberpolicía mexicana trabajan 168 personas, pero no todas cuentan con la llave tecnológica que abre las puertas a la información. El general Macedo de la Concha insiste en que se trata de un programa que se debe manejar con cautela. Sobre el número de gente que posee un chip de acceso a la información privilegiada, declaró: "No puedo decirlo, es de muy alta seguridad".
"Yo lo llevo, pues sería ilógico que yo no lo tuviera colocado, pero sin duda [otras personas a las cuales se les colocó] son funcionarios perfectamente definibles, definidos y son gente de probada honestidad, porque es un centro que exige pleno secreto en su manejo". El chip Es una pieza de identificación y seguimiento. Pero según explicó el fiscal general, "hay un sistema que lo extingue y lo desactiva". Llegado el momento de un cambio de funciones, "no solamente se desactiva" el microchip, sino que "se elimina totalmente".
En este ámbito, donde todo parece surgido de una novela o película de ciencia ficción, se mueve personal altamente cualificado. Son profesionales formados en universidades mexicanas y "agencias extranjeras", que no fueron identificadas.
El general, al que le ha tocado librar duras batallas con el hampa y afrontar serias presiones, admitió que la inyección para implantarle el microchip bajo la piel del brazo dolió "un poco". Menos que el dolor de cabeza que le causan los ataques de los piratas informáticos contra el Centro Nacional de Información.
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