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IDA Y VUELTA
Columna
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Vida de aeropuerto

Mike Melvill, pionero de la aviación comercial en el espacio, dice que allá en lo alto vio colores asombrosos y que fue como una experiencia religiosa. Al franquear la frontera del espacio, se fijó muy especialmente en lo bonita que se veía su casa en la costa californiana. ¿Por qué no miró hacia Irak, por ejemplo? Eso sí que debe de ser una experiencia religiosa. En cuanto a los colores que vio, si nos dejamos guiar por la teoría de Swedenborg, puede que muriera y no se diera cuenta y ahora siga muerto y sea un astronauta que está peor que un muerto que fuma. Se ha de ser bastante ganso para ir al espacio a ver cómo es tu casita de la costa. A veces no es necesario moverse para verla, basta con estar en ella, y es más, hasta es posible trasladarla a la terminal de un aeropuerto, como hizo ese ciudadano iraní que se hizo famoso cuando quedó atrapado en el Charles de Gaulle de París y vivió esa aventura real que ha inspirado ahora a Spielberg su película The terminal.

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A Merhan Karimi Nessari se le considera oficialmente el pionero de la vida de aeropuerto, deporte moderno que consiste en llegar a una terminal y quedarse allí atrapado un buen rato. Más que un buen rato, Karimi quedó atrapado muchos días. Su pasaporte no era válido ni siquiera para ser repatriado. Se instaló en el aeropuerto, lo convirtió en su casita de la costa. Cuando leí lo que le había sucedido a Karimi, me acordé de los dos días enteros que yo había quedado atrapado en el aeropuerto de Vitoria, que es tan pequeño que se me convirtió muy pronto en un apartamento y donde, para entretenerme en algo, cada vez que llegaba un vuelo iba a ver si conocía a alguien. Lo pasé bien. Llegaban vuelos desde Cuba y de vez en cuando amigos que venían de La Habana me preguntaban de dónde eran los cantantes. No estuvo mal.

Creo que fue muy poco después de mi experiencia religiosa en Vitoria cuando quedó atrapado Karimi en el Charles de Gaulle, y él tuvo más suerte que yo porque Spielberg ha acabado comprándole, a precios astronómicos, los derechos de explotación de su historia. Para reconstruir ese relato real han gastado una verdadera fortuna, ya que, a causa de las medidas de seguridad actuales, no pudieron rodar en un aeropuerto ya existente y tuvieron que construir una terminal completa con todos sus detalles en un hangar militar en la localidad californiana de Palmdale, cerca precisamente de la casa del astronauta Melvill, el pionero en perder el tiempo en el espacio. En fin... Siempre he pensado que podrían haber filmado en el de Vitoria y titular la película El apartamento. Para colmo, la versión de Spielberg resulta pesada y se prevé un fracaso económico. Se habría ahorrado mucho dinero Spielberg si hubiera sabido que la historia del iraní parece sorprendente, pero no lo es tanto. A fin de cuentas, Georges Perec en 1973, en Especies de espacios, ya la había vaticinado: "Hace algunos años a uno de mis amigos se le ocurrió la idea de vivir un mes entero en un aeropuerto internacional. Por lo que sé, nunca llegó a realizar aquel proyecto, pero no veo qué habría podido impedírselo objetivamente. Lo esencial de las actividades vitales puede llevarse a cabo en el ámbito de un aeropuerto internacional".

Digan lo que digan, la literatura va adelante, suele anticiparse siempre. Basta con un lápiz para escribir la historia más previsible, pero también la más rara, y tiene, por otra parte, la ventaja de que la vuelta por el espacio es más intensa y, además, nadie te obliga a que mires hacia California.

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