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Crítica:ROCK | Bob Dylan
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Personal, como siempre

La estética 'country' se impuso en el escenario

Una vez más el bardo de Minnesota se impuso al loable deseo que tiene todo espectador de ver a su ídolo preferido circunscrito a unos márgenes al menos razonables. Con Bob Dylan lo más probable es que sean siempre sus deseos los que se impongan, y sólo aquellos espectadores que veneran de forma irracional a este creador y transformador de la música juvenil de los últimos 40 años estarán siempre satisfechos con lo que Zimmerman ofrece. El juego consiste en que él intenta a toda costa que el espectador apenas reconozca algunos de los temas que ha escuchado en su casa más de mil veces. Hay que ser muy devoto de Dylan para no perderle la pista, ya que él no da ninguna facilidad e incluso se podría decir que disfruta con este juego infantil de despiste.

Bob Dylan + Amaral

Bob Dylan (armónica y piano), Tony Garnier (bajo), Larry Campbell (guitarra slide y pedal steel), George Receli (batería) y Stu Kimball (guitarra). Huerta del Palacio Arzobispal. Precio: 30 euros. Alcalá de Henares. Miércoles 14 de julio.

Siempre adscrito a un concepto musical que domina tanto la esencia de sus grabaciones como el sentido de sus giras, en esta visita a España ha dominado el anhelo del artista por volver al country, terreno en el que se mueve con comodidad y que ofrece al espectador un espectáculo regido por otras normas. Por ejemplo, en el concierto presente el escenario no exhibía ningún alarde, no había la típica niebla de humo que envuelve a las primeras figuras, y las luces se mantuvieron prácticamente fijas a lo largo de toda la actuación.

Comparados con los conciertos de sus coetáneos, la actuación de míster Dylan, ofrecida en el marco incomparable del Huerto del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, ofrecía más la estética de un concierto de country en Nasville o, incluso, en un pequeño bar de la citada localidad, más que la de una estrella del rock al uso. Pero ésta era la propuesta de Bob Dylan, y la cuestión era decidir si se estaba o no de acuerdo. Gente hubo que se marchó antes de que la actuación acabara, alegando que aquello era un tostón, pero una gran mayoría aguantó de pie, aunque sin entender demasiado lo que veía y escuchaba, porque Dylan es mucho Dylan, y hasta sus momentos más inesperados impresionan.

Tras una corta actuación en la que Eva Amaral tuvo que interpretar cinco canciones prácticamente en solitario, ya que su compañero, Juan Aguirre, tiene una ligera lesión en la mano, Bob esperó a que se hiciera completamente de noche para, rodeado de unos músicos elegantemente vestidos con traje country gris, irrumpir en el escenario y sentarse detrás de un piano, sitio que no abandonó durante toda la actuación. Tocando en una postura francamente incómoda, Dylan desgranó los temas de sus dos últimos discos, sazonándolos con personales visiones de legendarios temas del pasado, y creando una atmósfera para la cual nunca tuvo en cuenta la opinión del respetable. Es lo que Dylan tiene, así como la obligación que impuso a los organizadores del encuentro de no permitir que se le tomara una sola fotografía. Bob se retrató en escena en un concierto intenso, elegante, y en el que su voz, siempre increíble, serpenteó entre el excelente juego que dio su banda de acompañamiento para dar a sus textos un sonido aún más relevante y memorable. Entre su repertorio de siempre cabe destacar canciones como She belongs to me, Highway 61, Desolation road y, ya en los bises, la siempre efectiva Like a Rolling Stone y una prácticamente irreconocible All along the watchtower. Digno final para un artista que, como siempre, escogió el camino más personal para enfrentarse a su público.

Bob Dylan, ayer, en Alcalá de Henares
Bob Dylan, ayer, en Alcalá de HenaresSANTI BURGOS
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