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Eurocopa 2004

Las dos Españas de Sáez

El equipo del primer tiempo resultó rocoso y previsible, mientras que el del segundo tuvo liderazgo; sería necesario mezclar los dos para el asalto definitivo a un gran título

Santiago Segurola

Hay dos Españas en la selección, y quedaron definidas en el primer encuentro. Hay algo de fascinante en un equipo que reproduce perfectamente el debate sobre el estilo en el fútbol español. Quizá por primera vez, la selección dispone de un arco completo de jugadores. Falta poderío en la línea defensiva, algo extraño en un país que ha producido a gente como Goikoetxea, Maceda o Fernando Hierro, pero nunca la selección ha dispuesto de más alternativas. El círculo se ha cerrado con la llegada de Fernando Torres, la consagración de Vicente y la particular referencia de Xabi Alonso, jugador que remite a un tipo de medio centro que habita casi exclusivamente en España. Alonso es la decantación de las ideas de Cruyff a través del magisterio de Guardiola. Por lo tanto, define un estilo, muy contestado por otros sectores del fútbol. Torres no es un caso de estilo: es un don de la naturaleza del que se ha visto privada la selección durante décadas. A España siempre le ha faltado tranco y velocidad. Ahora tiene ambas cosas con Torres. Vicente es indiscutible por demasiadas razones, la última de las cuales es definitiva. Ya se dijo: al mundo le conviene democracia y un extremo izquierda. Ellos, jugadores jóvenes, consistentes, probados, vienen a reforzar el área poética que ha defendido Valerón con su exquisita melancolía. Porque lo demás no ha perecido. España mantiene en sus filas un alto número de jugadores de combate, más llamados a cumplir papeles secundarios que a protagonizar los grandes torneos. Son futbolistas imprescindibles, necesarios por su experiencia, por su capacidad competitiva, por su dedicación a las importantes pequeñas cosas del juego. No son, sin embargo, cabecera de cartel, ni garantía de éxito. A este tipo de jugador le falta vuelo. Y España ha fracasado por muchas razones en la Copa del Mundo o en la Eurocopa, pero una fundamental ha sido la falta de futbolistas de gran rango. Los que marcan la diferencia, en definitiva.

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España tiene ahora jugadores homologables con cualquiera de las grandes potencias europeas del fútbol. Es una lástima la escasez de defensores notables y las dificultades que atraviesa Raúl para encontrar su mejor nivel, justo cuando está mejor rodeado que nunca. Si hay un problema es de definición: qué línea debe predominar en el equipo. De salida, Sáez prefirió la línea dura. Probablemente lo hizo por respetar las jerarquías y para aprovechar la experiencia en un partido de alto contenido nervioso. El equipo no le decepcionó en la primera parte. Fue fiel a sí mismo: protagonizó el juego, funcionó con intensidad, no se descosió, trabajó al adversario. Pero ese equipo tiene un techo. Asegura lo más parecido, pero la gloria le queda lejos. Es una selección rasante, con la excepción del fenomenal Vicente. La historia dice que la fiabilidad gana menos torneos que la capacidad para marcar diferencias. Algo de eso ocurrió en el partido frente a Rusia, donde se sembró una duda: ¿será posible mezclar con alguna naturalidad a las dos Españas, la rocosa y previsible del primer tiempo con el liderazgo futbolístico de la que apuntó maneras en el segundo? Más que posible, sería necesario para lanzar el asalto definitivo a un gran título.

Iñaki Sáez conversa amistosamente con Valerón en presencia de Raúl en la concentración española.
Iñaki Sáez conversa amistosamente con Valerón en presencia de Raúl en la concentración española.EFE

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