"Tengo claro de dónde vengo, pero nunca sé hacia dónde voy"
Gerardo Núñez (Jerez de la Frontera, 1961) es flamenco desde su primer uso de razón. Desde su más tierna juventud acompañó a los cantaores más importantes de su ciudad, como Terremoto, Tío Borrico o La Paquera de Jerez. Casado con la bailaora Carmen Cortés, siguió colaborando con los más grandes a lo largo de su andadura flamenca, hasta que su sensibilidad y altura técnica le abrieron las puertas de otros lenguajes musicales. Así, lideró audaces proyectos como el llamado Jazzpaña, y subió a escena con vanguardistas de la talla de Chano Domínguez, Michael Brecker, Jorge Pardo, John Patitucci, Javier Colina o Renaud Garcia-Fons. Su último disco, Andando el tiempo, cuenta con la trompeta de Paolo Fresu, el saxo de Perico Sambeat y el piano de Mariano Díaz entre otras ilustres aportaciones. Una deliciosa locura sonora, más allá de las tan cacareadas fusiones y mestizajes orientados al mercado, en la que prevalece el inconfundible sello flamenco del guitarrista jerezano.
"La música va más allá de los países. Es un contrasentido ponerle fronteras"
Pregunta. ¿Le ha llevado el tiempo al lugar en el que siempre quiso estar?
Respuesta. Siempre es una cosa mucho más azarosa. Yo tengo muy claro de dónde vengo, cuáles son mis orígenes y la trayectoria que he ido llevando, pero nunca sé hacia dónde voy. Este disco es el resultado de una sucesión de proyectos, de amistades y de conciertos que fueron dando forma de repertorio. Un día te sale una melodía, un pasaje, que refleja la situación actual de tu música.
P. Andaluz entre músicos catalanes y levantinos, flamenco entre jazzeros... ¿se siente un bicho raro junto a sus compañeros?
R. Lo bueno de esto es que la música va más allá de las autonomías y los países. Es un contrasentido ponerle fronteras. Los guitarristas de mi generación hemos pasado de ser mero soporte del cante a estudiar música y poder comunicarnos con cualquier otro músico del mundo. Hoy estoy en esto, mañana estaré con los marroquíes que conservan la nuba. Es lo que más me motiva, sin perder de vista las raíces.
P. Después de un parto como el de este disco, ¿qué viene?
R. Esta vez no me ha quedado ninguna resaca, no ha sido una gestación difícil, sino un parto de lo más natural. La música ya estaba ahí, a Perico y a mí nos gusta mucho la armonía y habíamos hecho muchas pruebas en directo. Ahora tengo entre manos varias cositas: quiero publicar el Concierto de Aranjuez, el segundo volumen de la Nueva Escuela de la Guitarra y presentar el 17 de septiembre un concierto de sólo guitarra en la Bienal Flamenca de Sevilla. Con él me gustaría decirle a mucha gente que no tenemos por qué acomplejarnos.
P. ¿Alguna vez le han reñido los viejos flamencos?
R. Pues mira, alguna vez sí. Pero hace poco tuvimos la oportunidad de actuar en 12 o 13 peñas flamencas de toda Andalucía, y cuando pregunté a Perico y el Cepillo "¿nos metemos en la boca del lobo?", ni se lo pensaron, todos lo estábamos deseando. Y fue alucinante ver cómo los peñistas vibraban con el contrabajo, ¡he visto una peña en pie aplaudiendo un solo de contrabajo! Eso significa que algo está cambiando.
P. ¿Qué pasará cuando los guitarristas ya no puedan tocar más deprisa?
R. Son cosas que pasan en todas las sociedades. La carencia de lápices te obliga a escribir con mucho cuidado para que no se gaste el que tienes, pero cuando puedes adquirir más te compras 200. Pues en el flamenco ha ocurrido algo parecido. Antes hacíamos falsetillas escuetas y llegó un momento en el que pasamos a ese derroche de energía y virtuosismo. Esa fase ha quedado atrás: por muy efectista que sea de cara al público, a la hora de escribir música la velocidad no tiene tanta importancia. Los jóvenes de ahora, que tienen buenas guitarras, excelentes medios técnicos, Internet, ya no se dejan impresionar por quien pica más rápido. Ahora están en una fase mucho más difícil, y es escribir el verdadero flamenco del siglo XXI.
P. Sus cursos veraniegos son ya una leyenda. ¿le dan los jóvenes lo mismo que usted a ellos?
R. Sólo me dan disgustos. Cuando me voy de gira con los niños por Alemania, Suiza o Austria, me ponen muy nerviosos. Pertenecen a una generación muy cómoda, que lo tiene todo, y les cuesta entender que los aviones salen a una hora, y que si se pierden es un marrón. Creía que me iban a aportar toda la energía, ¡y en cambio me la quitan!
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