_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'Mobbing'

Rosa Montero

Cada día recibo más cartas de lectores que denuncian situaciones de acoso laboral. Son relatos espeluznantes que vienen en gruesos sobres cargados de pruebas documentales, historias larguísimas de humillación y de maltrato que no caben en esta columna y que no deberían caber en la vida de nadie. Y yo les creo. Creo a Isabel Núñez, profesora de Derecho Romano en la Universidad de Oviedo, cuando dice que está siendo perseguida. Y creo a los amigos de Pablo Díez Cuesta cuando me escriben para contar el calvario de este conductor de autobuses de Barcelona, que se suicidó tras haber sido presionado y despedido por su empresa.

Y les creo porque lo veo a mi alrededor. Sube la sucia espuma del mobbing por doquier, el abuso feroz en las empresas. Tengo familiares y amigos muy cercanos que lo padecen: uno de ellos incluso ha denunciado a sus jefes. "Eso del mobbing es muy difícil de ganar", le ha dicho su abogado, "porque es muy difícil de probar". En efecto, el arrinconamiento, las humillaciones y el maltrato verbal no dejan cicatrices en la carne, sólo te corroen por dentro y te destruyen, a veces hasta el suicidio, como sucedió con Díez Cuesta. El mobbing es un tormento refinado, una labor de demolición de las personas, y, como en el caso de las mujeres maltratadas, cuanto más herido estás por tu verdugo, menos capacidad tienes para defenderte, porque ya estás deshecho.

El acoso laboral siempre ha existido (yo misma lo he sufrido, hace ya años), pero parecería que esta miseria aumenta en progresión geométrica. Es una de las nuevas enfermedades del alma, como la obesidad generalizada es una de las nuevas enfermedades del cuerpo. Se calcula que más del 15% de los trabajadores españoles sufren mobbing y, según un estudio publicado la semana pasada, en la Administración pública esta cifra se dispara al 33%. ¿Qué nos está sucediendo para que en las empresas proliferen de tal manera los energúmenos? Debe de ser cosa de la competitividad, del culto al poder y el dinero, de la pérdida de valores, de la insustancialidad ética, del egocentrismo individualista, de la falta de respeto a los demás y a uno mismo. Es la zafiedad agresiva de la televisión basura en la oficina.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_