Los 'tecnotahúres' vuelven al casino
El Supremo permite usar la estadística para ganar siempre a la ruleta

Hacer saltar la banca es fácil para un tahúr experto en estadística. Como ninguna ruleta es perfecta, al jugador le basta con observarla pacientemente un día tras otro y apuntar con cuidado los resultados. Cualquier pequeña imperfección o ligera inclinación del aparato favorecerá a ciertos números o grupos de números sobre otros. Tras analizar la información, el tahúr vuelve a la misma ruleta y se lleva todo el dinero a casa.
Hace más de diez años, el matemático y productor discográfico y cinematográfico Gonzalo García-Pelayo empezó a probar esas técnicas en el Casino de Madrid. Cuando un día se fue a casa con 100 millones de pesetas, la empresa decidió prohibirle la entrada por "cometer irregularidades en la práctica de los juegos". Tras un enrevesado encadenamiento de sentencias y recursos, el Tribunal Supremo ha dado por fin la razón a los tecnotahúres. El casino podría prohibirles la entrada si hicieran trampa, pero no la hacen.
La sentencia admite "el ingenio y la aplicación de la técnica informática" de los jugadores
"El juego de la ruleta", explica la sentencia del alto tribunal, "no dejó de practicarse con toda regularidad, sin manipulación alguna de la propia ruleta, sin sustituir la elección del número o números a cuyo favor se apuesta después del momento en que ello ya no es permitido, sin influir en momento alguno en el discurrir de la bola y del cilindro, y con sujeción, por tanto, al azar del número en que la bola finalmente se pose". Rien ne va plus.
¿Una pequeña reprimenda o reconvención para los tecnotahúres al menos? Seguramente su actuación será legal, pero también pícara, y el Supremo les habrá recomendado evitar la reincidencia en el uso desestabilizador de la ciencia estadística. Nada de eso. La sentencia, redactada por el magistrado Segundo Menéndez Pérez, llega incluso a elogiarles: "Hubo en aquellos jugadores, sin más, la utilización del ingenio y la aplicación de la técnica informática". Hagan juego.
Pero el ingenio abunda, y no digamos ya la técnica informática. ¿Qué pueden hacer los casinos para defenderse de ellas? Los magistrados les ofrecen una receta: "La lícita reacción defensiva de la empresa titular del casino, encaminada a procurar la satisfacción de sus propios cálculos sobre el resultado económico de la actividad empresarial, no pasa por la expulsión o prohibición de la entrada de aquellos jugadores, sino por el cambio de emplazamiento de las ruletas, el intercambio de sus componentes o la mejora en el diseño, construcción o asentamiento de unas u otros".
Mientras el croupier va cambiando los muebles de sitio, los lectores pueden ir consultando La fabulosa historia de los Pelayo (Plaza y Janés), donde García-Pelayo narra las técnicas estadísticas que utilizó para hacer saltar la banca de los casinos de medio mundo, incluido el episodio del millón y pico de euros que le levantó al citado Casino de Madrid.
"Es muy de agradecer que la sentencia reconozca nuestro ingenio y capacitación técnica", comentaba ayer García-Pelayo, "y sobre todo que confirme definitivamente que estas técnicas no suponen ninguna trampa, que es lo que siempre hemos defendido".
Respecto a los riesgos para los casinos, el productor recuerda que el Ministerio del Interior ya permitió hace diez años la entrada de los tecnotahúres al Casino de Madrid. El recurso de la empresa contra esa orden ha llevado ahora a la sentencia del Supremo, pero los amantes de la estadística no han dejado nunca de jugar en sus ruletas, con desigual fortuna. "Sé de gente que lo hace, pero lo hace mal y pierde". Venga, hay que mejorar esas matemáticas.

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