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Michael Moore inflama las pantallas de EE UU

El cineasta estrena 'Fahrenheit 9/11', el filme anti-Bush con el que quiere influir en las elecciones

Desde su debut con el seudodocumental Roger & Me en 1989, Michael Moore se ha mostrado como un maestro de la provocación, un título tan merecido como el Oscar que algo más de 10 años después recibió, entre aplausos y abucheos, por su mirada hacia la cultura americana de las armas con Bowling for Columbine. Pero en esta ocasión su última obra, Fahrenheit 9/11 -que hoy se estrena en EE UU y el 25 de julio en España-, va más allá de la provocación o el sarcasmo, y se tira directamente a la yugular de un Gobierno como el de George W. Bush contra el que está dispuesto a luchar abiertamente desde 868 cines en Estados Unidos, el número de salas en el que ha conseguido que se estrene hoy del documental más esperado del año. Moore está furioso con su Gobierno y, como diría Peter Finch en Network, "no está dispuesto a aguantarlo más".

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Según ha señalado Steven Spielberg, se trata de un fenómeno nunca visto que, dado cómo ha acaparado la atención, podría alcanzar fácilmente los 100 millones de dólares de taquilla e incluso una candidatura como mejor película del año, el primer documental que obtendría tales honores. El camino está labrado tras la victoria obtenida por Bowling for Columbine no sólo en los Oscar, sino en la taquilla, donde recaudó 58 millones de dólares en todo el mundo.

Las críticas y comentarios con los que el polémico filme llega a las pantallas son insuperables. El diario Los Angeles Times compara esta obra, "partidista sin excusas", con el J'acusse de Émile Zola. "Fahrenheit 9/11 constituye un momento histórico en el cine político estadounidense que merece ser visto", subraya el crítico Kenneth Turan, mientras el rockero Neil Young presentaba el filme durante su gala de estreno en Los Ángeles como "una piedra de toque en el camino hacia la recuperación de Estados Unidos". La industria se ha volcado en apoyo de este filme abiertamente de izquierdas y calificado para mayores de 17 años por la violencia gráfica de unas imágenes con las que Moore ha querido enseñar la otra cara del Gobierno estadounidense "que no nos han mostrado en los últimos cuatro años". A las diferentes proyecciones previas han asistido desde Leonardo DiCaprio a Ethan Hawke, Samuel L. Jackson o Morgan Freeman pasando por los hermanos Weinstein, productores de la cinta y en última instancia los que facilitaron su distribución comprándola de su bolsillo cuando los estudios Disney se negaron a llevarla a las pantallas en este año electoral.

Ante un material tan inequívoco, no es de extrañar que las críticas sean más políticas que profesionales. Dan Barlett, director de Comunicaciones en la Casa Blanca, ha tachado el filme de "increíblemente falso" mientras que, según The New York Daily News, el ex presidente George Bush lo considera "un ataque rastrero y personal" contra su hijo. El grupo MoveAmericaForward.org, asociado a causas republicanas, ha intentado presionar a los cines para que no proyecten el documental. Para ello ha utilizado argumentos que parecen sacados del propio filme, como por ejemplo que el grupo terrorista Hezbolá apoya Fahrenheit 9/11 como si ese hecho, sin demostrar, tuviera alguna influencia a la hora de elegir una película con la que pasar la noche del viernes.

Contrario a su estilo habitual, en lugar de avivar la polémica con su presencia, Moore se ha comportado con la misma cautela demostrada en la cinta. "En Fahrenheit 9/11, su presencia en la pantalla es mucho menor, lo que aumenta la efectividad del filme", afirma la revista Variety. Pero eso no quiere decir que vaya a quedarse callado, pues lo cierto es que al estreno del filme llega acompañado de lo que ha dado en llamar su "gabinete de guerra", formado por los que fueron asesores de Bill Clinton y Al Gore, Chris Lehane y Mark Fabiani, y dispuesto a presentar una demanda legal contra todo aquel que acuse a Fahrenheit 9/11 de tergiversar los hechos.

Moore está seguro de que ha hecho bien los deberes y que cualquiera de los memorables momentos del filme, ya sea el de un Bush incapaz de reaccionar al serle comunicado los ataques del 11 de septiembre y que se escuda tras el libro infantil My pet goat durante siete minutos, o el del vicesecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, chupeteando un peine para acicalarse delante de las cámaras, son auténticos. Lo mismo ocurre con la densa y abrumadora información sobre los lazos económicos de la familia Bush con las fortunas de Arabia Saudí y en concreto con la de los familiares de Osama Bin Laden.

Sus fuentes, según asegura, han sido lo que define como "una coalición no oficial de aliados" que cuando se enteraron del proyecto le hicieron llegar material sin tan siquiera solicitarlo. Un material que incluye desde tomas previas a las entrevistas oficiales, grabadas normalmente fuera de emisión, hasta testimonios recogidos por periodistas empotrados con las fuerzas estadounidenses en la invasión de Irak y que por su crudeza nunca fueron emitidos en Estados Unidos. Se trata de un documento que su director desea,por encima del Oscar o los ingresos en taquilla, que se recuerde como el primer filme estrenado en un año electoral capaz de acabar con el Gobierno del actual presidente. Un deseo con el que Moore no quiere parecer ambicioso: "Con que sea capaz de cambiar el voto de cinco indecisos habrá merecido la pena", ha confesado a la prensa en un pequeño gesto de humildad.

Michael Moore, el pasado miércoles en Washington.
Michael Moore, el pasado miércoles en Washington.EFE
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