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Columna
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Discordia

Miquel Alberola

La palabra consenso no figura en el diccionario de la política valenciana. No existe ninguna referencia en la que, ante un reto decisivo, por lo menos los dos principales partidos hayan alcanzado un acuerdo en aras del interés general y fijado una posición conjunta que beneficie al máximo a la mayoría de la sociedad que ambos representan. No ocurrió con el Estatuto de Autonomía, que sólo se pudo cerrar mediante la intervención de Madrid y con la imposición de sus condiciones. También fue imposible el acuerdo en el desarrollo urbanístico de Valencia, en el que, por citar uno de los mil ejemplos, el PSPV y el PP han jugado a defender o criminalizar la prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez hasta el mar según fuera suya o no la alcaldía. O con el Plan Hidrológico, donde primero los socialistas propusieron un ambicioso trasvase para luego combatir el del PP, que se elaboró con el mismo escaso consenso que ahora denuncian los populares que aplica el PSOE en la alternativa. Tampoco ha sido posible con la Copa del América, un acontecimiento que no iba a resolver todos los problemas y retos de Valencia pero que sí podía servir como pretexto si se encajaba en un propósito estratégico para la ciudad. También aquí ha podido más el interés inmediato de las organizaciones políticas que el provecho social. Al final, la intervención directa del Rey a instancias del empresario Ernesto Bertarelli, el propietario de los derechos de la próxima Copa del América, no hace sino repetir el mismo esquema de soluciones de siempre. Madrid ha tenido que tomar cartas en el asunto de nuevo. Ahora, al habitual empantanamiento producido por la fricción política que persigue el desgaste de quien propone desde el poder, aun compartiendo la misma convicción política desde la oposición, se ha unido la imprevisión de un Ayuntamiento que sólo contemplaba el evento desde un escenario político propicio y como una retumbante gala social para proyectar la imagen de una Valencia fundida con el PP y adornada para la ocasión con los cuatro pelotazos urbanísticos acostumbrados. Y ahí estamos. Y así nos va.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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