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Las derrotas electorales precipitan la batalla por la sucesión de Chirac

El centro-derecha francés desconfía de Sarkozy

Los hombres de confianza del presidente francés, Jacques Chirac, mostraron una clara desconfianza hacia las aspiraciones del ministro de Economía, Nicolas Sarkozy, durante una reunión celebrada este fin de semana con cientos de militantes de la Unión por un Movimiento Popular (UMP). La batalla que se dirime es la sucesión de Jacques Chirac, al que le quedan casi tres años en la jefatura del Estado.

El cónclave terminó sin conclusiones, pero con la idea de un posible cambio de Gobierno antes de que la UMP se dote de un nuevo liderazgo. Por el momento se asiste a una pelea de jefes. Chirac ha dado un ultimátum a Sarkozy, al que éste se niega a responder, para que escoja entre la jefatura del partido o la continuidad en el Ejecutivo. Durante la reunión del fin de semana, Raffarin puso en guardia al partido contra la tentación de "distanciarse del presidente de la República". Y el hasta ahora jefe de la UMP, Alain Juppé, advirtió contra los intentos de establecer "una diarquía" de poder.

Sarkozy intentó desmontar la teoría de que sostener al Gobierno y al jefe del Estado es incompatible con apostar por otro proyecto de futuro. El ministro apuntó a "las clases medias" como la franja electoral a la que el centro-derecha debe apelar. "Olvidamos totalmente a las clases medias, es decir, a todas esas gentes que son demasiado pobres para ser ricos, demasiado ricos para ser pobres, que no tienen derecho a nada, que ya están hartos de que se les explique que siempre entran en los baremos para pagar y siempre rebasan los máximos para obtener un alojamiento -subvencionado-, una ayuda social, una plaza en una guardería...", martilleó el ministro de Economía.

A su vez, salió al paso de los que piden "dar tiempo al tiempo". El impaciente ministro de Economía sostuvo que aplazar las decisiones hará que la derecha llegue exangüe a 2007, "exactamente lo que le ocurrió a Lionel Jospin", en alusión al primer ministro de izquierdas que, tras cinco años de gestión, se vio apeado de la carrera por la presidencia de la República en la primera vuelta de las elecciones de 2002.

¿A quién escucharán los militantes de la UMP: a Sarkozy o a los hombres de Chirac, deseosos de ganar tiempo? Las negociaciones y tensiones entre bastidores dibujan el calendario de un verano y un otoño calientes. Un colaborador del primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, aludió ayer a un posible cambio de Gobierno en septiembre. Esto representaría modificar el Ejecutivo antes del congreso previsto por la UMP en noviembre, del que ha de salir el sucesor de Alain Juppé al frente del partido y, tal vez, el delfín de Chirac para 2007.

Los reunidos eran la columna vertebral de un partido mayoritario en el Parlamento, pero minoritario en el país, como lo ha demostrado la doble derrota electoral -regional y europea- sufrida este año. Ha fracasado el proyecto de 2002, cuando la reelección de Chirac provocó un movimiento de reunificación entre gaullistas, liberales y algunos centristas, que evocaban entonces el éxito de José María Aznar en España como argumento de autoridad. Ahora se trata de saber si ese partido, la UMP, sigue teniendo razón de existir.

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Al final del cónclave militante del fin de semana se organizó una escena destinada a quitar malos sabores de boca: Raffarin y Sarkozy llegaron al mismo tiempo al hotel donde se celebró la reunión y fueron calurosamente saludados por Alain Juppé. El entorno de Sarkozy aportó el dato de que su ministro había recortado su sesión dominical de footing para participar en la escena "de la unidad". La reunión se cerró con la aprobación de una declaración valorando la importancia de los lazos que unen aún al partido, aseveración matizada por el hecho de que se han autorizado las "corrientes" internas, que recuerdan tiempos pasados.

El primer ministro francés, Jean-Pierre Raffarin (derecha), junto al ministro de Economía, Nicolas Sarkozy.
El primer ministro francés, Jean-Pierre Raffarin (derecha), junto al ministro de Economía, Nicolas Sarkozy.AP

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