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LA CRÓNICA
Columna
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Golpe de mano en RTVV

A José Vicente Villaescusa, el dimitido director general de Radiotelevisión Valenciana, le venían dando largas para que asimilase la fatalidad de su relevo, madurase la oportunidad política del mismo y, simultáneamente, se hallase la fórmula legal para realizarlo. Llegado el momento, como acaba de ocurrir, el presidente Francisco Camps lo puso en el brete de irse por su voluntad y con premio de consolación, o irse de todos modos, pero a la intemperie. El viejo camarada, más realista que arrogante, echó números y ha optado por servir a la causa desde otra nómina pública, que ciertamente se ha ganado, pues de otro modo, con la ley en la mano, el Gobierno lo tenía crudo para desahuciarlo del cargo, pues no concurría ninguno de los supuestos previstos para el cese. Dimitir era la salida idónea, aunque, tal como se ha producido, al margen de los órganos de gobierno de RTVV, tiene todas las trazas de un golpe de mano.

Quizá el lector pregunte por el motivo que apremiaba este cambio y no faltará quien deduzca que su razón de ser es el propósito de renovar, mejorando, la radio y tele autonómicas. Cándido juicio que nos gustaría compartir, pero que en este caso, de existir tal propósito, es secundario, pues de lo que se trata es de asir el control de RTVV, redistribuyendo los cargos directivos y de confianza, decidida o sospechosamente proclives al anterior presidente de la Generalitat. Villaescusa no supo o no pudo reciclarse y su caída era inevitable e importante por lo simbólica. La calidad de su gestión o del producto mediático que ha parido han sido factores secundarios.

¿Y por qué ahora? A falta de una respuesta mejor, no es descabellado pensar que así lo propiciaba la relación de fuerzas en el seno del PP. En otras palabras: el molt honorable, como líder del partido, se siente por fin fuerte para plantar cara a la fronda crítica que le tiene o ha tenido en un brete. Prueba de ello es, además del relevo que glosamos, la designación de Pedro García, actual secretario autonómico de Comunicación, como sustituto. Diríase que se ha doblado maliciosamente la ración de purgante que se le administra al adversario, pues es sabido que el nuevo director general de RTVV condensa la inquina del zaplanismo, que le reputa traidor cuando, en realidad, este político, como Bellido Dolfos, se ha limitado a servir con lealtad y en cada ocasión a su legítimo señor.

Del nuevo responsable de RTVV no podemos formular pronóstico alguno. Años ha fue periodista y, más o menos estrechamente, siempre ha estado metido en el fandango de la comunicación y de los comunicadores. Podría ser una ventaja para aquilatar las soluciones que está pidiendo la radio y la tele autonómicas. Pero no hay que ilusionarse demasiado. Para que se produzcan las innovaciones ha de preexistir una voluntad política de emprender las reformas y atenerse a un modelo que, como mínimo, ha de garantizar un notable grado de transparencia y democracia. El portavoz del Consell, Alejandro Font de Mora, ha citado a este respecto la BBC inglesa, y suponemos que ha sido un desahogo sarcástico. No sólo estamos en otra onda cívica, sino que tampoco nos acercamos al talento de los catalanes para aderezar a semejanza suya la nadería televisiva y cumplir con decencia los mínimos de objetividad informativa. ¿O sí?

No obstante, si se ha tenido arrojo para forzar a ley y licenciar como se ha hecho al director general de RTVV, habría que aprovechar la inercia y prolongar la poda y reajustes de personas y programas. Eso sí, teniendo previamente la santa osadía de liberar a la televisión pública de esa espada de Damocles que es la cuota de audiencia, en gracia a la cual se nos abochorna con espacios que son pura basura. Lo cual nos abocaría a plantear el problema de la financiación, el déficit, la hipertrofia de la plantilla que seguirán siendo, previsiblemente, piedra de escándalo mientras no sepamos qué RTVV queremos.

Y un estrambote. El ex director general ha sido agraciado con el comisionado (¿no será comisariado, en atención a sus años mozos de izquierdista belicoso?) para la creación del Museo del Siglo XIX. Un retiro apacible, pero mortificante por cuanto artificioso, pues eso es el museo de marras. ¿Por qué no se le ha propuesto dirigir una desaladora?

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