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NOTICIAS Y RODAJES

La magia de un filme rodado en un orfanato durante la Guerra Civil

Elisabet Cabeza y Esteve Riambau recuperan una desconocida y deliciosa película de 1937

H ace un par de años, en casa de Elisabet Cabeza, periodista del diario barcelonés Avui, se recibió una inesperada llamada. Era de alguien que preguntaba por su padre. Pero resulta que éste había fallecido hacía nada menos que 28 años. Al ser informado de esta circunstancia, el comunicante se identificó de inmediato como ex alumno del colegio El Roser, de Sant Julià de Vilatorta (Barcelona), y explicó que estaba intentando localizar a los antiguos estudiantes del centro para convocarlos a una comida de fraternidad. El padre de la periodista había estado interno en esa escuela durante la Guerra Civil que por aquel entonces -y desde su fundación a finales del siglo XIX- era un orfanato para hijos de familias humildes. La conversación telefónica se fue desarrollando dentro de lo previsible hasta que el desconocido mencionó la existencia de una película que un cineasta aficionado, Felip Sagués, refugiado en el pueblo, había rodado en 1937 con los niños del hospicio, entre ellos el padre de Cabeza, y de la que ella nada sabía. Llevaba el exótico título de Imitando al faquir, y su argumento estaba plagado de aventuras y magia.

La periodista quiso verla de inmediato. Al principio, su interés fue sólo personal: poder contemplar a su padre en acción a los 11 años, los que ella tenía cuando él murió, se le antojaba una vivencia única. Sin embargo, mientras los añejos fotogramas se sucedían se dio cuenta de que aquel filme "era un documento excepcional", porque encerraba una conmovedora y "agridulce" historia: la de la vida real de aquellos pequeños actores de pega, disfrazados de sultanes y odaliscas -a los chicos del orfanato se habían sumado, y sólo porque el guión exigía presencia femenina, las tres hijas del marqués de Villota, que residía en el cercano castillo de Santa Margarita-, y también la del director. A su manera, todos ellos habían escapado mentalmente del horror de las bombas y de su penosa situación gracias a la magia del cine. A Cabeza le entraron unas ganas tremendas de ponerse a buscar a aquellos extraños que habían compartido con su padre una experiencia tan particular e indagar en su memoria con el fin de conservarla en otra película, en este caso la suya. Pero antes quiso implicar en el proyecto al crítico cinematográfico Esteve Riambau, que se entregó a la causa incondicionalmente.

El rodaje de La doble vida del faquir, con producción del cineasta Antonio Chavarrías, empezó la semana pasada en el mismo colegio en el que nació la historia hace casi 70 años y con aquellos mismos niños que hoy son ya octogenarios.

Tan fascinante como la gestación de la película es el juego cinematográfico que encierra hasta el extremo de que Cabeza y Riambau todavía no saben explicar si su filme es un documental o no, porque en él la película original de Felip Sagués tiene un protagonismo nuclear. "Es un juego en el que la historia se confunde con la ficción", apunta la directora. "Digamos que se trata de una fórmula híbrida", añade el director, "una especie de túnel del tiempo donde a partir del presente surge el pasado; una suerte de juego de espejos en los que se van reflejando la realidad, la ficción y la memoria". Cabeza y Riambau también interpretan su cinta como un modo de cerrar el círculo vital de los protagonistas: dos películas, una al inicio y la otra al final de su existencia.

Elisabet Cabeza, sentada a la izquierda, entrevista a una de las protagonistas del documental.
Elisabet Cabeza, sentada a la izquierda, entrevista a una de las protagonistas del documental.ANTONIO CHAVARRÍAS

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