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La dimisión de Baker dificulta la solución al conflicto del Sáhara

La renuncia complica el papel de España

En mal momento ha querido la diplomacia española movilizarse para buscar una solución al conflicto del Sáhara Occidental, que envenena las relaciones entre países magrebíes desde hace tres décadas. La dimisión del ex secretario de Estado norteamericano James Baker, que era desde hace siete años enviado especial para el Sáhara del secretario general de la ONU, Kofi Annan, aleja aún más la solución del contencioso de la antigua colonia española.

El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha multiplicado los contactos hasta el punto de atreverse a enviar a principios de mes al número dos de la diplomacia española, Bernardino León, a los campamentos de Tinduf (suroeste de Argelia).

Allí se entrevistó con el líder del Frente Polisario, Mohamed Abdelaziz. Poco después, el ministro de Exteriores marroquí, Mohamed Benaissa, se desplazó a Madrid para averiguar lo que se dijo en el desierto argelino.

"El único cambio" en la política sobre el Sáhara, explicó en mayo en el Congreso el titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, "es un cambio de compromiso, de buscar una solución definitiva a un problema de casi 30 años".

Pero el Ejecutivo no busca ese cambio al margen de la ONU, pese a que en su visita a Casablanca, a finales de abril, Rodríguez Zapatero logró la proeza de omitir mencionar una sola vez el plan Baker. Días después, Moratinos rectificó en Argel y en las Cortes aliviando la preocupación que las palabras del presidente habían causado en las filas del Frente Polisario.

La propuesta de Baker, aceptada por Argel y el Polisario -pero rechazada por Rabat- y respaldada por unanimidad, hace 11 meses, por el Consejo de Seguridad de la ONU, seguía siendo, confirmó Moratinos, "el marco referencial" para la diplomacia española.

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El plan de Baker prevé celebrar en el Sáhara, primero, unas elecciones autonómicas con un censo favorable al Frente Polisario y, al cabo de cuatro o cinco años, organizar un referéndum de autodeterminación en el que la mayoría de los votantes serían marroquíes instalados en el territorio antes de 1999.

En teoría, Rabat resultaría favorecido, pero sus dirigentes no quieren correr el menor riesgo de quebrar la "integridad territorial" del país. Preconizan, en cambio, una "solución política", es decir, una negociación directa con Argelia.

Desde que el plan fue aceptado por Argelia y el Polisario, no se ha dado un solo paso para aplicarlo. El Consejo de Seguridad se ha limitado a prorrogar el mandato de la Minurso, la pequeña fuerza de la ONU desplegada en el territorio.Harto de no conseguir avances o deseoso de volcarse de lleno, como ya lo hizo hace cuatro años en la campaña para la elección del presidente George Bush, Baker tiró la toalla y dimitió en una carta enviada a Annan cuya existencia fue revelada la semana pasada.

Curiosamente, marroquíes e independentistas saharauis coinciden en la interpretación que hacen de la renuncia de Baker. Es, comenta Brahim Ghali, delegado del Polisario en España, "una forma explícita de protesta contra la posición intransigente de Marruecos", que se ríe "de la comunidad internacional y pisotea las resoluciones del Consejo de Seguridad".

Con otras palabras, Mohamed Benaissa vino a decir casi lo mismo. Después de haber elogiado, en un primer comunicado, la figura de Baker, el ministro de Exteriores marroquí hizo, el 12 de junio, una declaración a la agencia oficial MAP en la que atribuía la dimisión "a la tenacidad de la diplomacia marroquí y a su rechazo de algunos principios que ponen en tela de juicio la integridad territorial de Marruecos y su soberanía (...)".

"La decisión", escribió, resumiendo una opinión generalizada, el diario de Casablanca Aujourd'hui Le Maroc, "ha sido acogida [en Marruecos] con satisfacción apenas disimulada".

Annan ha elegido a Álvaro de Soto, un diplomático peruano encargado durante años de mediar en el conflicto chipriota, para sustituir a Baker. "Un funcionario ocupará el puesto de un político de prestigio", resume escéptico un alto cargo español.

Por eso es harto dudoso que tenga más éxito que el antiguo secretario de Estado norteamericano, que contaba además con el respaldo de la Administración republicana. No en balde jugó un papel relevante en la victoria electoral de George Bush en 2000.

De ahí que el Polisario haya reclamado en vano, por boca de su representante ante la ONU, Ahmed Bujari, que sea un norteamericano el que reemplace a Baker. Además de EE UU, sería bueno, según Bujari, que la Unión Europea se involucrase, pero "está, desde un punto de vista diplomático, ausente a causa del veto francés".

"Sin Baker, y sin la consiguiente implicación de la Administración estadounidense, la ONU queda aún más empantanada, y a la diplomacia española le resultará todavía más difícil dar un acelerón a la negociación", afirma un diplomático español experto en la materia. El vaticinio que hizo en París Rodríguez Zapatero de que podría lograrse un acuerdo antes de finales de octubre parece utópico.

Además, aunque España y Marruecos viven ahora una auténtica luna de miel, Rabat no parece desear que Rodríguez Zapatero y Moratinos jueguen un papel protagonista en la búsqueda de una solución. "Marruecos no espera la mediación de nadie en la cuestión del Sáhara marroquí", enfatizó, la semana pasada Nabil Benabdalá, portavoz del Ejecutivo de Rabat.

Tras declarar "obsoleto" e "inaplicable" el referéndum, Marruecos sólo acepta una solución autonómica, y para ello se plantea incluso retocar su Constitución. Aun así, el proyecto que Taieb Fassi-Fihri, número dos de su diplomacia, entregó en diciembre a la ONU dista mucho de lo que proponía Baker para el periodo de autonomía previo al referéndum.

"No podemos dar una justicia propia a cada región", aseguraba Benaissa en una reciente entrevista con Abc, pese a que Baker sólo la pedía para el Sáhara. "Tampoco se puede dar a cada región su policía". "(...) hay cosas que no convienen a Marruecos, por su Constitución y por el sistema propio del país". Al no poder avanzar en la dirección que le agrada, Rabat prefiere el statu quo.

James Baker y Mohamed Abdelaziz, en una rueda de prensa en Tinduf (Argelia), en 1997.
James Baker y Mohamed Abdelaziz, en una rueda de prensa en Tinduf (Argelia), en 1997.ASSOCIATED PRESS

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