"Marco el territorio de la poesía como un gato"
La casa de Reina María Rodríguez es famosa dentro y fuera de Cuba por sus tertulias. Desde que vivía "agregada" en el apartamento de su madre comenzaron a desfilar por allí los escritores y ese peregrinaje se incrementó al mudarse Reina a la azotea, y fabricar una guarida con vitrales, maderas y otros materiales obtenidos de construcciones que se desmoronaban en La Habana. Con la crisis de los noventa, la azotea de la calle Ánimas, donde no había apagones, se convirtió en refugio de poetas y narradores jóvenes.
Buena parte de esos jóvenes ya no están, o mejor dicho, están pero desperdigados por el mundo. De aquellas tertulias de 50 y hasta 80 personas poco queda. Autora de 11 libros de poesía, la mayoría premiados en su país, Reina María sigue de anfitriona: de Julián del Casal, Ballagas, Virgilio Piñera, Lezama Lima. "Yo marco el territorio de la poesía como un gato, que vuelve siempre a cierta permanencia y recorrido por una zona muy pequeña. De lo que puedo hablar es del manoseo que he hecho de algunos autores y libros, de una decena de poetas jóvenes y también de los que más me han influido y que todavía me sorprenden".
"Entre los autores que más pesan en la poesía cubana actual está José Kozer. Representa una meseta entre Lezama Lima y Virgilio Piñera. Es un poeta que ha vivido en el exilio, además es judío. Autor de más de cinco mil poemas de estructura perfecta, con elementos de la cultura cubana popular, la religión y los recuerdos de su infancia: tayuyos, escobillones, güiros, gallos, lenguajería. Él mismo se nombra 'amador de vocablos'. En su texto-epitafio dice: 'Suplantó el error de la insularidad con la variable opulencia del lenguaje...".
Kozer lleva viviendo más de 40 años en Estados Unidos. "A pesar de ello", opina Reina, "es un autor muy actual para todos nosotros". José Kozer viajó a la isla hace dos años y es conocido en Cuba por la antología No buscan reflejarse y por otros volúmenes pasados de mano en mano hasta el desgaste. Entre ellos, Este judío de números y letras (1975), Jarrón de abreviaturas (1980), Díptico de la restitución (1986), Los paréntesis (1995). Según Reina, Kozer y su neobarroquismo ha influido en todos los escritores que están dentro y fuera de la isla.
Pasa de puntillas por la generación de los cincuenta. "Es una generación que tiene un gran complejo de culpa de su lugar social. En 1959 muchos están viviendo fuera y arrastran a la poesía ese complejo de culpa, que heredamos nosotros también. Complejo de culpa demostrativo de su sitio social, de cómo van a tratar la intimidad, el amor, la realidad". Sólo cita a Fayad Jamís y Rafael Alcides.
"En mi generación hay una búsqueda del yo; de cómo colocar al individuo en su existencia. La poesía de esta época quiso ser honesta, sincera, crédula, y padeció de esa moralidad que quería prometer algo. El autor más importante es Ángel Escobar (1957-1997). Él rompe la sintaxis, la confianza, su finalidad; es un creador de procesos violentos, de acciones". Entre sus libros están Epílogo famoso (1985), Malos pasos (1991), Cuando salí de La Habana (1996) o El examen no ha terminado y La sombra del decir, publicados después de que se suicidase. Reina María cita un fragmento de uno de los poemas de Escobar, El tablón del náufrago: "La nave que se hunde, siempre / da náufragos; / todos los náufragos son huérfanos / y creen en los augurios / esas supersticiones que tienen los deseosos / pueden hacerlos llegar a la costa, / a una costa cualquiera: / calafatear otro barco y hacerse, / de nuevo, a la mar, en busca / de otro puerto, y así: de puerto en puerto: / hasta que la nave que cuidan / sin melindres / vuelva a hundirse...".
En los noventa, la poesía "se convulsionó con lenguajes y pensamientos refritados de aquí y de allá", fue más cosmopolita.
Juan Carlos Flores -Los pájaros escritos (1990) y Distintos modos de cavar un túnel (2002)- es el poeta "maldito, callejero, marginal, para quien la circularidad es su única posesión". "Él baja hasta los fosos, las tuberías, los caños perforados de la arquitectura de Alamar (al este de la ciudad de La Habana) instalado en un submundo de cloacas y huesos, royendo. Respiración reiterada, jadeante".
La poesía de Carlos Augusto Alfonso "traslada masas de lenguaje desde eventos de la historia o de algún acontecimiento fortuito, a voces esquizo llenas de humor negro y sarcasmo. Hay un libro de Omar Pérez -residente en Holanda- que, a juicio de Reina es importante "por ser un intento de poesía civil en un contexto épico: 'Algo de lo sagrado".
A partir de los noventa comienzan los palimpsestos con "refritos" de discursos de pensadores franceses y alemanes, convertidos en creación. "Lecturas de Benjamin, Blanchot, Barthes, Deleuze, Derrida, etcétera. Pasión por los lenguajes: escritura como síntoma. Se trataron de borrar las fronteras de los géneros y la escritura formó un conjunto cerrado sobre ella misma. A la escasez de artículos y comida, vino la abundancia de palabras -lo que no quiere decir que le escasez genere metafísica-".
Algunos de estos poetas formaron el grupo Diáspora(s)?, que finalmente hizo honor a su nombre, pues muchos abandonaron Cuba hace años. Según Reina María, Diáspora(s)? fue importante "por nombrarse y tratar de hacer vanguardia y de tender hacia lo 'preformativo' en la poesía". Entre los nombres indispensables: Rolando Sánchez Mejías; Pedro Marqués de Armas y Carlos Aguilera. Mejías es autor de una antología de este grupo (Bueno para nombrar: mapa imaginario).
Antonio José Ponte, Asiento en las ruinas, es caso aparte. Separado de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba por pertenecer al consejo de redacción de la revista Encuentros -considerada por las autoridades de la isla "contrarrevolucionaria"-, "Ponte no es un poeta melodramático ni patético, tiene en un tono alerta de reflexión y sencillez mordaz".
Ricardo Alberto Pérez es un poeta "de procesos, de sustancias, un poeta de la percepción. Neobarroco, se define. Ha escrito poemas a las lentejas, a los cerdos". Mercados verdaderos, de Ismael González Castañer, "es un libro de ironía pictórica donde aparecen los personajes de la calle: el ruido, la mulatez". Ambos son Diáspora(s)? y viven en Cuba.
Damaris Calderón (Se adivina un país y Sílabas, ecce homo) y Alexandra Molina (As de triunfo) residen fuera de la isla. "En Damaris hay un desgarramiento, un espasmo. Aparecen en sus poemas hospitales, alcantarillas, caminos torcidos que no conducían a ninguna parte; el paisaje de Alexandra es el bosque, las ramas que crean entrecruzamientos humanos, sonidos misteriosos de un lenguaje-paisaje que se desliza".
Reina termina su personalmapa poético con Javier Marimón, 27 años y autor de El gran lunes y Anfiteatro entre los pinos. "Es uno de los más jóvenes. Su tema es el ocio del movimiento, la anarquía de las posturas que tomamos, la falta de definición contra la velocidad. Es una poesía influida por las imágenes de los vídeos, por los cambios del dial de una radio. No afirma nada, no se compromete, se burla, grita, oscila, experimenta".
Reina María Rodríguez es autora de libros como Al menos así lo veía a contraluz (Archione) y Desde mi alma (Padilla Libros).
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