Mueren los reyes, vive la música

Todas las músicas, como las personas, tienen su sitio. Las mejores son universales, no mueren, sobreviven al tiempo y a quienes las crearon o las escucharon, también a quienes, desde su poder, las encargaron. Isabel la Católica está enterrada en la Capilla Real de Granada y sobre sus huesos se han revivido unas cuantas piezas que propició y oyó cuando aún estaba entre los vivos. Lo que vive ahora es esa música, que la ha trascendido, que nunca será polvo. Y uno de los artífices de esa vitalidad es un australiano, Michael Noone, que en 2001 fundó, con Warren Trevelyan-Jones, el Ensemble Plvs Vltra mientras investigaba en archivos de catedrales españolas a la búsqueda de tesoros ocultos.

En sus cuatro años de existencia el Plvs Vltra se ha convertido en uno de los mejores grupos de su especialidad. No sólo cantan muy bien, sino que la sabiduría de Noone, que es un músico de enorme clase además de un investigador conspicuo, permite que cada compositor tratado se revele en su personalidad sin sumirse en el bosque magnífico de la gran música española de los siglos XVI y XVII.

De lo que escuchó Isabel la Católica se nos dieron muestras soberbias: por ejemplo, el precioso Ave maris Stella, de Pedro de Escobar, el sorprendente Magnificat de Alonso de Mondéjar -lo mejor de la sesión, con su mezcla de arcaísmo y nuevos modos-, la en su día popular Salve Regina, de Anchieta, o los caprichos sobre algunas de las canciones preferidas de la reina a cargo de Gabriel Mena y Francisco de Peñalosa. Como coherente añadido, el Officium Defunctorum de Morales, descubierto en la propia Capilla Real, que se interpretaba en las honras por los Reyes Católicos tras su muerte y que se estrenaba ahora fuera de aquel contexto. Música honda, que encontraba toda su pertinencia como muestra de que la carne muere pero el espíritu sigue.