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ELECCIONES EN EE UU

Quién hará más seguro a Estados Unidos

El Partido Demócrata convierte también la batalla contra el terrorismo en su principal baza electoral

Los ataques terroristas del 11 de septiembre conmocionaron de tal forma a los estadounidenses que los temas de seguridad nacional ocupan, tres años después de los atentados, el lugar estrella de los programas políticos que demócratas y republicanos ofrecerán a la consideración de los electores para las elecciones presidenciales de noviembre. Sólo una desarticulación de las redes terroristas internacionales, improbable, o una mejora de la situación en Irak, posible, convertiría a la economía, como ocurrió en 1992 con el lema "¡La economía, estúpido!" de la campaña de Bill Clinton, en principal protagonista de la carrera para la Casa Blanca.

Este año, y como consecuencia de la celebración de su convención un mes antes que la republicana, los demócratas tienen ya listo su programa electoral, que será sometido a la aprobación de los delegados durante su reunión en Boston a finales de julio. Los republicanos, por su parte, no finalizarán la elaboración del suyo hasta mediados de agosto, un par de semanas antes del comienzo de su convención en Nueva York en los últimos días de agosto.

Los demócratas acusan a Bush de "apartarse de más de 100 años de liderazgo mundial"
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Para disipar cualquier duda sobre el compromiso demócrata con la seguridad nacional y adelantarse a las posibles acusaciones republicanas de tibieza, el programa dedica 14 de sus 35 páginas a explicar los planes del partido para, entre otras cosas, "derrotar" al terrorismo; mantener las armas de destrucción masiva fuera del alcance de los terroristas; promover la democracia, la paz y la seguridad en el mundo; conseguir la independencia energética y reforzar a las Fuerzas Armadas. El documento acusa a la Administración de Bush de "apartarse de más de 100 años de liderazgo americano en el mundo para abrazar una nueva, y peligrosamente ineficaz, negligencia del mundo".

Los demócratas consideran en su programa que la doctrina de guerra preventiva de Bush le ha costado a Washington el apoyo de sus aliados tradicionales y se compromete y aboga por "la construcción de una coalición de países, incluidos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que compartan con Estados Unidos las responsabilidades políticas y militares en Irak". "La victoria en la lucha contra el terrorismo se conseguirá en compañía de otros y no en solitario".

El programa se compromete a la creación de "una economía fuerte y en crecimiento, cuya prioridad sea la creación de empleo". "Una América fuerte es la que mantiene la promesa de oportunidades para todos y avisa de que no consentirá privilegios especiales para ninguno". Justo lo contrario de lo que hace la Casa Blanca, que, según el programa demócrata, antepone la riqueza al trabajo duro y prodiga una atención especial a unos pocos afortunados a costa de la mayoría de las empresas y de los trabajadores".

Para evitar la destrucción de empleo por la deslocalización, los demócratas suprimirán las bonificaciones fiscales a las empresas que se trasladen al exterior y bajarán la presión fiscal a aquellas que creen empleo dentro del país. Igualmente, las empresas tendrán que cotizar por los beneficios que obtengan sus filiales extranjeras. Con el fin de evitar la sangría que supone la pérdida de empleo en el sector industrial, que los demócratas calculan en 2.500.000 puestos de trabajo desde la llegada de Bush, Kerry promete establecer instituciones de inversión que permitan a las pequeñas y medianas empresas un fácil acceso al capital.

Dada la composición social de este país, la captación de la clase media constituye un objetivo prioritario de los demócratas. "El corazón de la promesa americana ha sido siempre la clase media, el motor de mayor crecimiento económico que el mundo ha conocido", afirma para, luego, recordar que en estos últimos cuatro años los costes se han disparado mientras que los ingresos se han hundido con el resultado de que "las familias americanas ganan un promedio de 1.500 dólares anuales menos que en 2000", fin de la presidencia de Clinton. Para poner remedio a esta situación, los demócratas proponen una reforma fiscal que "premie y distribuya la riqueza" de forma más equitativa en lugar de mantener un sistema impositivo, como el actual, que permite "acumular riqueza a los que ya la tienen". Los demócratas se comprometen a mantener la reducción de impuestos para los ingresos inferiores a los 200.000 dólares anuales y a suprimir las deducciones en las cantidades superiores. Según el programa demócrata, el 98% de la población se beneficiará de esa medida. En cuanto al tema de los galopantes déficit acumulados por esta Administración, Kerry se ha comprometido a reducirlos a la mitad al final de su primer mandato.

Los demócratas se proponen reformar de inmediato el sistema sanitario estadounidense, basado en la contratación individual de seguros médicos, con el fin de asegurar de que todos los ciudadanos tengan una asistencia médica de calidad. Pero, con el recuerdo todavía vivo del fracaso de la reforma propuesta durante el primer mandato de Clinton, Kerry promete una reforma gradual del sistema, que comenzaría con el pago por parte del Gobierno de los gastos médicos más onerosos, lo que, según el programa, ahorraría a las familias una media anual de 1.000 dólares.

Aunque los republicanos, por razón de su calendario de campaña, no han hecho público todavía su borrador de programa, sus propuestas en relación a una serie de temas se mantienen inalterables. En el tema del aborto, el partido republicano se opone excepto en los casos de violación, incesto o para salvar la vida de la madre. Kerry, que se ha declarado personalmente enemigo del aborto, ha reiterado que su partido nunca se opondrá a la libertad de elección en este tema y que nunca legislará contra esa libertad. En cuanto a la pena de muerte, las posiciones de los dos líderes son de sobra conocidas. Bush, como demostró durante su etapa como gobernador de Tejas, es decidido partidario de la pena capital, mientras que Kerry se opone a ella con igual decisión. En cuanto a los temas de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales, las posiciones son igualmente contrapuestas. Republicanos, no; demócratas, sí.

Los intentos republicanos de proponer al Congreso una reforma de la Constitución para prohibir los matrimonios entre homosexuales van camino de convertirse en uno de los temas más polémicos de la campaña. Como Bush, Kerry se opone a la legalización de esos matrimonios, aunque está a favor del reconocimiento de todos los derechos a las parejas. Sin embargo, los demócratas se oponen frontalmente a que el Congreso discuta una enmienda constitucional porque consideran que la misión de la Constitución debe ser unir y no dividir a los ciudadanos. Los republicanos piensan, sin embargo, plantearla en ambas Cámaras, aunque no carecen de la mayoría necesaria de dos tercios para conseguir su aprobación. Pero, incluso si la tuvieran, para ser incorporada a la Carta Magna la enmienda debería ser aprobada por dos tercios de los Estados integrados en la Unión. Por tanto, se trata de un mero ejercicio de oportunismo político por parte de los republicanos aprovechando el abrumador rechazo de los matrimonios homosexuales entre la ciudadanía que reflejan las encuestas.

Un policía hace guardia en una calle de Baltimore durante la visita del candidato demócrata, John Kerry.
Un policía hace guardia en una calle de Baltimore durante la visita del candidato demócrata, John Kerry.AFP

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