Detalles de sensibilidad de la mañana a la noche

Según el momento en que se visite, cambia su ambientación y evoluciona su apariencia interna. Al mediodía es un restaurante urbano con abundantes detalles de diseño. Por las noches, gracias a su magnífica iluminación y a la música de piano en vivo, se transforma en un local con vocación neoyorquina. A primeras horas de la mañana, y también por las tardes, cuando su barra se dedica a servir desayunos o meriendas, cumple las funciones de un moderno bar-cafetería.

Tres hitos gastronómicos hacen de La Ceiba un lugar diferente: las patatas chips, casi un milagro gastronómico, que se fríen en aceite de oliva limpio; el café, excelente, que se tuesta a diario en el propio local, y los crujientes churros, tipo tejeringos andaluces, de masa abuñuelada, seguramente los mejores de Madrid en estos momentos.

Carta de tapas

Quien suponga que La Ceiba es un restaurante convencional se equivoca de pleno. Hasta tal punto que, dentro de su insólita polivalencia, tienen más mérito los detalles de sensibilidad que las propias recetas. En contra de lo que a primera vista aparenta, su centro de gravedad bascula en torno a la barra. Incluso cuando se toma acomodo en sus mesas lo aconsejable es seguir la carta de tapas y compartir sugerencias.

Para abrir boca, aceitunas o sus patatas fritas caseras, que terminarán por hacerse famosas. Quizá una gran ventresca de atún con pimientos rojos, chistorra o morcilla de Burgos, pimientos de Gernika fritos, bocaditos de Lluçmesanas (miniempanadillas con forma de croquetas), tres quesos bien escogidos, focaccia (pizza muy delgada) con pasta de aceitunas, gazpacho tradicional o tomates en rodajas con sal gorda. Y, por supuesto, embutidos, incluidos un buen jamón de bellota cortado a cuchillo, además de raciones de lomo, salchichón y cecina ibéricos. Aperitivos reconfortantes, de tipo medio, que abren paso a los segundos.

Debido a su corto tiempo de rodaje, en las propuestas del cocinero Carlos Camaño alternan los aciertos con platos que necesitan afinarse. El solomillo y el entrecó dan la talla con creces. Lo mismo que la ventresca de atún con judías verdes. No sucede así con el bacalao, al que perjudica una inoportuna crema de queso idiazábal. Están bien las sardinas marinadas con escalibada, mientras que en el delicado plato de huevos pochés con foie-gras sobran las insípidas setas de cardo.