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Reportaje:

Diplomados en Picassent

La Fundación Bancaja cierra el cuarto curso de informática para presos, en el que han participado 80 internos este año

"A veces el nivel inicial es tan elemental que no saben lo que es una ventana, o no conocen más acepción del término ratón que la del roedor", explican Encarna y Jacobo, los dos monitores externos que han enseñado a 80 presos del Centro Penitenciario de Picassent a manejarse con el Windows 98, el Office o el Excell dentro del programa específico que desarrolla en la prisión la Fundación Bancaja. Y ayer, acabado el curso, con la solemnidad de una entrega de premios, 19 de los estudiantes recogieron de manos de los responsables de la Fundación Bancaja y del centro penitenciario el diploma que acredita que dominan el Word, que se han hecho con las hojas de cálculo y que las bases de datos tienen ya pocos secretos para ellos. El salón de actos de la prisión, en el área de penados, convocó a más de un centenar de reclusos para jalear con aplausos el "sobresaliente" de los más aplicados. En cuatro años han pasado 200 internos por el aula de informática. Otros 500 están en lista de espera. Sólo los que estén estudiando algún tipo de formación reglada, sea graduado escolar o un título universitario, y además tengan buen comportamiento podrán optar a pasarse durante seis meses unas 300 horas descubriendo los secretos de la informática para usuarios.

"Yo nunca había tocado un ordenador, para nada. Y me ha gustado mucho porque me ha servido en lo personal y para prepararme mejor cuando salga de aquí, aunque yo quiero ser pintora de brocha gorda". María Pilar Plumer ha invertido parte de los tres años y cuatro meses que lleva en prisión por robos a los que la empujó la droga, en talleres de pintura, peluquería e inserción sociolaboral. Y ahora, desde ayer, tiene un diploma que da fe de su esfuerzo con la computadora, "que me encantaría que mis hijos también pudieran tener".

María Pilar Plumer o Isabel Cárdenas, a esta última le quedan dos años para salir de prisión, se acercaron con susto al ordenador. "Lo primero que les apetece hacer cuando saben un poquito es una carta, insertar un dibujo, siempre algo pensado para la familia", cuenta encarna, la monitora.

Antonio Seco, el responsable de la empresa que subcontrata la Fundación Bancaja para educar en la informática elemental a los presos como un elemento más del programa de inserción laboral, admite que una de las cosas que más le sorprende y agradece es que "sean tan curiosos y exigentes". Seco conoce las experiencias de la Fundación Bancaja con la informática en siete barrios marginales de la Comunidad Valenciana. "No es comparable. Aquí son puntuales, tremendamente curiosos, tienen ganas, exigen, piden, cumplen... Es muy fácil trabajar con ellos a pesar de que la mayoría no ha visto nunca un ordenador".

Está comprobado que el curso no sólo les abre una posibilidad de conocimientos competitivos en el mercado laboral sino que "despierta su interés por otras cosas, por leer, por escribir mejor, por aplicar lo que aprenden", explica Jacobo, el otro monitor.

De hecho, el programa empezó hace cuatro años y en el primer curso participaron alumnos que trabajaban en la biblioteca. Después de la formación, aplicaron a la biblioteca algunas de las bases de datos para archivar los libros.

"Nos falta Internet", replica Ramón Tribancos. La suya es una vida de entradas y salidas de prisión. Ya ha pasado entre rejas más de doce años. Le quedan algo más de seis. "He pasado por todos los cursos posibles, y quería hacer éste". No le eran extrañas las máquinas, dice que en casa de sus hermanos se atrevió alguna vez a meterles mano. "Pero no sabía lo que sé ahora, aunque echo a faltar que nos expliquen nada de Internet", comenta. Y es que la seguridad y el aislamiento no se pueden romper ni por la red.

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