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Reportaje:

El imperio de los piratas

La modesta tienda de ropa al por mayor de los hermanos Chedadi, en el madrileño barrio de Lavapiés, era un lugar fichado por la Policía Municipal mucho antes de que los investigadores del 11-M levantaran el cierre y procedieran, la madrugada del 18 de marzo, a un largo y minucioso registro. "Esa modesta tienda de ropa era un punto de encuentro donde se hacen los contactos y ofertas de ropa de marca, falsificada. Evidentemente, sólo tiene a la vista producto sin marca, y sólo si eres un cliente conocido te enseñan lo falso", dice un experto en la lucha contra las falsificaciones. Un negocio floreciente en todo el mundo que factura medio billón de euros al año y no para de crecer.

Traficar con productos falsos presenta numerosas ventajas. Es más fácil y menos arriesgado de transportar que las drogas, y se cotiza más
El polígono Cobo Calleja, en Fuenlabrada, es el centro de toda la piratería de Europa, según fuentes de la Policía Judicial de Madrid
"El director de la Paramount Pictures en España se enfrentó a un 'mantero' en la plaza de Cataluña, en Barcelona", dice Tourné
"La gente no lo ve como un problema grave. Piensan que sólo perjudica a una marca rica", dice Soledad Rodríguez, que defiende a las marcas
¿No será esta plaga de las falsificaciones de lujo el corolario de un abuso de las marcas, hecho por los diseñadores de las grandes firmas?
Nike, con 23.000 empleados, se sirve de empresas subcontratadas en Taiwan y Corea, zonas 'calientes' de la piratería, para fabricar sus productos
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Cuando usted, melómano incurable, compra los últimos CD de Alejandro Sanz y de David Bisbal por cinco euros, en el top manta de la esquina, o usted, devota de las marcas, se lleva a casa por 12 euros un falso Vuitton, está financiando a redes mafiosas que engrasan con ese dinero una poderosa maquinaria de fraude, hasta el punto de que podría hablarse de verdaderas multinacionales de la ilegalidad. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) calculó recientemente que este negocio ilegal destruye 100.000 empleos legales al año en Europa.

Mano de obra barata

Todo un entramado paralelo al de la gran industria y el comercio mundial, con sus propias fábricas encubiertas instaladas en China, en Corea del Sur o en otros países asiáticos -que disponen de abundante y barata mano de obra-, sus propios almacenes en todo el mundo y sus redes de distribución y comercialización, por las que circulan también, cuando la ocasión lo requiere, inmigrantes ilegales, jóvenes destinadas a la prostitución en los mercados insaciables del mundo desarrollado, drogas y hasta dinero contante para financiar atentados, como ha puesto al descubierto la investigación sobre el 11-M.

Según un documento de Interpol, una nueva hipótesis apunta a que el atentado contra las Torres Gemelas de 1993 fue financiado en parte con la venta de textiles falsos en Broadway. La policía de Irlanda del Norte sabe bien que los paramilitares del Ulster se han financiado siempre con las ventas de productos piratas. El propio secretario general de Interpol, Ronald Noble, ha reconocido recientemente que "existe un vínculo significativo entre la falsificación y el terrorismo en localizaciones donde existen estos grupos terroristas".

Y es que traficar con productos falsos presenta numerosas ventajas en relación con la venta de drogas, es más fácil y menos arriesgado de transportar, y se cotiza más. Por ejemplo, un kilogramo de discos compactos piratas vale en la actualidad 3.000 euros en las calles de Europa Occidental, mientras que un kilo de resina de cannabis está valorado en 1.000 euros.

Material falsificado no falta, y se fabrica en su mayoría en la provincia de Zegin, que son los alrededores de Shanghai (China), explican fuentes policiales. La gran ciudad tiene un comercio independiente de las copias ilegales, pero en su puerto y en Hong Kong es donde se cargan los contenedores de las fábricas. "Hay mercados inmensos de productos falsos, todo expuesto. Allí están desde los Lunnis hasta el Real Madrid. Los mayoristas eligen y compran por contenedores", explican fuentes del grupo antipiratería de la Policía Judicial de Madrid.

Las mismas fuentes detallan que el transporte es en barco -en avión si es un envío urgente- directamente a puertos españoles, donde la Policía de Aduanas apenas puede comprobar uno de cada 1.000 contenedores. Si proceden de un país conflictivo, como Colombia, puede llegar a comprobar uno de cada 500 o de cada 300. Nicolás Bonilla, director general de Aduanas, dice que los lugares calientes de entrada de falsificaciones son los puertos de Las Palmas, Algeciras, Barcelona y Valencia, además del aeropuerto de Barajas. "Sólo en el puerto de Las Palmas se mueven 1.060.000 contenedores al año. Para controlarlos hay 54 guardias civiles y 23 funcionarios de Aduanas".

Con esos efectivos, las incautaciones casi se triplicaron entre 2002 y 2003. Se pasó de las 868.995 unidades intervenidas, valoradas en nueve millones de euros, a las 3.289.646 unidades, valoradas en casi 45 millones de euros. Según la Comisión Europea, en toda la UE los funcionarios de Aduanas se incautaron en 2002 de 85 millones de objetos falsificados, mientras que en la primera mitad de 2003 está cifra era ya de 50 millones.

Almacén chino e

n Fuenlabrada

La cantidad que supera estas barreras es un misterio, pero de grandes proporciones. Todo ese material se almacena. "El polígono Cobo Calleja, en Fuenlabrada (Madrid), es el centro de toda la piratería de Europa", dicen fuentes policiales. Hasta allí llega la mayoría de los camiones de Barajas y de los puertos, y de allí se reparte a las tiendas de Lavapiés, y de ahí a los mercadillos de toda España.

En el centro del polígono Cobo Calleja, una de las naves, llamada China Center, hace la misma función que el mercadillo que describe la policía en Zegin. Es donde todos los mayoristas presentan muestras de sus productos, que están almacenados en alguna otra nave y que cambian regularmente de sitio para evitar a la policía. Esta movilidad forma parte de la estrategia de los importadores, empresas que apenas superan el año de vida porque desaparecen antes de tener que hacer la primera declaración de la renta a Hacienda. Y en caso de que sobrevivan los 12 meses, al ser empresas de nueva creación pueden justificar "más de un millón de euros de pérdidas", como dice un policía, que ha presenciado más de una vez cómo "se parten de risa los dueños y sus abogados" cuando en un interrogatorio se les pregunta por las cuentas de la empresa.

El China Center es como una gigantesca tienda de todo a cien de miles de metros cuadrados con muestras de todos los productos de mercadillo imaginables, desde lencería hasta electrónica. Pero hace también las veces de centro social. Tiene sus propios servicios, incluido un bar con menú chino de 3,50 euros (sopa de fideos, arroz y carne), regentado por un familia llamada Huang. El jueves a mediodía, decenas de chinos llenaban el local, donde había organizada hasta una partida de póquer.

La oferta de estos almacenes no incluye los CD y DVD piratas, pese a que "ahora lo que más se piratea es la música, seguida del cine", según Pedro Farré, abogado de la Oficina para la Defensa de la Propiedad Intelectual. "Una red media de piratería, según un estudio nuestro, son ocho personas en tres pisos con unos 25 duplicadores. Con eso se pueden poner 150.000 discos en la calle al mes. El coste unitario de grabación son 30 céntimos. La rentabilidad neta, sin el material, el alquiler y el infrapago a los empleados, sería unos 108.000 euros". Y eso que, en palabras de un experto policial de Madrid, "la venta de CD y DVD es más o menos estable, pero la de todo lo demás está fuera de control".

La estabilidad no está reñida con la abundancia. Sólo en la capital de España se venden unos 100.000 CD y unos 30.000 DVD piratas al día, según cálculos del grupo antipiratería de la Policía Judicial de Madrid. Las cosas han llegado a tal punto que el negocio funciona por catálogo. El vendedor (el mochilero empieza a sustituir ya al mantero) entra en un bar y deja una lista de títulos encima de la mesa: si a alguien le interesa alguna de las novedades no tiene más que pedírselo, y volverá a los cinco minutos con la mercancía.

La mano de obra tampoco falta porque, como explica un agente de la Policía Judicial, "las mismas redes de tráfico de personas que antes traían a los ilegales y los metían a coser en un taller hasta que pagaban su deuda, ahora los tienen copiando CD. La delincuencia no se crea ni se destruye, sólo se transforma".

José Manuel Tourné, presidente de la Federación Antipiratería (FAP), que representa al sector audiovisual y de videojuegos, considera un dato revelador lo que se llama el "material abandonado". Es decir, lo que manteros dejan en el suelo al salir corriendo de la policía. "De enero a marzo pasado, ese material fueron 1.200 películas al mes". La FAP calcula el pirateo audiovisual en nueve millones de películas falsificadas al año.

La preocupación en el sector audiovisual es tal, afirma Tourné, que tratan de "implicar a todos en esta lucha". Tourné cita como ejemplos nada menos que al director de Paramount Pictures en España, que se enfrentó a un mantero en la plaza de Cataluña, en Barcelona, o al director de Disney España, que hizo lo propio con un mochilero en Madrid.

Falta de apoyo ciudadano

¿De quien es la culpa de lo que ocurre? "La policía y los funcionarios de Aduanas están haciendo una gran labor, pero nos encontramos con que la gente de la calle ha llegado a intervenir para impedir que fueran detenidos los vendedores ambulantes de objetos falsificados", dice Soledad Rodríguez Antón, presidenta desde su creación, en 1989, de la Asociación Nacional para la Defensa de la Marca (Andema). Y los consumidores, no nos engañemos, son un elemento clave en esta lucha contra las falsificaciones. Si los millones de bolsos, gafas, zapatillas o películas que se ofrecen por la calle no tuvieran comprador, el negocio se iría a pique.

"Pero la gente no lo ve como algo grave. Piensan que sólo hace daño a una marca rica, sin darse cuenta de que es el tejido industrial de un país el que sufre, porque hay menos beneficios para reinvertir y porque puede conllevar pérdida de puestos de trabajo", dice Rodríguez Antón.

La dificultad de combatir este fenómeno creciente -desde 2000, cuando el comercio pirata representaba en torno al 5%, se ha pasado al 9% en 2004- es doble, porque ni el consumidor está suficientemente sensibilizado, ni las legislaciones penales pueden imponer castigos demasiado severos. Las penas están entre seis meses y dos años, con multas alternativas que dependen de los días de condena. "A nosotros nos parece suficiente. Lo único que queremos es que se requise la mercancía y se dicten condenas, y no haya absoluciones, como ocurre tantas veces", dice Rodríguez.

Para muestra, un botón. En una sentencia judicial dictada en Las Palmas en 2001, en la que el delito fue desestimado, el juez calificaba de "sarcasmo" la hipótesis de que la venta de películas piratas en un mercadillo pudiera causar "perjuicio a las grandes sociedades mercantiles productoras de películas cinematográficas, conocidas mundialmente por su enorme difusión y potencial económico".

Es la sociedad entera la que no parece interesarse por este fenómeno. Prueba de esa tibieza, de está dificultad en reaccionar ante las señales de alarma que se encienden por todas partes, es la falta de coordinación en la lucha contra la piratería. El primer congreso global sobre falsificaciones, en el que participaron tanto afectados como expertos, además de la Interpol, se celebró en mayo pasado, y puso en evidencia el largo trecho que queda por recorrer en este campo. En el Congreso se decidió poner en marcha de forma urgente mecanismos para cuantificar con más exactitud las verdaderas cifras que se mueven en este submundo de la piratería, y se subrayaron los riesgos para el consumidor -económicos, sanitarios y de seguridad- que se derivan de ella.

El retraso no deja de ser notable si te tiene en cuenta que este negocio parásito que se nutre con la sangre de la economía legal comenzó a cobrar importancia en los años ochenta, pero experimentó un despegue sustancial en la última década. En todo este tiempo ha evolucionado también de acuerdo con sus particulares reglas de mercado.

Si hasta 1986 se copiaban productos de lujo de gran valor añadido con destino a Europa y Estados Unidos, entre 1986-1994 se da el salto a la falsificación de textiles y a partir de 1995 se pasó a la falsificación de bienes de gran consumo y a veces de poco valor añadido, muchos de ellos con destino a mercados pobres, por así decir, en África, América Latina o las ex repúblicas soviéticas.

Son bienes que se engloban en el capítulo "otros", en las estadísticas que confeccionan las cámaras de Comercio junto con los ministerios de Educación y de Ciencia y Tecnología. En el informe del año pasado, que recogía el estado del problema en España hasta finales de 2002, se incluyen en este capítulo desde planchas y maquinaria de impresión o cartuchos para impresoras hasta repuestos del automóvil (sobre todo bujías), carcasas y fundas para los teléfonos móviles, merchandising de equipos de fútbol o de dibujos animados, juguetes, pastillas adelgazantes y estimulantes, sábanas, taladros, percutores, patines eléctricos y radiales eléctricas, tabaco, mecheros y cartuchos para juegos electrónicos.

Es decir, prácticamente todo. Una de las multinacionales afectadas de lleno por la piratería es Bic, que fabrica bolígrafos, maquinillas de afeitar y encendores baratos, pero cuya calidad está respaldada por una potente empresa con numerosas fábricas (una de ellas, de tecnología punta, en Tarragona) y con una sólida presencia en el mercado. Jerome Buscail, responsable del departamento de lucha contra las falsificaciones en esta multinacional francesa, dice que "el año pasado fueron confiscados 20 millones de objetos, entre mecheros, bolígrafos y maquinillas de afeitar". Una pequeña dentellada en la masa de negocios de Bic, que vende a diario 4 millones de encendedores, 11 millones de maquinillas y 22 millones de bolígrafos.

La punta del iceberg

Las incautaciones de material son sólo la punta de un iceberg de dimensiones incalculables hoy por hoy. Aunque el daño mayor es de carácter moral, por la erosión que las falsificaciones producen en la marca auténtica. En algunos casos, destruyendo la confianza del consumidor, que se lleva a casa un producto pirata creyendo que es auténtico, como se lamenta Buscail. "Los bolígrafos o las maquinillas que piratean la marca Bic se venden al mismo precio, o un 20% menos, porque lo que pretenden es engañar al consumidor, que es otra víctima de esta piratería. De esta forma, la buena psicología que existe entre el comprador y la marca se pierde, y el consumidor puede dejar de comprarla".

Cosa distinta es la psicología del que se acerca a un vendedor ambulante para comprarse un bolso de marca o unas gafas Ray Ban. El precio -las gafas auténticas pueden costar entre 120 y 150 euros, frente a los 10 euros de las falsas- no deja lugar a dudas de que el producto es una falsificación. En este caso, el consumidor, más que víctima, es cómplice. Hasta cierto punto, subraya César Galcerán, director para España del departamento de protección de otra marca multinacional de las más renombradas, Nike. "La técnica ha avanzado tanto que ni siquiera nuestros vendedores son capaces de distinguir entre los productos falsificados y los auténticos".

Puede que tenga algo que ver en esta exactitud el hecho de que Nike, un gigante estadounidense con 23.000 empleados, se sirva también de empresas subcontratadas en Taiwan y Corea, dos zonas calientes de las falsificaciones. ¿Quién puede controlar que los patrones de los modelos legales no acaben en manos ilegales? Los hechos son concluyentes. El mercado de lo falso está inundado de productos Nike. "Sólo zapatillas, se requisaron 35.000 en un mes", dice Galcerán. Que se venden a mitad de precio que las auténticas (de 150 euros a 75 de la copia).

Todas las grandes firmas sufren el mismo acoso. Por eso, Adidas, Umbro, Burberry, Lacoste, etcétera, han optado por organizarse conjuntamente para financiar a sus propios investigadores, que colaboran estrechamente con la policía y con los agentes de Aduanas en el desenmascaramiento e incautación de mercancía pirata.

Naturalmente, el mercado está diversificado, y en la Europa opulenta no se encuentran muchos de los sucedáneos de escasa calidad que se venden como auténticos en los países del llamado Tercer Mundo o en los países en desarrollo, y que van desde válvulas cardiacas falsas hasta repuestos de aviones. Al menos no es lo frecuente, aunque, advierte el responsable de Bic, "la semana pasada confiscamos un millón de falsos encendedores en Italia".

No es casual que sea Francia, en sí mismo un nombre-marca que garantiza todo un mundo de lujo y refinamiento, uno de los países impulsores de esta batalla contra la piratería. El actual ministro francés de Economía y Finanzas, Nicolás Sarkozy, acaba de declarar una guerra comercial sin cuartel contra este fenómeno.

Muchas de las firmas de lujo más imitadas son francesas. Marcas y logos que se benefician de un renombre mundial que crea en torno suyo el fraude, como una especie de subproducto indeseado. Cuando Louis Vuitton abrió su negocio a finales del siglo XIX, en París, no imaginaba, seguramente, que sus maletas arrasarían dando vida a un fabuloso negocio de lujo, pero tampoco que este éxito traería aparejada una copia masiva que ha llenado de bolsos con el famoso logo las calles de medio mundo. "El perjuicio que nos causan es muy grande, porque detrás de una marca hay mucha inversión en innovación, fabricación, marketing, publicidad..., muchísimos gastos, y el falsificador no tiene esos gastos; ni ésos, ni los costes de fabricación y mantenimiento. Tampoco paga a Hacienda ni a la Seguridad Social por sus trabajadores. Se limita a trocear el bolso y a calcarlo", dice Asunción Icazategui, abogada de la firma que defiende en España los intereses del emporio LVMH (fundamentalmente, Louis Vuitton, Loewe y Fendi).

Vuitton tiene más de 300 tiendas en todo el mundo, pero sus exclusivos productos se fabrican sólo en Francia y en Barberá del Vallés (Cataluña). Estos bolsos fabricados de forma casi artesanal, que pueden costar 700 euros, tienen su copia en la calle; de mala calidad, sí, pero aparentemente igual y por poco más de los 12 euros (lo que cuesta el envío por correo de una de estas joyas de la marroquinería).

¿No será esta plaga de las falsificaciones de objetos de lujo el corolario de un fenómeno de sobreexplotación, de abuso del logo realizado durante años por los propios diseñadores de las grandes casas, ansiosos de rentabilizar ese nombre? La pregunta no es bien recibida por los defensores de las marcas, que niegan rotundamente este hecho.

"El problema no son las marcas, sino el fetichismo que se ha desatado con ellas, porque los consumidores no deberían olvidar (y me refiero a toda esa filosofía del no logo) que la única forma de garantizar los derechos del consumidor está en que haya una marca que respalda el producto", dice la presidenta de Andema. "Pero no hay que ser fetichista, porque una marca hueca, estampada como si se pusiera uno una pegatina en la frente, no significa nada. Cada uno debe comprar el producto que le conviene, de acuerdo con sus posibilidades económicas, y exigir calidad en ese nivel".

La abogada de Louis Vuitton niega también que haya habido excesos de este tipo. "Además, no se le puede pedir a un empresario que renuncie a su marca o que no la utilice mucho. Por otra parte, las marcas que más se falsifican, por ejemplo los relojes Rolex, no son las más llamativas, su logo apenas se ve". La responsabilidad recae entonces en el consumidor, que, arrastrado por la publicidad, no es capaz de resistir la tentación de lucir en la muñeca, o en los pies, ese reloj, esas zapatillas de marca luminosas y famosas a un precio irrisorio.

Una tentación

"Hombre, es que yo creo que también para el consumidor la tentación es demasiado alta", tercia Galcerán, de Nike, que confía en la evolución de la mentalidad del comprador. "Antes, el que defraudaba a Hacienda era casi un héroe, y hoy es todo lo contrario". Algo así ocurrirá en el futuro con los que compran a sabiendas productos falsificados. En tanto llegan esos tiempos, Galcerán se queja de que la piratería industrial esté considerada un delito menor, y que se absuelva a veces a los culpables "cuando se está robando la propiedad de algo, además de que se distorsiona el mercado".

A pesar de las quejas de estas empresas, la policía de Madrid está harta de ver a famosísimas marcas llegar a pactos con los falsificadores en los juicios. "A un tipo que ha ganado varios cientos de millones pirateando a una marca no le importa pagarle unos cuantos a esa misma marca para olvidarse del asunto", explican fuentes policiales. Así terminan complejas operaciones de meses de investigación. Y así se inyecta nueva vida ese río sin fondo de la economía negra, que, pese a vivir de la industria y el comercio legales, invierte grandes sumas en socavar los cimientos de nuestra sociedad, y hasta puede que un día opte por dinamitarlos.

La nave China Center, en el polígono Cobo Calleja (Fuenlabrada, Madrid), considerado por los expertos antipiratería de la Policía Nacional "el mayor centro de mercancía pirata de Europa".
La nave China Center, en el polígono Cobo Calleja (Fuenlabrada, Madrid), considerado por los expertos antipiratería de la Policía Nacional "el mayor centro de mercancía pirata de Europa".P. X. S.
Ambiente callejero un día cualquiera en las calles adyacentes a la Puerta del Sol, en Madrid.
Ambiente callejero un día cualquiera en las calles adyacentes a la Puerta del Sol, en Madrid.BERNARDO PÉREZ

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