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Maragall propone incluir en la Constitución el nombre de las nacionalidades históricas

El presidente quiere una mención específica a Galicia, País Vasco y Cataluña

Enric Company

Un asunto cien veces insinuado por el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, tomó ayer forma de propuesta política. Ha llegado el momento, dijo, de que la Constitución explicite que las nacionalidades históricas que reconoció de forma elíptica en 1978 son Galicia, País Vasco y Cataluña. Argumentó que a los 25 años de aprobada la Constitución "es el momento de decir las cosas por su nombre".

El presidente cree que España ha entrado en un momento histórico en el que los asuntos que no sean puestos sobre la mesa serán "barridos". Y uno de ellos, apuntado ya por él mismo en otras ocasiones, es la diferencia entre regiones y nacionalidades históricas existente en la Constitución.

Maragall afirmó, en una entrevista en Catalunya Ràdio, la emisora de la Generalitat, que al especificar por su nombre a las nacionalidades históricas en la Constitución se haría explícito "algo que ahora es elíptico y debería ser aceptado por todos". Cosa que no ocurre, añadió, porque "en España mucha gente piensa que todas las comunidades son iguales".

Esta especificación permitiría recuperar, a juicio del presidente, la distinción entre regiones y nacionalidades, "que se ha pervertido un poco", dijo, como consecuencia de que en la aprobación de los estatutos de varias comunidades autónomas se introdujo también la condición de nacionalidad. "Alguna diferencia tiene que haber entre las comunidades que tienen lengua propia y tradiciones muy robustas y las que no", señaló.

Maragall tomó pie en un informe del semanario británico The Economist para calificar como "segunda transición" el momento político abierto con el acceso de Rodríguez Zapatero a la presidencia del Gobierno español, y la puesta en marcha de la reforma constitucional y estatutaria en Cataluña y País Vasco, a la que dio por sentado que "se apuntarán otros".

A la convicción de que es el momento de abrir todos los debates importantes se debe que Maragall haya puesto también sobre la mesa en los últimos días la aspiración de Cataluña a una financiación con "resultados similares" a los reportados por el concierto económico vasco. Ayer expresó su respeto por el concierto vasco, del que recordó que "ni Franco lo negó como principio". Pero insistió en que "si los resultados son insolidarios, el concierto es malo; y si no, no". Frente a quienes en Cataluña piden también sustituir el actual régimen de financiación por un concierto económico, como ERC y CiU, Maragall reiteró que lo importante en este asunto no es el nombre, sino los resultados.

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En la misma línea, Maragall insistió en que su partido, el PSC, quiere recuperar el grupo parlamentario propio que tuvo entre 1977 y 1982 en el Congreso de los Diputados. Ayer añadió a su argumentación que el PSC dispone de dictámenes de acuerdo con los cuales podría volver a constituirse este grupo incluso con el actual reglamento del Congreso. El reglamento señala que no podrán constituir grupo los partidos que no se hayan enfrentado entre sí en las elecciones, pero Maragall señaló que CiU y el PNV no se han enfrentado y tienen ambas su propio grupo. "No se tendría que tocar nada", afirmó.Lanzado a tomar la iniciativa política, el presidente Pasqual Maragall afirmó también ayer, en una conferencia en la Universidad Ramon Llull, que el pujolismo como "paradigma político" que ha "vertebrado el espacio central" de la política catalana "está agotado", "ha dejado de ser útil" y ahora Cataluña asiste a su sustitución por otro, que calificó como catalanismo "coral", no representado por un solo partido ni un solo líder.

El paradigma que durante los últimos 25 años "configuró la política y la sociedad catalana para bien y para mal" se fundaba, explicó Maragall, en la necesidad y la obsesión por la recuperación y la reconstrucción de la identidad nacional. El presidente admitió que esa actitud pudo estar justificada, pero acabó por configurar "un país a la defensiva", instalado de forma permanente en la identificación de "enemigos exteriores e interiores".

Esta "hiperconsciencia de nuestra fragilidad colectiva ha acabado por pasar factura", afirmó, y entonces, paradójicamente, la lógica de la "preservación esencial" ha acabado por convertirse en el principal obstáculo para la normalidad. "La normalización ha ahogado la normalidad", sentenció.

El catalanismo persistirá

La persistencia de esta política ha instalado la cultura catalana, agregó Maragall, "en una dependencia a veces viciada", y de tan "sobreprotegida" ha quedado "sin sistema inmunológico". Aunque evitó dar a su intervención el enfoque de crítica a los gobiernos de la etapa anterior, Maragall afirmó que "el proteccionismo sin límite ha contaminado las relaciones entre el poder político y el mundo de la cultura y el de los medios de comunicación".

A la hora de citar las causas del agotamiento de este modelo, Maragall apuntó tres de las citadas más comúnmente en los debates políticos desde el cambio de Gobierno en la Generalitat: un cambio de líder no exitoso (el de Jordi Pujol por Artur Mas), una alianza política mantenida durante demasiado tiempo (el pacto CiU-PP), y por último, un supuesto final del catalanismo.

Maragall rechazó el último de estos supuestos. A quienes plantean la cuestión de si hay catalanismo después del pujolismo, hay que responderles así, dijo: "Lo hay. Lo hubo antes, lo hubo durante, lo hay ahora y seguirá habiéndolo, no lo duden". Y a quienes hacen correr la voz de que el cambio político registrado en Cataluña "supone una descatalanización o una imparable españolización", les respondió que este argumento es un reflejo de la concepción "patrimonialista" con la que pretenden seguir "repartiendo patentes de catalanidad y de catalanismo" como si nada hubiera sucedido.

Una vez agotado el paradigma político del pasado, Maragall afirmó que es la hora de pasar "de la normalización a la normalidad", "de la reivindicación a la propuesta", "del proteccionismo a la libertad con reglas equitativas", de un mundo de ficción hecho a medida "a un mundo abierto, sin fronteras". Todo esto ha de dar pie, dijo, a "una nueva cultura política y cívica", un cambio en la mentalidad colectiva, en la que en vez de estar todo referido a un pal de paller, en última instancia representado por un partido y una persona, se configure un "catalanismo coral" al que representó mediante "la bella imagen espriuana de los fragmentos del espejo que, reunidos, permiten ver entera la imagen de Cataluña".

El nuevo paradigma del catalanismo tiene que configurar un país "con menos miedo y más ambición". Una nueva síntesis basada "en el patriotismo que nace del barrio bien ordenado, la escuela luminosa, la sanidad próxima", al que pueden sumarse ciudadanos llegados de todas partes.

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