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Reportaje:MUJERES

Los hombres también lloran

El llanto de Rafa Benítez ante las cámaras recorrió el país. Aquel primer día de junio, el ex entrenador del Valencia no pudo terminar su discurso de despedida ante los periodistas. Benítez dimitía en un estado semidepresivo, después de una larga etapa de "ninguneo", como relató poco después su ayudante, Antonio López. Unas semanas antes, durante unas jornadas sobre el acoso moral en el trabajo celebradas en El Ferrol, un cocinero pasó por una situación similar: no pudo terminar el relato de la pesadilla que había vivido en su trabajo después de años de acoso. Estalló en sollozos y pasó al silencio.

Hay padres separados que lloran públicamente cuando se refieren a las dificultades que viven para poder ver a sus hijos y príncipes herederos como Federico de Dinamarca o Laurent de Bélgica que no esconden las lágrimas de emoción el día de su boda. Tampoco se frenó Iñaki Urdangarín durante el funeral por las víctimas del atentado del 11-M. En cierto modo, el rey Juan Carlos contribuyó a levantar la veda del llanto en España cuando las lágrimas brotaron de sus ojos en el funeral de su padre, don Juan de Borbón.

Un estudio de William Frey afirma que los hombres lloran cuatro veces menos que las mujeres, pero que lo hacen más que antes
Según Tom Lutz, el hecho de que el hombre sea calificado como una persona sensible hoy es un halago y hasta puede ser interpretado como un signo de fortaleza

Atrás quedaron los días de la reprimenda materna a Boabdil. En los últimos tiempos, parece que son muchos los hombres que ya no sucumben bajo los efectos del discurso "gallinita, llorar es de niñas; los chicos no lloran; llorar no es de hombres...". Los toreros y los futbolistas siempre disfrutaron de una pequeña licencia. Pero ¿el común de los mortales masculinos? A lo sumo se les toleraba una tímida lágrima en momentos de duelo, de funerales... Las consecuencias de una guerra o de un atentado terrorista o de una catástrofe también formaban parte del terreno de la permisividad. Ahora bien, eso de llorar en público por puras razones sentimentales, emocionales, no estaba bien visto.

Desde finales de los sesenta, cuando se combatieron con fuerza los comportamientos sexistas, se hizo evidente que los tiempos estaban cambiando en cuanto a la expresión de sentimientos y del reparto de roles masculino y femenino. Poco a poco, el corsé del machismo se ha ido aflojando. En 1965, la letra de una canción de los hermanos García Segura llevaba el título Los hombres lloran también. Es la historia de un adiós definitivo, de la pérdida de un amor.

Emoción y depresión

Es importante distinguir, no obstante, según la psicoanalista Paloma Morera, entre la emoción y la depresión. "Hoy hay más hombres que se deprimen porque lo están pasando mal. Por cuestiones de trabajo, de separación de la pareja... Para muchos, separarse supone quedar desposeído de todo, de la casa, de los hijos...". Morera señala que la precariedad actual está haciendo que todos se vuelvan vulnerables y que, en ese estado de fragilidad, es más fácil que afloren las debilidades y las emociones. "Vivimos en una amenaza continua", afirma; "trabajo precario, inseguridad hacia el futuro. Por un lado advierten de que las empresas pueden jubilar desde los 50 años. Por otro, que habrá que trabajar hasta los 70... Una permanente incertidumbre". Cuando lo que invade al individuo es una depresión, las lágrimas tienen vía libre las 24 horas del día.

Datos de un artículo del periódico argentino Clarín publicados en la web de la revista latinoamericana Mujeres Hoy en enero de 2004 recogen los resultados de un estudio realizado por el investigador y fisiólogo estadounidense William Frey, autor del libro Llorar, el misterio de las lágrimas. Dicho estudio afirma que los hombres lloran cuatro veces menos que las mujeres, pero que lo hacen más que antes. Según el profesor de la Universidad estadounidense de Iowa y autor del ensayo El llanto. Historia cultural de las lágrimas, Tom Lutz, el hecho de que el hombre sea calificado como una persona sensible hoy es un halago y hasta puede ser interpretado como un signo de fortaleza.

Este cambio de comportamientos y su correspondiente aceptación social no se ha producido aislado. Hoy día, muchos hombres están más capacitados para aceptar su posición de inferioridad en las relaciones afectivas, cuando ésta se produce. El primer estudio realizado por el Consejo General del Poder Judicial señala que en 2003 fueron juzgados por violencia doméstica 50.450 hombres, pero ese año también sucumbieron víctimas masculinas: 6.718 mujeres fueron juzgadas por violentas y 2.600 de ellas fueron condenadas. Cuando un maltratado herido acude a urgencias, tiende a decir: "Me he caído". Al igual que sucede con muchas de las víctimas femeninas, ellos también sienten vergüenza y evitan reconocer su situación. "Todo maltratado por su pareja vive exactamente los mismos miedos y vergüenzas que una maltratada, pero la sociedad machista hace que ellos se avergüencen más a la hora de contarlo y denunciarlo", señala Vilma Chauca, abogada miembro de la Asociación de Mujeres Juristas Themis. "Temen ser tratados de calzonazos", añade. En ambos casos, lo que se produce es un abuso de poder, ejercido con maniobras de perversión psicológica y relacionado principalmente con una dependencia económica.

En 18 años dedicados a casos de malos tratos, Chauca sólo ha llevado uno de hombre. "Las mujeres se van sintiendo más libres para denunciar. Al hombre le queda todavía un camino que recorrer. Pero su síndrome y sus síntomas son exactamente los mismos que manifiesta la mujer", dice la abogada. "En el caso que tuve", recuerda, "me costó un triunfo convencerle de que estaba siendo maltratado. Incluso cuando recibió un golpe en la cabeza con una plancha, él se echaba la culpa encima. Pensaba que estaba haciendo algo mal, como les sucede a tantas mujeres. Por fin acabó convenciéndose de que estaba casado con una loca".

Una pequeña muestra sentimental

EN 1999, TONY LEBLANC recibió el Goya de la Academia de Cine Español bañado en sus propias lágrimas y pañuelo en mano. ¡Para qué enumerar los repetidos actos emotivos del alumno de Operación Triunfo David Bustamante! ¿Y cómo lloró Farruquito cuando pidió perdón por haberse dado a la fuga después de haber atropellado a un hombre? La lista de deportistas es interminable: el rollizo campeón del mundo de lanzamiento de peso, C. J. Hunter, pillado en un control antidopaje durante los Juegos Olímpicos de Sidney (2000); Santiago Cañizares cuando el Bayern de Múnich le coló un penalti en la final de la Liga de Campeones (2001, Milán); Ronaldo... Darío Silva... El atleta británico de triple salto Jonathan Edwards (2003, París), el tenista Andy Roddick, de alegría, cuando derrotó a Juan Carlos Ferrero en Nueva York (2003). Y muchos más... En septiembre de 2000, Mijaíl Gorbachov se enjugaba las lágrimas junto al monumento de su esposa Raisa en un cementerio de Moscú. Luis Inácio Lula da Silva lloró cuando recibió el diploma del Tribunal de Justicia Electoral en Brasilia poco antes de tomar posesión de su cargo como presidente (Brasil, 2003); Borís Yeltsin tapó sus lágrimas con los dedos al presenciar un desfile conmemorativo del 54º aniversario del fin de la II Guerra Mundial. Julio Anguita lloró al ceder su puesto de secretario general del Partido Comunista; Clinton, por las víctimas de los atentados de Kenia y Tanzania en 1998; Helmut Kohl, durante el funeral del que fue presidente de la República de Francia, François Mitterrand... ¡Hasta Pinochet dio rienda suelta a sus lágrimas con motivo de su abandono de la cúpula del ejército de Chile! ¡Y Bush, por los atentados contra las Torres Gemelas!

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