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Columna
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Bomberos

Todos los niños quieren ser bomberos. El camión, el hacha, las sirenas, el agua y el fuego. Correr hacia el lugar del que todos huyen, vencer al miedo.

Después segun crecemos nos lo pensamos dos veces. No damos la talla, fumamos demasiado, no encontramos en nuestro patio de vecinos tanta gente digna de ser salvada, le cogemos más apego a la vida propia que a la ajena. Sin embargo la corriente de simpatía no desaparece. Hemos odio Me cago en Dios, pero no hemos oído a nadie decir, me cago en los bomberos. Gallardón no debería ser el primero. La semana pasada me vi metido en esa protesta de bomberos que ya habrán visto en todos los periódicos. El bombero crucificado, las explosiones, como no controladas, las bocas de agua abiertas en la calle haciendo más llevadera la llegada del verano. Ya que estaba me di un paseo con ellos, al fin y al cabo me llevaban hasta la puerta de mi casa. Es lo bueno que tiene vivir junto al ayuntamiento que se cuela uno en todas las protestas y así, poco a poco se va sabiendo de que pie cojea está ciudad preolímpica. Entre los cientos de hombres, supongo que hay bomberas pero no las ví, estaban los clásicos mocetones que tan buen nombre le han dado a este cuerpo, tipos tremendos que le dan a uno ganas de salir de una vez del armario, pero también había hombres cansados, consumidos, que perdone Martin Amis el cliché, quemados. Uno de ellos, que llevaba treintaydos años en el cuerpo, me contó de que iba la cosa. También lo habrán leido; más dinero, como decía Coque Maya, pero no sólo eso. Más seguridad, para ellos y para nosotros. Más bomberos. Sobre todo más bomberos. Según me dijo, la mañana del 11 de marzo nos salvamos del caos de pura chiripa. Resulta que a la hora de los atentados, se cruzaban dos turnos, sólo así pudo atenderse la demanda. Después llegaron las medallas y los discursos y las fotos. Héroes por un día y ahora esto. Algunos datos que manejaban parecían considerablemente objetivos. El numero de bomberos por habitante en Madrid , está por debajo de la media europea. Los sueldos, a pesar de lo que dice el ayuntamiento, no son astronómicos. Es más, por ese dinero ni usted ni yo nos jugaríamos el pellejo. Viéndoles avanzar así, en tropel, algunos muy jovenes, otros muy viejos y todos muy hombres, costaba pensar que les movía la avaricia.

La política se me escapa, más aun la política municipal, que es más de andar por casa. La gran política da para un par de buenas frases, la política municipal parece cosa de contables. Se siente uno más noble atacando a un presidente que a un concejal, para que negarlo, aunque Ana Botella está empezando a invertir la tendencia. Pobre Ana Botella, que cada vez que la apuntamos queremos matar dos pájaros de un tiro. En fin, que es dificil cogerle el gusto a la cosa del municipio. Más por arrogancia del que escribe que por el asunto en sí, que sin duda tiene su importancia. Cuando abren una nueva línea de metro, tiendo a pensar que haría falta , cuando me prohiben comprar vino a las diez y diez me resigno, hay estupideces más graves, en general tiendo a creer más en el error que en la mala fe. Comprendo que debe ser muy complicado cuadrar la caja de la villa pero a veces le da a uno por preguntarse cuanto se gastará la mujer de pinocho en marear a las putas, (dos pájaros de un tiro), o cuanto nos hemos dejado entre todos en la mamarrachada esta de la boda.

Gallardón acabará manejando esta crisis con soltura, con esa elegante mezcla de Jekyll y Hyde a la que nos tiene acostumbrados. Algún día sabremos de que está hecho este hombre, uno de los peces más raros en las turbias aguas de la política española.

Hasta entonces, si hay que elegir entre un alcalde y un bombero, ya saben donde me tienen, por la cuenta que nos trae. Los alcaldes van y vienen, los bomberos siempre están cuando uno los necesita.

Además nunca he conocido un niño que quisiera ser alcalde.

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